viernes, 3 de abril de 2020

GOYO BENITO, LEYENDA DEL MADRID Un hombre de un solo club, el Real Madrid, con el que ganó seis Ligas y Cinco Copas

"Por favor, no me pegue más" y otros inolvidables momentos de Goyo Benito, una leyenda del Madrid

CARLOS TORO / El Mundo
Un bigote, una densa, copiosa, impenetrable melena negra a la que mantenía ordenada su propio espesor. Un pelazo que le comía la cara y parecía capaz de partir las púas del peine que osase intentar domarlo. Gregorio Benito Rubio. Un león. Un ciclón. Un defensa central rápido, duro, inclemente, "racial". Un hombre de un solo club, el Real Madrid, con el que ganó seis Ligas y Cinco Copas. Un histórico. Un mito. Goyo Benito... Desde hace años devastado por el Alzheimer, con su salud menoscabada por otras patologías, ha fallecido en Madrid a causa del coronavirus, en una residencia en la que también se han producido otras muertes. 
Nacido en Puente del Arzobispo (Toledo) el 21 de octubre de 1946, llegó al Madrid en agosto de 1964, con 17 años, procedente de los Salesianos de Atocha y del Sabio. Físicamente era un huracán y una roca. El club lo cedió al Rayo Vallecano y lo incorporó en 1969 a la primera plantilla para discutirles el puesto a Pedro de Felipe y Fernando Zunzunegui. Ninguno está ya en este mundo.
Debutó, sin embargo, como lateral izquierdo el 26 de octubre del 69 frente a la Real Sociedad. Su compañero de banda era, ya con 36 años y seis Copas de Europa, Gento, a quien el joven debutante trataba con obediencia debida y respeto reverencial. "Cortita y al pie, chaval". "Como usted diga, don Francisco".
El chaval, que rápidamente perdió la frecuente timidez del novel que llega a Chamartín y pisa su vestuario y su césped, no lucía descollantes dotes técnicas. No sacaba limpia la pelota ni destacaba en los pases y los centros. Pero iba a los cruces como un rayo y, aunque de estatura normal, exhibía un poderoso salto de cabeza. Desconocía la floritura, pero no la contundencia. Se enredaba en los regates, pero no en los despejes. Era rudo. Era valiente. Era elástico. Tenía sentido de la anticipación. Era claramente un central. Un "stopper". Así lo vio Miguel Muñoz, que dio la carta de libertad a De Felipe y ya colocó para siempre al nuevo en su puesto.
El Bernabéu aprecia por gusto y tradición la exquisitez, pero sobre todo la entrega y la honradez profesional. Pertrechado por naturaleza con esas virtudes, Benito conectó en el acto con la hinchada, que disfrutó sus duelos con los grandes delanteros de la época: Gárate, Diarte, Heredia, Ocampos, Rubén Cano... También con Cruyff, cuando pasaba por su zona. Y con el sevillista Biri Biri, que en cierta ocasión llegó a suplicarle: "Por favor, no me pegue más, señor Benito".
El "señor Benito", en efecto, pegaba mucho. Pero también, en su fogosidad asumía riesgos. Sufrió, amén de algunas fracturas de costillas y dedos ocho operaciones (cinco de rodilla, una de tibia y dos de nariz). Y, el 23 de abril de 1980, ante la benevolencia arbitral, un aluvión de golpes por parte de Hrubesch, el gigantesco ariete del Hamburgo. Por un arriesgado exceso de honradez por el que pidió perdón a los compañeros y la afición, Benito jugó lesionado en la rodilla. Trataba también de ayudar y proteger a su inexperto compañero Sabido.
Hrubesch destrozó al Madrid. El equipo encajó un 5-1 y se quedó fuera de una Copa de Europa cuya final iba a disputarse en el Bernabéu. Si aquel fue un partido especialmente doloroso para Benito, el disputado el 7 de noviembre de 1979 en el Bernabéu, en la vuelta de octavos de la Copa de Europa, tuvo mucho de compensación previa. El Madrid había perdido, en Das Antas, 2-1 frente al Oporto. A falta de un cuarto de hora para el final, Benito, que, además, había anulado a Gomes, un soberbio 9, conectó un cabezazo que batió a un Fonseca que lo había parado todo hasta entonces. El Madrid pasó la eliminatoria. 
A pesar de su potencia de salto, Benito sólo marcó tres goles en sus 420 partidos oficiales con el Madrid. Empleaba la cabeza exclusivamente a título defensivo, quizás porque a la fuerza no unía la habilidad. No solía acudir a los saques de esquina. Era un central defensivo puro. Sólo él y Pirri poseen la Laureada de Oro y Brillantes madridista.
Benito fue internacional absoluto en 22 ocasiones. No llegó a jugar un Mundial. Según él, fue desestimado por Kubala para acudir al de Argentina "porque ya había demasiados jugadores del Madrid y me tocó la china". Casado y con tres hijos, cuando dejó el fútbol en 1982, invirtió en dos pubs. Fue relaciones públicas del club y trabajó en la secretaria técnica del Rayo cuando su amigo Camacho ocupó el banquillo vallecano.
Es un nombre que deberá recibir su doliente minuto de silencio cuando se reanude el fútbol y hayamos exterminado el virus que nos lo ha arrebatado.

 

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