domingo, 11 de febrero de 2018

Las deudas de la LVBP Ignacio Serrano


El emergente

Columna publicada en El Nacional, el domingo 11 de febrero de 2018. 


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1. Televisar todos los juegos. La promesa tiene casi cinco años. Oscar Prieto Párraga se propuso lograr durante su presidencia que todos los encuentros fueran transmitidos. No se puede negar el avance, un éxito indiscutible que se vincula con la venta de los derechos de transmisión a una empresa que, a su vez, administra la grilla y negocia con las demás televisoras, sin que quedemos atados en exclusiva a una estación o dos, como fue hasta hace algún tiempo. Excelente. Pero la promesa sigue por cumplirse. Ni el desafío se ha completado ni puede estar contenta la fanaticada que se ha quedado esperando más de una transmisión. En la campaña 2017-2018 fue especialmente severo el caso de los cotejos en el Stadium Nueva Esparta. Es cierto que entre las enormes dificultades que sufrimos en Venezuela se encuentra el grave problema de los traslados, especialmente por vía aérea o marítima. Pese a ello, nuestro beisbol clama por la palabra empeñada y que, en el más limitado de los casos, todos los choques, sin excepción, estén disponibles vía internet, dentro y fuera del país. ¿Ocurrirá en la 2018-2019?

2. Fortalecer el antidopaje. La LVBP está dirigida por personas honorables, de gran reputación y trayectoria. Lo ocurrido a mediados de campeonato, terminando con la renuncia de la Comisión Antidopaje, obliga a rescatar el viejo refrán de los tiempos romanos: la esposa de emperador no sólo debe ser honesta, lo cual es importante; también debe parecerlo. Ya vendrán más noticias, pero la imagen del circuito sufrió por este impasse, que obliga a un reimpulso vigoroso y firme, que profundice la defensa de la salud de los atletas y el juego limpio.

3. El nivel de competencia. Una cuarta parte de los grandeligas venezolanos se presentó en la justa recién concluida. No es algo achacable directamente a los clubes. La brutal crisis social y económica que sufre Venezuela hizo que hasta algunos peloteros de ligas independientes prefirieran quedarse en el extranjero, temiendo la grave inseguridad personal o las severas carencias de productos y servicios. Esto, claro, impactó también en los importados, y su evolución para bien depende de un amanecer solidario y productivo en la nación que formamos, que aún no se ve y que tanto anhelamos. El público respondió y se jugó buen beisbol, sí, aunque fue imposible compensar totalmente tantas ausencias.

4. La siembra de valores. La violencia volvió a ser protagonista, llegando al punto de ver a peloteros subiendo a las tribunas o increpando a la gente, managers y jugadores abogando por una campaña de concientización, botellas volando hacia el terreno y reiteradas groserías de un sector de la fanaticada contra los protagonistas del pasatiempo nacional. Por años hemos sostenido que la solución está en manos de los equipos, que aún no realizan la necesaria y unánime campaña que permita rescatar lo mejor de la venezolanidad, haciendo de nuestros estadios lo que alguna vez fueran nuestras escuelas o el Metro de Caracas. Finalmente, vimos cómo directivos de una divisa impidieron el acceso a sus asientos a representantes del equipo rival, en represalia por haberlos visto aplaudir un jonrón con natural alegría. Es descorazonador. Nunca tendremos el país que soñamos si los encargados de dirigirlo no dan el ejemplo para bien.


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