miércoles, 16 de agosto de 2017

ALFONSO TUSA Él fue el aglutinante que mantuvo unida una generación de peloteros.


PAUL CASANOVA


  Nick Diunte. La Vida BaseballAgosto 2017.

   Nunca importaba cuando yo llegara a su puerta, la respuesta siempre era la misma: Lo que fuera que él estuviera haciendo, se detenía, se levantaba, y me daba una sonrisa de mil dólares y un cálido abrazo.
   A él no le importaba que yo usualmente llegaba sin avisar, o solo pocas veces al año. Lo que importaba era por cuanto tiempo me quedaría. Siempre preguntaba, “¿Cuándo te vamos a ver de nuevo?”
   Cada vez que nos íbamos, le decía que regresaría durante el próximo receso de enseñanza, y la respuesta era siempre: “Estaremos esperándote”.
   Ese era el espíritu de Paulino “Paul” Casanova, quien nació en Perico, Cuba, y falleció este sábado 5 de agosto en Miami a los 75 años de edad, por complicaciones cardiorespiratorias.
   Conocí a “Cazzie” en 2009 mediante un amigo mutuo, Gonzalo “Cholly” Naranjo, un antiguo pitcher de ligas mayores también de Cuba, quien sabía que yo era un seguidor del beisbol. Casanova, un antiguo cátcher de los Senadores de Washington y los Bravos de Atlanta desde 1965 hasta 1974, tenía una academia de beisbol en su patio de Florida.
   Casanova estaba impresionado con mi conocimiento de los grandes del pasado del juego, particularmente de los latinos. Su hogar era un nicho para las vidas y carreras de esos hombres. Él tenía fotos, cientos de ellas, alineadas en las paredes de su casa, lo cual la hacía parecer un pequeño museo. Hasta decoró las paredes posteriores a las jaulas de bateo con fotos, incluyendo una de su compañero de equipo e inquilino del Salón de la Fama, Henry “Hank” Aaron. Cada toletero que llegaba, desde pequeñas ligas hasta grandes ligas, lo hacía bajo la mirada de los grandes.
    Durante esa primera visita, vi a un hombre con un sombrero Panamá y anteojos de sol sentado en una silla.
    “Nick, este es mi amigo Mike Cuellar”, dijo Casanova.
    Intercambié amabilidades con el zurdo cubano, y primer latino en ganar el premio Cy Young. Cuellar sería el primero de muchos grandes del beisbol a quien conocería en mis viajes de regreso a la casa de Paul. Cuando me iba, Casanova prometió darme una lección de bateo cuando regresara. Una semana después, cuatro fotos autografiadas y una nota esperaban por mí en mi apartado postal.

   Las Lecciones de Cazzie.
   A medida que el clima cambiaba en Nueva York, no podía esperar para regresar. Fui de visita el siguiente febrero y, como fue prometido, él inmediatamente me puso a trabajar. En los próximos días aprendí más de mi swing que lo hecho en cuatro años de pelota universitaria.
    No importaba que un día estuviesen en las jaulas de bateo los entonces grandesligas activos Marco Scutaro y Juan Rivera, él siempre me trataba con la misma atención. El pelotero dentro de mí deseaba que lo hubiera conocido mucho antes. Él tenía una gran facilidad para detectar los defectos de un swing y explicarlos. Yo podía ver porqué tantos peloteros jóvenes talentosos preferían su tutelaje. 
    Rápidamente aprendí que la casa de Paul era una especie de salón de reunión para sus antiguos compañeros de equipo y compatriotas cubanos. El día siguiente, llegué y encontré a Tony Oliva y Orlando Peña sentados en el patio de la casa. Después Oliva me dijo que todos los años pasaba por ahí a pasar el día, camino al campo de entrenamiento primaveral de los Mellizos de Minnesota.
   Ellos dos no eran los únicos. Naranjo, Jackie Hernández y José Tartabull eran fijos porque trabajaban con Casanova en su academia.
    Cuando se efectuaba el Joe DiMaggio Legends Game en Fort Lauderdale cada enero, se pasaba largas noches jugando dominó en su casa con Bert Campaneris, José Cardenal, Rico Carty, Minnie Miñoso y el inquilino del Salón de la Fama Orlando Cepeda. El evento de esas noches se hizo tan importante como el juego. Los vínculos que se formaron cuando ellos eran jóvenes y fuertes continuaban floreciendo en cada oportunidad que tenían de estar juntos.
    Mientras más tiempo pasaba allí, se hizo más claro para mí que Paul era el pegamento que mantenía unida a una generación de beisbolistas. Si no estaba entreteniendo a un visitante, él hablaba por teléfono con un antiguo compañero de equipo. Un día era Dusty Baker, hoy manager de los Nacionales, el equipo que reemplazó a los Senadores en Washington. El siguiente, sería Hank Allen.
    “Éramos muy cercanos”, le dijo Allen recientemente a La Vida Baseball. “Él era un ser humano maravilloso. Nos conocimos en las ligas menores e instantáneamente congeniamos, y eso nunca cambió. Él era una persona muy cálida. Nos ayudábamos e intercambiábamos amabilidades y así fue siempre. Cuando llegamos a las grandes ligas, fuimos compañeros de habitación”.
     “Nos considerábamos hermanos y familia”, dijo Allen. “Era maravilloso”.


 Unidos hasta el Presente.
   Pero Casanova no se quedaba en el pasado. Al mirar el juego actual, se puede ver las huellas de Casanova. El jardinero de los Diamondbacks de Arizona, J.D. Martínez, un cubano-estadounidense nacido en Miami, fue un aventajado estudiante quien empezó a ejercitarse en la academia desde la adolescencia. Hay fotos de Martínez, de 29 años de edad, conocido en la casa de Cazzie como Flaco o “Skinny”, esparcidas alrededor, un álbum de fotos muestra el progreso de un muchacho de escuela secundaria avanzando hacia toletero de grandes ligas.
  Yo estaba en la casa de Paul la noche del 3 de agosto de 2011 cuando Martínez bateó su primer jonrón en grandes ligas. Habíamos estado viendo el canal de MLB para revisar si había noticias de su protegido. Luego que Martinez se la desapareció al lanzador de los Rojos de Cincinnati, Dontrelle Willis en el primer inning y aparecieron los reconocimientos en la pantalla, todos enmudecieron.
   “¡El Flaco lo hizo! ¡Bateó su primer jonrón!” exclamó Casanova.
   Su emoción paternal era evidente. Martínez había debutado en la gran carpa hacía cuatro días, el 30 de julio. Casanova no podía estar más orgulloso.
   “Él ha estado viniendo aquí desde que era un niño”, dijo. “Estamos felices de verlo hacer eso”.
   Martínez tenía tanta reverencia por Casanova que llevó a Miguel Cabrera a trabajar con él luego de ganar la triple corona en la temporada de 2012.
   Cuando le pregunté a Casanova si le dio algun consejo de bateo a Cabrera, sonrió levemente.
    “¿Qué le puedo decir a Cabrera?” dijo “No necesita mi ayuda. Solo lo veo batear”.
 Foco de atención
     Cuando La Vida Baseball entrevistó a Casanova durante el juego de estrellas de 2017 en Miami el mes pasado, era obvio que él era el centro de atención. Su aparición durante el FanFest del juego de estrellas en los espacios del clubhouse fue un acontecimiento, una reunión familiar. Cuando Casanova se mostró en la sesión de Cepeda, este fijó los ojos en Cazzie y dijo con voz de barítono: “¡Casanova!”.
    Una reunión donde estaban Cardenal y Bobby Ramos se detuvo cuando Tartabull empujó la silla de ruedas de Casanova hacia la primera fila. Todo el protocolo desapareció y Tartabull y Ramos, amigos cubanos, bajaron del estrado para saludar a su amigo.
    La recepción que él recibió dejó perplejos a los presentes. ¿Quién es este tipo que hace que todos se paralicen, y hace gritar a los inquilinos del Salón de la Fama? Entonces aparecieron las historias de cómo Casanova, por mucho tiempo había sido el tipo quien los había mantenido unidos, explicó Ramos.
    Casanova hizo todos esos contactos durante una vida en el beisbol que se extendió por más de 50 años. La carrera beisbolera del cubano lo llevó  a través de varios países del continente americano, incluyendo un tiempo significativo en Venezuela y Estados Unidos.
    Su carrera fue un ejemplo de persistencia. Todavía era un adolescente cuando salió de Cuba en 1960, fue cesanteado dos veces por los Indios de Cleveland y pasó 1961 jugando con los Clowns de Indianapolis, otrora equipo de la Ligas Negras que hacía giras alrededor de Estados Unidos. En 1963, Casanova finalmente logró estabilizarse luego de una prueba de ligas menores con los Senadores de Washington.
    Debutó en grandes ligas el 18 de septiembre de 1965. Sin embargo, “fue en Venezuela”, le dijo a los reunidos en el FanFest, “donde me hice pelotero, porqué jugué contra Luis Aparicio, y todos esos tipos…Le debo a Venezuela todo lo que hice en las grandes ligas”.
    Casanova se sentía tan cómodo en Venezuela que por varios años durante la liga invernal, y después de su carrera de grandeliga, fue dueño de un restaurant llamado La Pelota en la ciudad porteña de La Guaira, Venezuela. Ya en ese entonces el fue un catalizador social, como lo sería de nuevo en la academia de beisbol de su patio de Florida.
   Reconocimientos y memorias
   Y hubo los puntos altos de su carrera, como ser miembro del equipo de estrellas de la Liga Americana en 1967 y ver a Mickey Mantle caminar hacia su casillero en Anaheim Stadium:
   “Cuando él caminaba hacia ese casillero, parecía una aparición de Dios”, compartió Casanova en el FanFest.
    Como ser el catcher abridor ese mismo verano en un juego de extrainning el 12 de junio contra los Medias Blancas de Chicago. Casanova trabajó detrás del plato toda la noche, y aunque solo bateó un imparable en nueve veces al bate, lo consiguió en el cierre del inning 22 para empujar la carrera ganadora.
    Y seis temporadas después, recibió el único juego sin hits ni carreras del nudillista Phil Niekro en su carrera de inquilino del Salón de la Fama.
   “El lanzamiento de nudillos se estaba moviendo mucho, nadie podía batearlo, tuve problemas para atraparlo. A partir del sexto inning, no le pedí ningun otro lanzamiento”, dijo Casanova. “Despues del juego lo cargué a hombros. Bebimos 12 cervezas. Y Phil me regaló 1000 $”.
    A pesar de jugar tres temporadas con los Senadores bajo la tutela del manager Ted Williams, Casanova fue un bateador vitalicio de .225. Pero tenía un cañón en el brazo, retiró a 37 corredores en 1967 y 51 por ciento de quienes intentaron robarle una base en 1970. Él era tan respetado por sus destrezas como receptor que hasta a los árbitros les gustaba trabajar detrás de él.
   “Él me proporcionaba la mejor vista del plato que me dio cualquier cátcher”, dijo el árbitro Bill Kinnamon en el libro de Larry Gerlach, The Men in Blue. “Se acostaba por completo en el suelo. Hacía la seña y luego desaparecía; te preguntabas donde demonios había ido, así de bajo se mantenía…Los árbitros solían revisar quien era el pitcher de los Senadores,  para ver si les tocaba arbitrar detrás de Casanova”.
   A medida que avanzó la semana, la salud de Casanova se convirtió en tema de discusión entre las leyendas latinas que se habían reunido en el juego de estrellas. Sus visitas recientes al hospital tenían a muchos consternados y preocupados. Haber hecho el esfuerzo de aparecer en las festividades del juego de estrellas alrededor de sus amigos, había pasado la factura. Fue hospitalizado esa noche con problemas respiratorios.
   El día del juego de estrellas, varios peloteros retirados acordaron visitar a Casanova en su casa, había sido dado de alta el día anterior. Llegué con Cholly Naranjo temprano en la tarde, pero Casanova lamentó que no estuviera disponible para recibir invitados ese día.
   Cuando recibí la llamada hace pocos días acerca de que su situación era grave, muchos pensamientos y memorias me llegaron desde los últimos ocho años. Pensé en su gran corazón y su generosidad para compartir sus conocimientos y su amor. Allen habló con Casanova hace unas semanas, y Casanova admitió que su condición había empeorado. Compartieron la misma despedida de siempre, una sonrisa del cariño fraternal que ha persistido por medio siglo.
    “Hablé con él hace dos semanas y me dijo que no se sentía bien”, dijo Allen. “Eso fue impactante. Prometí que estaría en contacto con él a menudo. Había una frase con la que siempre nos despedíamos, a través de los años, él siempre terminaba con ‘Te quiero mucho hermano’, y siempre fue así”.
    Así es como recuerdo a Paul Casanova. Un espíritu tan expansivo y completo que atraía amigos desde lejos, con la fuerza para mantenerlos juntos a través del tiempo, la edad y la distancia.
    Él fue nuestro hermano, el hermano de todos, y será extrañado cariñosamente.

 Traducción: Alfonso L. Tusa C.

 Nota del traductor. Debido a la potencia de su brazo Casanova era conocido como el “rifle 30-30” en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Vino a la LVBP por primera vez en la temporada1965-66 con los Tigres de Aragua y repitió con ellos la siguiente zafra. Ese año fue tomado como refuerzo por los Leones del Caracas y largó aquel legendario cuadrangular ante los Tiburones de La Guaira en la final de la 1966-67. A partir de la temporada 1968-69 y hasta la 1974-75, Casanova vistió la camiseta de La Guaira. Fue dueño junto a Pat Kelly (su compañero de equipo en La Guaira) de la discoteca La Pelota en la avenida Casanova de Caracas a principios de la década de 1970. Si Casanova tuvo un restaurant en La Guaira llamado La Pelota, lo desconozco.

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