Beckham contempló resignado a Harry Kane desde las gradas. Inglaterra volvió a tropezar y a despedirse del mundial por el mal endémico de los penaltis. Southgate no pudo redimirse de la pena máxima que arrastra desde la Eurocopa del 96. Esta vez le tocó errar a Kane y en su día también al citado Beckham, que lanzó el esférico a las nubes en el campeonato europeo de 2004. Para el país que inventó el fútbol tiene algo de perverso caer una y otra vez desde la línea de los 11 metros. Qatar 2022 está demostrando lo difícil que es centrar el tiro. Que se lo pregunten a España. O a Brasil.
También es complicado centrar el tiro en lo que se refiere a las emociones y momentos históricos que estamos viviendo. Marruecos, primer país africano en jugar unas semifinales de un mundial, por ejemplo. Su estilo es puro cholismo, no en vano el seleccionador marroquí ha reivindicado a Simeone. Marruecos no ha dejado de creer en su particular fútbol, ese que lo confía casi todo a la defensa y maquilla las carencias con arranques de coraje. Con él han sepultado a «la excepción ibérica».
Ahí están las lágrimas de Cristiano e incluso el recado de Georgina al seleccionador portugués, un señor al que siempre imagino apesadumbrado bebiendo vinho verde y escuchando fados. «No se puede subestimar al mejor jugador del mundo. Tampoco se puede sacar la cara por alguien que no lo merece». Esperemos que al menos Gio se llevase los ibéricos de Graus a Qatar.
Por otro lado, se ha criticado la manera exacerbada de celebrar de los ganadores, especialmente la de los argentinos. No es el caso de Modric, claro. El croata es el arma más poderosa del Real Madrid. Ni siquiera los culés pueden odiarle. Sus gestos dentro y fuera del campo son de tal naturalidad y honestidad que no cabe otra cosa que rendirse ante su verdad. La que demuestra yendo a abrazar a Rodrygo: «Todos fallan, eh. Vas a volver más fuerte. Te quiero, hijo». El padre de Rodrygo, Eric, tiene solo un año más que Modric, por lo que cuando el brasileño llegó a Madrid pronto identificó quién iba a ser su padre en el vestuario. No pudo elegir mejor.
Ver a Luka Modric celebrar es ver el triunfo de un talento silencioso, que no hace aspavientos ni necesita reivindicar su ego frente a mediocres. Lo demuestra en el Real Madrid, donde siendo uno de los mejores jugadores del mundo y, consciente de su edad, le propone al club renovar anualmente su contrato. Modric hace mejor al conjunto blanco en el juego y en todo lo demás. Cuando ganó la decimocuarta Champions lo celebró bailando botella en mano con la canción Borracha de Félix Klain de fondo. Vini y Lucas Vázquez le acompañaban. Era un padre desatado cuando sale después de mucho tiempo sin hacerlo. El mejor padre. Otra vez.
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