lunes, 24 de septiembre de 2018

RIVER HUNDIÓ A BOCA EN EL CUPERCLÁSICO ARGENTINO Por Daniel Lagares / Clarín

River se llevó el Superclásico con justicia y le sumó más dudas a Boca

Los golazos del Pity Martínez y de Nacho Scocco cayeron en los momentos justos.




El Superclásico cayó en mala fecha. La sexta fecha de la Superliga no define posiciones pero hay que jugarlo y más que ganarlo, no hay que perderlo. Encima, en la bitácora de Boca y de River está la Copa. Es el premio mayor que promete un all inclusive en el viaje al paraíso del reconocimiento internacional. Queda una semana para que Boca vaya a Belo Horizonte y para que River se juegue el pasaje en casa ante Independiente. En ese contexto, evitar una derrota es un triunfo, así que “ganar como sea”, según la plegaria pagana de estos tiempos futboleros, se diluye.
River se llevó el partido, con justicia incuestionable, tal vez más de lo que iba a buscar a la Bombonera. Y a Boca se le le hizo más hondo el mar de dudas por donde navega su juego. El plus es lo anímico, con la Copa a la vista.
Sucedió, como a veces sucede, que cuando la pelota corre, las presunciones mueren por las circunstancias del juego. Los golazos del Pity Martínez y de Nacho Scocco cayeron en los momentos justos.
El primero fue la confirmación del mejor momento de River porque manejaba bien la pelota y construía espacios siempre bien aprovechados por la movilidad de Borré, Palacios y Pratto.
El segundo fue el nocaut al empuje de Boca en el primer cuarto de hora de la segunda parte cuando a fuerza de correr y despabilarse de la pasividad del primer tiempo, había encerrado a River en su campo y le había creado algunas situaciones. Inclusive esa mano penal de Ponzio no sancionada, inmediatamente después del reclamado penal inexistente de Montiel a Benedetto. Difícil reponerse aunque se vista una camiseta con mística.
El minuto 18 mostró de qué iban Boca y River. El Pity Martínez le metió un caño antológico a Jara, quien lo barrió sin clemencia. Amarilla para el lateral y ratificación del estado de gracia de Martínez, símbolo de lo que pasaba por la cabeza de los jugadores de River. Salió la falta, Boca recuperó la pelota enseguida y Benedetto pateó al arco desde su propio campo. Obviamente desviado. Eso era Boca. Aquello era River.
Si las formaciones son el mensaje de lo que pretende un técnico, quedó claro qué pensaban Guillermo y Gallardo. Luego, desde el resultado, pueden confirmarse esas intenciones. O no tanto, como ayer. River jugó mejor y a casi igualdad de situaciones, acertó con los golazos de Martínez y Scocco. A los cinco minutos Benedetto había mandado un misil que Armani cacheteó al córner. Todo pudo ser al revés, debe decirse. Además, ¿qué hubiera pasado si Vigliano daba el penal por mano de Ponzio cuando había sólo un gol de diferencia? Imposible saberlo, pero es saludable tenerlo en cuenta. La chapa final suele justificar cualquier cosa.
Gallardo apeló a lo mejor que tiene, pero no fue el River de presión asfixiante que dislocó a Racing, por ejemplo. O el de la misma intensidad que puso en aprietos a Independiente. Jugó con un cambio menos, apoyado en un doble cinco de contención declarado con Ponzio-Pérez. La dupla, al fin de cuentas, cerró la puerta del fondo para que los cuatro rapiditos trataran de divertirse adelante. No hubo floreo, sobró eficacia ante un Boca sobre el que habría que hacerse muchas preguntas: ¿a qué jugó?, ¿a quiere jugar? La sensación es que Guillermo armó el equipo del Superclásico pensando en la Copa. ¿O Tevez es titular?, ¿Cardona y Zárate son titulares?, ¿Almendra está para bancarse estos duelos?, ¿Pablo Pérez fue al banco porque está al borde de la exigencia física? Si es así, ¿por qué fue tenido en cuenta como variante?
Y luego, el juego. Si hubo batalla táctica, la ganó Gallardo. Primero desde esa doble contención, después tirando a Pratto a cubrir las trepadas de Más sin que se le cayeran los anillos, ni a Gallardo ni al esforzado Pratto. Después, con Pity afuera, cambió de banda de Pratto. Jara ya había sufrido con Martínez y ausente el Martínez, la pelota la iban a manejar Quintero y Palacios. El ingreso de Cardona (o el retiro de Nandez al fondo tras su inoperancia como volante) fue el combustible del renacimiento de Boca en el primer cuarto de hora de la etapa final. Fue el lapso en el que Tevez dio el resto. Y en el que creció Almendra para no dejar tan solitario y expuesto a Barrios. Pero Benedetto siguió perdiendo con Pinola o Maidana. Tarde fue el ingreso de Zárate, apenas antes del gol de Scocco. Para la foto final, la atajada de Armani a un cabezazo de Mas. Una anécdota. No cambiaba nada. Lo que había que hacer, ya estaba hecho

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