martes, 17 de septiembre de 2019

FATI Y EL NUEVO MESSI por Juan Manuel Rodríguez

 


El Barcelona necesita otro Messi, pero Messi es lo que es por lo que hace sobre el terreno de juego. Sinceramente no creo que a un chaval se le pueda catalogar de genio por tres cuartos de hora. Ni de genio ni de lo contrario. Sobre todo porque, aunque ahora aparezca sin presión, me parece que ésta irá surgiendo poco a poco. 
Fati y el nuevo Messi

Juan Manuel Rodríguez
DELTOROALFINFINITO.COM

Pues a mí no me parece que el hecho de que el hermano de Leo Messi sea el representante de Ansu Fati sea precisamente algo circunstancial o accesorio sino algo fundamental, esencial. No quiero decir que Fati sea malo, no. Y, pese a que algunos quieren convertirlo ya en el sucesor de Leo y próximo Balón de Oro, tampoco tengo el criterio suficiente para saber (o más que para saber, para vaticinar) si este crío llegará o no a convertirse en una superestrella, pero del mismo modo que una sugerencia de Lim acerca de la necesidad de darle el relevo a Kang in Lee y a Ferran Torres puede ser interpretada como una orden, el hecho de que a Fati lo represente el hermano de Messi, que algo manda en el Barcelona, también puede ir en la misma dirección. Repito: no sé si, como dijo anoche mi amigo Jorge D'Alessandro en El Chiringuito, este chico está tocado por los dioses, ni tampoco sé si esos dioses son Thor y Odín o Baco y Zeus, pero creo sinceramente que a Fati le han apupado a los altares y ha pegado este estirón por la mediación del clan Messi y, también conviene tenerlo en cuenta, por la necesidad que el entorno, y ahí incluyo por supuesto al periobarcelonismo, empieza a tener por encontrarle un sucesor a Leo.

El otro día Ernesto Valverde decía, a propósito de este chaval, que la pelota iba a crecer mucho, y lo decía adelantándose a las circunstancias y porque quien se va a encargar de pinchar esa pelota va a ser justamente él. Porque, y quizás habría sido conveniente empezar por ahí, lo más probable es que, por muy bueno que sea y por muy bien que lo haya hecho en sus primeros partidos, lo cierto y verdad es que Fati... no va a jugar. No va a jugar porque lo van a hacer Messi, Suárez y Griezmann, que es lo natural, y porque, por delante de él, está también el díscolo Dembélé. O lo que es lo mismo, y deseándole por supuesto toda la suerte del mundo para el futuro, Fati puede ser otro Riqui Puig, un genio de la lámpara, un crack, otro que iba a poner en pie la grada del Camp Nou... pero que con veintiún años sigue jugando en el filial porque la dirección deportiva decidió tapiar su progresión trayendo a un holandés de su misma edad pero setenta millones de euros más caro. ¿Por qué Puig no y Fati sí?

El Barcelona necesita otro Messi, pero Messi es lo que es por lo que hace sobre el terreno de juego. Sinceramente no creo que a un chaval se le pueda catalogar de genio por tres cuartos de hora. Ni de genio ni de lo contrario. Sobre todo porque, aunque ahora aparezca sin presión, me parece que ésta irá surgiendo poco a poco. La prueba del algodón para él será el día, que llegará, que piense en lo que le está pasando, lo razone y comprenda que está jugando en el Barcelona. Su prueba del algodón será cuando no sólo sea el niño simpático y con desparpajo sino que tenga que decidir sobre el campo y en un partido de cuartos de Champions. Ese día sabremos si Fati es o no es y, parafraseando a D'Alessandro, si está o no está tocado y por qué dioses del Olimpo. Fati, en fin, es fruto de las circunstancias. Fati está jugando porque no lo están haciendo por problemas médicos ni Messi ni Suárez. El día que ellos vuelvan no jugará y, eso sí, a diferencia de Puigel ángel caído, no me cabe la menor duda de que la mediación de su famoso representante servirá para que el chaval esté arropado y bien asesorado. Tiempo, lo que necesita Fati es tiempo. Tiempo de cocción, como diría Lopetegui. Tiempo como Vinicius. Y que le quiten la mochila que unos y otros le han colgado a la espalda... por la necesidad perentoria de encontrar cuanto antes al nuevo Leo Messi. Porque Messi hay uno y con él se rompió el molde.

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