Rusia y EEUU luchan, cada
uno a su manera, por recuperar el trono mundial del ajedrez, ocupado por el
noruego Magnus Carlsen. Es una meta deportiva prioritaria para el presidente
Vladímir Putin, pero los tres rusos que han jugado el Torneo de Candidatos en
Berlín han sido superados por un estadounidense de 25 años, madre italiana y
largas estancias en España, financiado por el mecenas Rex Sinquefield. EEUU
logró el oro en la Olimpiada de Ajedrez de 2016, y ahora tiene un aspirante a
emular al legendario Bobby Fischer.
Caruana no da la tópica
imagen del ajedrecista raro, sesudo y arisco. No muestra la explosividad de
Gari Kaspárov ni la petulancia de Carlsen. Es un tipo normal, que saluda a todo
el que conoce, se siente feliz analizando partidas con sus colegas en un bar y
se expresa con sencillez: “Estoy contentísimo. Sobre todo, porque hace solo dos
días, cuando perdí ante Serguéi Kariakin, me vi descartado para el primer
puesto, pero luego he sido capaz de ganar las dos últimas partidas, a pesar de
la gran tensión”.
Kariakin, quien estuvo a
punto de destronar a Carlsen en el duelo de Nueva York de 2016 (el noruego se
impuso en las partidas rápidas del desempate), es la principal apuesta de Putin
desde que dejó su Ucrania natal para hacerse ruso, con el máximo apoyo del
Kremlin. El presidente busca una operación de imagen, curiosamente similar a la
utilización política del ajedrez en la URSS durante más de medio siglo: era el
escaparate para demostrar al mundo la supuesta superioridad intelectual del
comunismo sobre el capitalismo.
Fue Fischer quien rompió
la hegemonía soviética en 1972, en plena guerra fría,cuando
destronó a Borís Spassky, y su triunfo fue muy celebrado en la Casa Blanca. El
multimillonario Sinquefield, de ideología muy conservadora, es ahora quien
persigue un objetivo similar: aunque Carlsen sea el campeón, Rusia sigue siendo
la primera potencia en cuanto al número de jugadores en la élite. Hace unos
años, el mecenas nacionalizó a Caruana, que jugaba por Italia, y al filipino
Wesley So, 7º del mundo, y creo un club de lujo en San Luis (Misuri) con el
ferviente apoyo de Kaspárov, quien emigró de Moscú a Nueva York porque su
radical oposición política a Putin había puesto su vida en peligro.
ampliar
fotoHasta recibir esa oferta de Sinquefield que no
podía rechazar, Caruana vivió cerca de sus entrenadores, en Suiza, Hungría y
España, donde trabajó con el ruso Borís Slótnik. Su ascensión a la cumbre del
ajedrez tuvo su mejor momento, hasta ahora, en 2014, cuando triunfó con gran
claridad frente a los mejores del mundo, incluido Carlsen, en la Copa
Sinquefield, en San Luis.
Su rendimiento desde entonces
ha sido irregular, pero casi todos los expertos consultados por EL PAÍS
coinciden ahora en que será un rival muy duro para Carlsen, quien le felicitó
de inmediato el martes y coincidió con ese pronóstico. Caruana tiene un estilo
universal; puede arriesgar mucho o jugar más conservador; está muy bien
preparado; y ha dado muestras de tener unos nervios de acero, como indican esas
dos victorias en las últimas rondas de Berlín.
Los grandiosos sueños de
Sinquefield empezaron a cumplirse en 2016, cuando Estados Unidos ganó la
medalla de oro en la Olimpiada de Ajedrez, en Bakú, por primera vez desde 1976
(ese año no jugó la URSS) por delante de Ucrania y Rusia. Y se completarán si
Caruana destrona a Carlsen, de 27 años, considerado por muchos como el mejor de
la historia.
Y, para escarnio de
Putin, Kaspárov desempeña un papel importante en ese proyecto, y supervisa el
entrenamiento de los jóvenes talentos estadounidenses, siempre bajo el
mecenazgo del millonario. Lo que dijo el martes por la noche no deja dudas
sobre su alegría: “Contrariamente al esplendor de Fischer, que era un
autodidacta, el logro de Caruana al convertirse en el retador de Carlsen corona
la gran mejoría del ajedrez estadounidense en el último decenio. Oro olímpico y
muchas medallas de nuestros juveniles e infantiles. ¡Es el espíritu de San
Luis!
Todo indica que el duelo
Carlsen-Caruana, del 9 al 28 de noviembre en Londres, será apasionante para
millones de aficionados de todo el mundo. Y con un trasfondo muy peculiar: lo
organiza World Chess, una empresa de claro perfil ruso con patrocinadores muy
cercanos a Putin. Pero no habrá ningún ruso en el escenario, sino un genio
escandinavo frente a un enorme talento ítalo-estadounidense, a quien el dinero
de un ultraconservador potentado de Misuri ha convencido para ser
estadounidense que italiano.
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