Ahora la competición se decidirá en una sede única con formato de grupos y durante una semana.
La lucha contra el paso del tiempo es una pelea que no se puede ganar. Lo saben, aunque lo disimulen, los que tratan de que un cirujano plástico les disimule las arrugas o los padres que asumen la rebeldía de hijos que de golpe se transformaron en adolescentes. Y quienes tampoco pudieron hacerse más los distraídos fueron los dirigentes de la Federación Internacional de Tenis, que se decidieron finalmente a dar un volantazo y aplicar un nuevo formato a una Copa Davis que, de otra manera, parecía encaminarse a la extinción. Una revolución, al cabo, después de 118 años de disputa de la llamada Ensaladera -que en realidad es una ponchera- por eliminación directa. Y que viene respaldada por una promesa de inversión de 3.000 millones de dólares en 25 años.
Pese a la oposición de asociaciones de mucho peso, este jueves se aprobó en la asamblea en Orlando de la Federación Internacional de Tenis, con el 71,43% de los votos, la reforma drástica que impulsaba el grupo Kosmos, que tiene como cara visible al defensor del Barcelona, Gerard Piqué. Así, la ronda final de la Copa Davis se jugará, en lugar de las cuatro series distribuidas a lo largo de la temporada y en condición de local y visitante, durante una sola semana (la 47, a fines de noviembre y posterior al Masters de Londres) en una sede única que cambiará cada año, y para la que en la primera edición suenan fuerte Lille y Madrid. Serán 18 los equipos que participarán de esa instancia: cuatro, los semifinalistas de la edición anterior; otros doce resultarán de una eliminatoria que se jugará entre enero y febrero, en la semana posterior al Abierto de Australia; y los dos restantes serán invitados.
Los 18 conjuntos se distribuirán en seis grupos de tres. Las series serán de tres partidos, con dos singles y un doble que se jugarán a tres sets, y de allí se obtendrán los clasificados a cuartos de final: serán los primeros de cada grupo más los dos mejores segundos. Las posiciones se definirán primero por partidos ganados, luego por porcentaje de sets y por último por porcentaje de games ganados. Y como los dos peores de estas zonas caerán a la zona I de su continente, la posibilidad del descenso será lo que deberán cuidar quienes queden rápido sin chances de pasar de ronda.
Como pasa con todos los cambios fuertes, enseguida aparecieron las voces en contra. En general, apelaron a la tradición y sentenciaron que la reforma significaba la muerte de la Copa Davis. Algo que se encargó de expresar sin medias tintas un personaje con mucho peso simbólico en el tenis británico: Judy Murray, madre de los escoceses Andy y Jamie además de entrenadora. “Aquí yace la Copa Davis. 1900-2018”, rezaba sobre una lápida imaginaria el mensaje que reprodujo en Twitter. También hubo fuertes reclamos desde Australia, donde la Federación local impulsaba además el regreso de la Copa del Mundo, que aspiraba a competir con la Davis desde enero de 2020. “Esto solo se trata de una toma de dinero”, aseveró Lleyton Hewitt, ex número 1 del mundo y actual capitán del equipo australiano.
Es inevitable que el cambio genere nostalgia por lo que ya no volveremos a ver: el aliento desenfrenado del público local, como el de 2009 en la traumática final de Mar del Plata; la hazaña de levantar la Copa contra todo en territorio ajeno, como en 2016 en Zagreb. Pero también es cierto que el formato actual era cada vez más expulsivo para las grandes figuras del circuito. Como Juan Martín Del Potro, que de todas maneras ya advirtió que aunque cambie el formato considera a la Davis “parte del pasado”. O como Roger Federer, que salvo excepciones apenas jugaba los repechajes para mantener la categoría.
“No sé si el cambio es bueno o no. Lo que sé es que asociaciones como la argentina necesitaban ingresos más importantes por esta competencia, igual que los jugadores que la juegan”, disparó Guido Pella, apuntando a un tema central que tiene mucho que ver con el apoyo que le dieron a la reforma muchos países, entre ellos Argentina. Ahora la AAT percibiría US$ 300 mil solo por participar en la Davis -además de un acuerdo para que la FIT destine US$ 200 mil al área de Desarrollo-, mientras que los jugadores recibirían US$ 600 mil. Todo, contra un global de US$ 165 mil que se percibía previamente.
El dinero no moverá montañas, pero la aspiración es que esos US$ 3.000 millones de inversión que promete Kosmos (el presidente de la ITF, David Haggerty, afirmó que habrá US$ 25 millones anuales para que las asociaciones inviertan en apoyo a su tenis local) sí sirvan para recuperar a las grandes figuras que le den a la Davis, más allá de las pasiones que generó y generará, el brillo perdido. Eso que no se puede mantener solo con la nostalgia, por mucho que duela.
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