El equipo de Ancelotti queda empatado con el Barcelona en el liderato a dos semanas del clásico. Benzema falla un penalti y naufragan en el centro del campo Tchouaméni y Ceballos, titulares
El pleno acabaría tarde o temprano, pero es bueno que lo haga cuando quien lo impide lo merece, como lo hizo Osasuna, un equipo de verdad, con norte, sur, este y oeste, que hizo al Madrid sentirse en su casa como en el despertar de una resaca: se tropieza con todo. El día después de la jornada de selecciones tiene algo de eso, pesadote para los grandes. Si además te ponen trampas, se tropieza el doble. El Madrid las eludió con fortuna para empezar, al ponerse por delante en un balón que no tenía el pensamiento del gol, pero acabó de mala manera cuando su estandarte, Benzema, fallaba un penalti en el día de su regreso. Acabó con la fe del converso, Mariano, en el campo. Mal asunto y mal día para perder el liderato, ahora igualado con el Barça de Lewandowski, a dos semanas del clásico.
Al Madrid lo rescató de la empanada un gol que confundió a Herrera y a los jueces, hasta que el VAR y Estrada Fernández dijeron que nada, que no había influencia suficiente de quienes estaban en fuera de juego para justificar la anulación de un tanto que nació como un centro de Vinicius. Cuando alguien está de suerte, le ocurren estas cosas. La suerte, la buena y la mala, pasa por delante de todos. Sólo hay que estar entrenado para aprovechar la primera. Vini lo está. Desde su crecimiento la pasada temporada y el gol en la final de la Champions, ha interiorizado su jerarquía, tan fijo en el ataque como Benzema. Lo único que tiene que hacer es no confundirse ni perder energías en protestas. Últimamente le sucede, se calienta más de lo debido. Ayer, también, y el resultado es que fue a menos en el partido.
EL REGATE DE ABDE
Vinicius tenía una réplica en su rival. Abde, el futbolista cedido por el Barcelona, es de su especie, un regateador puro. Cuando se encuentra a uno de ellos, hay que apostar. Para Joseba Arrasate es como una guinda para su pastel, un pastel consistente. Tácticamente, podemos estar ante uno de los equipos más maduros de la Liga, con ayudas defensivas que cerraron los caminos del Madrid en el ataque posicional. Sólo creó peligro cuando pudo correr, pocas veces, y cuando se equivocó su portero. Arrasate consiguió, además, tener superioridad en el centro del campo, donde el Madrid, sin Modric, no tuvo su rango habitual. Ceballos, que encontraba su oportunidad como titular, se escoró en exceso y no supo poner en valor su visión para filtrar balones. Es un futbolista acostumbrado a tener mucho el balón, a conducir, y eso a veces ralentiza en exceso el juego. Al Madrid le va otra cosa.
Tampoco Tchouaméni se orientó bien, incómodo y con demasiadas pérdidas de balón. Ancelotti no aguantó la hora preceptiva y sustituyó a los dos a la vez, una señal de su insatisfacción. No es habitual en el italiano. El Madrid, hasta entonces, sólo había tenido detalles y un gol, pero el tanto de Kike García, nada más volver tras el descanso, precipitó su decisión. No lo veía nada claro. No lo estaba.
KIKE GARCÍA Y LUNIN
El día que el Madrid perdía a Courtois, debido a un ataque de ciática, es fácil escrutar a Lunin en el gol, pero el remate de Kike García, de espaldas, fue de una dificultad extrema para el portero. Nada, pues, que decir. El mérito es para el delantero, que logró imprimir mucha fuerza al balón con su movimiento de nuca. Kike García es un tanque. Para los rivales buscarlo en el cuerpo a cuerpo es como chocar con una pared de cemento.
Lunin había tenido poco trabajo, apenas una parada con pie a tierra, pese al empuje de Osasuna, que buscó a Abde continuamente. Lo consiguió el hispano-marroquí, pero sin acierto en la definición. Es joven, con mucho tiempo para mejorarla. Si lo consigue, estamos ante un futbolista que dará que hablar.
El empate navarro y los cambios de Ancelotti, en especial Valverde, empujaron a Osasuna a su área, que pasó a defenderse con una línea de seis hombres, ya sin Abde, y dejó a Kike García para buscar el espacio en las contras. En una combinó con Torró, otro hallazgo de Arrasate, pero sin limpieza en la forma de acabar.
El bombardeo, ya con Asensio y hasta Mariano, aunque con poca claridad, encontró solo a Benzema, cuyo movimiento, de calidad, hizo ineludible el penalti. Frente a Herrera, su bestia negra, erró. Extraño pero sintomático del mal día de los suyos. Con uno menos, Osasuna resistió y amenazó. El pleno no se frustró por casualidad.
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