sábado, 17 de diciembre de 2022

MODRIC LE CERRÓ A MARRUECOS SU GRAN AVENTURA MUNDIALISTA



 Marruecos fue emotiva y combativa de principio a fin. El pueblo árabe, unido con la bandera roja como segunda piel, aplaudía a unos futbolistas que no podían celebrar nada, sino buscar justicia en el árbitro qatarí Al Jassim. Fueron ellos unos tipos que convirtieron la hazaña en rutina, y que se dejaron la vida hasta el último minuto de un Mundial en el que acabaron cuartos, la mejor clasificación de siempre de una selección africana en un Mundial. Croacia resistió. Y Modric, subcampeón en Rusia 2018, que aún tiene más fútbol que años, pudo cerrar el círculo mundialista con el tercer puesto.

Los jugador marroquíes llegaron al partido reventados. Los músculos de algunos ya hace días que estallaron. Saïss, su mejor central, cayó lesionado en la semifinal contra Francia; y Ounahi, el chico que ha pasado en año y medio de jugar en la tercera división francesa a convertirse en una de las revelaciones del Mundial, no salió del banquillo hasta que faltaba media hora para el final. Amrabat, el mejor mediocentro recuperador del torneo, pensaba más rápido de lo que corría. Boufal sólo regateaba sombras. Mientras que el portero Bono perdía de repente su fiabilidad y hasta la jugada más tonta pasaba a ser un martirio. A punto estuvo el guardameta del Sevilla de comenzar el partido marcándose en propia puerta. Tiró un pase horizontal y el pie se le retorció de tal manera que el balón afeitó su línea de gol.

Los croatas, al menos, encontraron fuerzas en los relevos ofrecidos por el seleccionador Zlatko Dali. Además, vieron cómo una de aquellas acciones de estrategia que sólo funcionan en los entrenamientos adquiría sentido. La ejecución del equipo balcánico fue armónica. Modric, a quien los marroquíes esperaban en el lanzamiento de la falta, saltó por encima de la pelota. La defensa de Regragui retrocedió entonces mientras Majer, éste sí, colgaba el balón. Pero no al corazón del área, sino a un costado para que fuera Perisic quien ofreciera la continuación hacia la Gvardiol. El fiero central de la máscara demostró estar recuperado de la jugarreta que le hizo Messi en semifinales. Su remate en plancha no obtuvo réplica por parte de Bono.

Pero Marruecos, que durante este campeonato nunca mostró síntoma alguno de rendición, respondió muy rápido. Apenas tardó tres minutos en conseguir el empate. Quien más lamentó la situación fue Majer, que vivió en el estadio Khalifa esa fugacidad del fútbol. El centrocampista se echó las manos a la cabeza al ver lo mal que había rechazado una falta lateral. El balón, así, sólo podía bajar a plomo frente a Livakovic. El portero salió a destiempo ante la satisfacción de Dari, el segundo central que marcaba en la tarde de Rayán. Dari se arrodilló y se puso a besar el suelo ante la explosión de felicidad de la numerosa hinchada marroquí.

 

Los jugadores de Marruecos se quejan al árbitro qatarí Al  Jassim.


PAUL ELLISAFP

Si bien el momentáneo empate calmó durante un largo tramo los ánimos de los jugadores, la calidad técnica croata comenzaba a imponerse. Y así lo confirmó Mislav Orsic, delantero del Dinamo de Zagreb en el que nadie parece reparar, que dibujó un gol de parábola cruzada antes del descanso. El futbolista croata giró el pie derecho con tanta gracia que consiguió que el balón, después de saludar al palo, entrara a cámara lenta en la portería. Ese efecto tan llamativo que advierte de la majestuosidad del golpeo.

Marruecos se pasó el segundo tiempo atacando a los croatas, aunque con una falta de claridad que contrastó con la serenidad con la que los balcánicos se defendieron. Incluso pudo Croacia haber zanjado antes la tarde. Pero Al Jassim, el árbitro de Qatar con el que la FIFA hacía un último guiño a los habitantes del trono, negó un penalti de Amrabat a Gvardiol. Tampoco el VAR opuso nada.

Mientras Marruecos también reclamaba faltas y penaltis de todo tipo, En-Nesyri, el delantero del Sevilla, erraba dos ocasiones que hubieran llevado el partido a la prórroga.

Los futbolistas de Regragui la pagaron con el árbitro, sin reparar en que la historia también era suya. Los croatas abrazaron a Modric. A sus 37 años, con la medalla al cuello, su sonrisa era la de un niño.



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