Luis
Enrique resuelve su primera alineación trazando un camino que remite más a Luis
Aragonés que a Lopetegui y derrota a Inglaterra en Wembley (1-2) con goles de
Saúl y Rodrigo
Rodrigo supera a la defensa inglesa y al guardameta Pickford en la acción que supuso el segundo gol de España en Wembley CATHERINE IVILL GETTY |
DIEGO TORRES Londres .- La
Roja derrotó a Inglaterra en Wembley pero el resultado no fue lo más
importante. Pocas decisiones en la historia reciente del fútbol español han
tenido tanto peso como la primera alineación de Luis Enrique. Después de cinco
años de deterioro progresivo del estilo que situó a la selección a la
vanguardia mundial, la esperanza del retorno a la grandeza se disipaba. Es
ilusorio que el fútbol ofrezca posibilidades infinitas solo porque el
calendario prevé infinitos partidos futuros. Las generaciones se agotan, las sociedades
cambian y las ideas pierden fuerza. El nuevo seleccionador se encontraba ante
un camino que se bifurca. Reincidir en la mezcla emprendida por Del Bosque,
Lopetegui y Hierro y afrontar un largo invierno nuclear, o devolver al equipo a
la senda emprendida por Luis Aragonés en 2007. La presentación en un partido
oficial contra el cuarto clasificado del Mundial no ofrecía más salida que
poner las cartas boca arriba. La respuesta fue la más difícil y la más
acertada. Desde 1981 no ganaba España en el santuario del fútbol inglés. Lo
consiguió bajo una lluvia de centros de un rival vigoroso pero atropellado.
Gracias a dos paradas de De Gea y a la anulación discutible de un gol de
Wellbeck.
Eliminar
al punta de referencia y situar a Aspas en el área fue la declaración de
intenciones más trascendental que tomó Luis Enrique. Colocar a Rodrigo como
extremo derecha y a Isco pegado a la raya izquierda —obligado a recibir arriba—
profundizó en la idea. La segunda medida en la escala de relevancia, fue
apostar por Busquets, Saúl y Thiago, los centrocampistas más ágiles que ofrece
la larga nómina española cuando se trata de confrontar rivales replegados.
La
defensa inglesa, tan laureada en Rusia ante selecciones sin creatividad, se
mostró desorientada. La riada de gente capaz de controlar y pasar rápido en
espacios reducidos obligó a Stones y Maguire a retroceder y a perder el hilo
del juego hasta que la pelota no pasó por Kane, cosa que sucedió siempre como
por casualidad.
El
partido obligó a un ejercicio de aprendizaje rápido a los españoles, que
formaron tres líneas inéditas de defensas, volantes y delanteros. También los
forzó a rebelarse. A los 10 minutos Inglaterra se adelantó en un contragolpe.
El balón dividido que perdió en el círculo central Thiago ante Henderson acabó
en los pies de Kane, que no tardó en encontrar el hueco y el pase largo. Shaw
colgó el centro y Rashford remató a bocajarro. El desajuste en la línea de
zagueros de España fue evidente. Los muchachos se están aclimatando.
Es
incierto que los equipos puedan jugar a una cosa y a la contraria. No existe
uno solo del que se pueda decir que ganó un Mundial jugando alternativamente a
tener el balón o cediéndolo para contragolpear. España intentó esta pirueta
desde 2014 con los resultados conocidos. Diego Costa, un nueve</CF>
extraordinario para correr por las grandes praderas, sucumbió ante la necesidad
de hacer combinaciones rápidas de toques y desmarques. Luis Enrique sospecha
que necesita otra cosa. Sus primeros titulares en el ataque le ofrecieron
movilidad. A los dos minutos del gol de Rashford, la dinámica dio sus frutos.
Fue Carvajal el responsable de la rebelión. En un rapto de coraje, el lateral
arremetió por la banda, se fue de Shaw y se asoció con Rodrigo mientras Aspas
arrastraba a los centrales al primer palo y abría un espacio precioso. El
centro de Rodrigo cayó en tierra liberada. Ahí apareció Saúl con la convicción
del especialista. Saúl imaginó muchas veces que metía goles de esta especie. En
Wembley inauguró su cuenta personal. El 1-1 convalidó el dominio. Rodrigo
sorprendió a la defensa inglesa a la salida de una falta para meter el
definitivo 2-1.
Durante
una hora Inglaterra vivió sometida. Tuvo mérito. Nada es más difícil que hacer
lo que pretende España. El Mundial fue una procesión de pragmáticos que
apostaban por la simplificación y renunciaban al control del balón como quien
se quita un peso de encima. Triunfaron, como casi siempre, y contra corriente
cobra valor la intención de Luis Enrique. Sin apenas entrenamientos para
adiestrar y coordinar una plantilla inédita, los sobresaltos fueron
predecibles. Los cambios de Asensio, Roberto y Martínez por Isco, Thiago y
Alonso, no ayudaron a que el equipo templara la presión en contra.
El
arrebato final de Inglaterra propició el lucimiento y los accidentes de De Gea.
Con el tiempo reglamentario cumplido el portero descolgó un centro, cayó sobre
Wellbeck y dejó escapar la pelota de sus manos. El delantero del Arsenal la
empujó a la red y el árbitro anuló el tanto. Sobre la bocina, España salió
victoriosa y renovada
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