lunes, 14 de septiembre de 2020

LA GESTA DE ANTONIO GÓMEZ En Los Ángeles, California Por Alfonso L. Tusa C.


Desde finales de 1969 y durante la primera mitad de 1970, el rumor de los corrillos boxísticos en Venezuela exaltaba la épica de Alfredo Marcano ante el mexicano Ricardo Arredondo ante quién perdió y ganó dos disputadas decisiones  y ante otro manito: Ray Vega con quien también intercambió victoria y derrota por decisión, los últimos cartuchos de Carlos Morocho Hernández, la seguidilla de triunfos de Vicente Paul Rondón, los enfrentamientos de Betulio González y Félix Márquez, el lamento por el deceso de Cruz Marcano en un accidente automovilístico, pero el matiz de las conversaciones tomaba otro tono cuando hablaban de Antonio Gómez, el púgil cumanés venía en una avanzada incontenible que hacía preguntarse a muchos porque aún no peleaba por la diadema mundial. Algunos decían que tanto el campeón del CMB, Kuniaki Shibata, como el del AMB, Shozo Sayjo, temían enfrentarse a Gómez, sin embargo este seguía subiendo en la clasificación de los pesos pluma.

   Aquella noche del 5 de septiembre de 1970, abuelo como nunca se sentó a ver un programa de variedades musicales conducido por Amador Bendayán  denominado “Sábado Espectacular”. Temprano en la tarde lo había escuchado hablar de un tal Antonio Gómez y de lo que estaba haciendo en Los Angeles, en Estados Unidos. “¡Vamos a ver si es verdad que ha mejorado tanto! Porque las peleas que he visto de él son fastidiosas, si, tiene buena esgrima, pasa golpes, pero no pega duro, le cuesta mucho tumbar a los rivales”. Cuando dieron las nueve y media de la noche, abuelo bostezó y dijo que esa pelea como que iba a ser de madrugada. Luego Amador anunció que ese día iban a despedir el programa un cuarto de hora antes porque había un compromiso deportivo del canal RCTV. Aun pasaron otros veinte minutos de comerciales y los comentarios de Guillermo Vílchez, Miguel Thodee  y Carlos Tovar Bracho. Hablaban de la seguidilla de once victorias desde que había perdido con Gustavo Briceño el 4 de noviembre de 1968.

   En lo que iba de 1970, Antonio Gómez había enfrentado a Gil Noriega el catorce de febrero en el Forum Inglewood de Los Angeles, California, en el programa donde el campeón mundial welter José Ángel Mantequilla Nápoles defendió su título ante Ernie López.  Gómez salió con sus mejores herramientas a boxear y en el séptimo asalto tumbó a Noriega y logró adjudicarse el triunfo por la vía del nocaut. Entonces empezaron a llamarlo “el noqueador de Los Angeles”. El catorce de abril continuó su tráfago hacia lo más alto de la clasificación del peso pluma, entonces enfrentó al mexicano Memo Morales en el Auditorio de Tijuana, México. Morales había vencido al campeón nacional pluma venezolano, Cruz Marcano hacía dos meses (20 de febrero). Gómez salió disparado a castigar a Morales y lo fulminó en tres asaltos con lo cual vengaba a su paisano y seguía ascendiendo. El rumor de una inminente pelea ante cualquiera de los campeones mundiales crecía mucho.

   El 4 de junio regresó a Los Angeles para enfrentar a Antonio Hernández y se fajó con él en diez asaltos que arrojaron como resultado una decisión a favor de Gómez. Eso sirvió la escena para el enfrentamiento ante Fernando Sotelo un púgil de gran desempeño que venía embalado en la categoría pluma. En esa ocasión se disputó por primera vez el campeonato peso pluma del estado de California. Gómez se ganó ese derecho mediante las tres victorias obtenidas en territorio californiano. Durante los primeros asaltos Antonio Gómez se mantuvo estudioso, cauteloso, muy analítico, mientras que Sotelo amenazaba con tomar la iniciativa con sus constantes amagos de jabs al rostro y el plexo solar. Abuelo empezó a lamentarse en su mecedora y hasta amenazó con irse a dormir. “¡Eso es lo que no me gusta de ese boxeador, es muy frío, muy calculador, en el boxeo si te quedas mucho, te dan un trancazo y se acabó la pelea!” Sin embargo de todos los golpes de Sotelo apenas si uno o dos habían llegado a su meta.

   Antonio Gómez avanzaba monótono pero elegante, calculador pero con mucha técnica, cauteloso pero constante. Pronto llevaba a Sotelo contra las cuerdas y allí se fajaba con él y lo mareaba con sus fintas de cintura y sus juegos de piernas además de unos ganchos relampagueantes que se encajaban en las costillas. En algunos pasajes de la pelea Sotelo contrarrestaba a medias y Gómez debía retroceder, no por temor sino para rediseñar su ataque, eso era lo que disgustaba a abuelo: “¿Por qué tiene que ser tan detallista? Él puede rematar ahí y acabar con la pelea de una vez. Le encanta complicarse la vida”. Cada uno de los intercambios de golpes en el medio del cuadrilátero, o sobre las cuerdas, o en las cercanías de las esquinas terminaba con Gómez llenando de impactos el plexo y el rostro de Sotelo. No lo arrollaba, pero tampoco le daba respiro, aquello parecía una película de suspenso con una intriga infinita de cómo y cuando llegaría el desenlace.

   Sotelo de vez en cuando reaccionaba con impactos a la región pectoral que detenía temporalmente a Gómez y lo hacían retroceder como urdiendo otra estrategia, otro camino, otro plan que desconcertara al mexicano. Esos eran los momentos que más exasperaban a abuelo, se levantaba de la mecedora mascullando maldiciones y se iba hasta la cocina. Cuando pensaba que se había olvidado de la pelea, regresó con un vaso de guarapo de piña con papelón y casi se atraganta cuando Gómez acorraló a Sotelo y lo atacó con intensidad hasta que el árbitro debió intervenir. El narrador enmudeció por segundos, solo se escuchaba el ruido de fondo del Forum de Inglewood, abundaban las expresiones de asombro y de apoyo desesperado para que Sotelo se saliera de la esquina. Entonces, como pocas veces se había visto, Antonio Gómez remató con toda la decisión e intensidad hasta despachar a Sotelo contra las cuerdas, el árbitro intervino, pero después las combinaciones de Gómez fueron un vendaval hasta el nocaut.

Alfonso L. Tusa C.© 13 de junio de 2020

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario