sábado, 8 de septiembre de 2018

NAOMI OSAKA GANA EL US OPEN ante una desquiciada Serena Williams que llamó "ladrón" al juez de silla






  

A los 20 años logra el primer título de Grand Slam para el tenis japonés

Una intrépida japonesa de 20 años frustró la gran noche de Serena Williams, que terminó desquiciada después de una actitud reprobable. En su primera final de un torneo del Grand Slam, Naomi Osaka venció por 6-2 y 6-4, en una hora y 19 minutos, gracias a una actuación extraordinaria, se hizo con el Abierto de Estados Unidos e ingresó entre las diez mejores tenistas del planeta. Es el primer Grand Slam para el tenis japonés. Williams, que montó un escándalo de proporciones bochornosas por discutir una acción reconocida después por su propio entrenador, deberá seguir esperando para alcanzar los 24 majors de la australiana Margaret Court. [Narración y estadísticas (6-2, 6-4)]
Osaka, que tenía dos años cuando su rival conquistó en Nueva York el primero de sus grandes, se movió ajena al temor que podría imaginarse en una debutante y resistió con actitud zen la atmósfera de beligerancia creada por la rabieta de Serena entre las 25.000 personas que colmaban la Arthur Ashe. Su tenis, que ya había cautivado a lo largo de la meteórica trayectoria en el torneo, mantuvo el vuelo en el momento más difícil. Al igual que sucediera hace dos meses en Wimbledon, cuando se vio superada en la final por Angelique Kerber, Serena volvió a quedarse en la orilla en su intento de situarse la vera de Court en la orla más distinguida.
La colosal irrupción de Osaka en la élite quedó enturbiada por quien fuera su referente en la infancia, que perdió la cabeza tras recibir una amonestación después de que Patrick Moratoglou, su técnico, la diese instrucciones desde la grada. Eso sucedió en el primer juego del segundo set. En el quinto, tras ver cómo la japonesa recuperaba de inmediato el servicio que acababa de arrebatarle por primera vez, la hexacampeona en Nueva York lanzó violentamente la raqueta contra el asfalto. Aplicando el reglamento, Carlos Ramos, el juez-árbitro del partido, la castigó con la pérdida de un punto. «No he hecho trampas en mi vida y tienes que pedirme perdón», le recriminó, negando que su técnico la hubiera asesorado desde la grada.
Penalización de un juego
El diálogo se recrudeció tras el descanso del 4-3, ya con un nuevo break y ventaja de Osaka. Ramos elevó la pena y Serena perdió el juego, quedando 5-3 abajo en el segundo set, al borde del abismo. «Eres un mentiroso y un ladrón», le dijo, antes de llamar al referee del torneo, frente a quien esgrimió un discurso victimista de género, apelando a que existía más permisividad con los hombres. «Hay muchos hombres que hacen cosas peores y no les sancionan así». Entre lágrimas, fuera de sí, veía cómo se le escapaba la final.


Serena Williams se encara con el juez de silla Carlos Ramos. JUSTIN LANEEFE

El gregarismo de parte del público en poco ayudó a que se detuviese la bronca. Carlos Ramos recibió continuos abucheos y no apareció en la ceremonia de entrega de premios. Pero lo más triste fue ver a la gran protagonista de la noche, a una muchacha de 20 años que acababa de lograr una soberbia hazaña, también víctima de los pitos de numerosos aficionados. La crónica de su formidable partido de tenis queda así devaluada por el relato obligado de los lamentables sucesos que desató Serena Williams, quien trató de redimirse después, ya al lado de la campeona, reclamando a la grada los honores que ésta merecía.
Tras su explosión esta temporada con la victoria en el Premier Mandatory de Indian Wells, Osaka aún tenía pendiente refrendar su valor en un torneo de rango mayor. Lo hizo en una actuación soberbia, ante una Serena desconcertada y errática, que cometió seis dobles faltas y un total de 21 errores no forzados. La japonesa residente en Florida logró quebrarle el servicio en dos ocasiones en el primer set y neutralizó en este parcial las dos únicas amenazas sobre su propio saque para situarse con ventaja.
Rápida de manos, vibrante en cada una de sus acciones, tan presta a tomar la iniciativa como a la hora de defenderse de las acometidas de Serena, Osaka derrumbó las pretensiones de la norteamericana, poco certera con el primer servicio. El precedente de su único enfrentamiento, con victoria cómoda de la japonesa en primera ronda de Miami, parecía carecer de excesiva relevancia. La estadounidense, que el día 26 cumple 37 años, disputaba entonces su segundo torneo oficial tras dar a luz en un delicado parto a su hija Olympia en septiembre de 2017. En Nueva York, Osaka demostró que aquello era más que un indicio. Mantuvo el pulso ante la atmósfera candente provocada por la rabieta de Serena y levantó su primer grande demostrando. De seguir así, no será el último. Difícilmente volverá a encontrarse con un espectáculo tan lamentable.


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