Bob Gibson, Temido lanzallamas de los Cardenales de San Luis, Fallece a los 84 años de edad.
Gibson, quien ganara dos premios Cy Young y lanzara 56 blanqueos en su carrera, fue uno de los pitchers del beisbol más dominante e intimidante.
Bob Gibson, el derecho inquilino del Salón de la Fama de los Cardenales de San Luis, quien se convirtiese en uno de los pitchers más dominantes del beisbol, al ganar 251 juegos en 17 temporadas con una recta intimidante y una actitud competitiva, falleció este viernes 02 de octubre en Omaha.
La causa del deceso fue el cáncer pancreático, dijeron los Cardenales. Gibson declaró en julio de 2019 que tenía la enfermedad.
A través de los veranos de los años 1960s y comienzos de los 1970s, Gibson mostró una fuerza implacable, y estuvo inmejorable en la Serie Mundial.
Ganó el premio al jugador más valioso de la Liga Nacional y el premio Cy Young, como mejor pitcher de la liga en 1968, cuando ganó 22 juegos, ponchó 268 bateadores, lanzó 13 blanqueos y tuvo una efectividad de 1.12, la más baja en más de 50 años (una marca que permanece vigente). El año siguiente, aunque Major League Baseball bajara el montículo de los pitchers para darles un respiro a los bateadores, Gibson ganó 20 juegos y ponchó 269.
Ganó al menos 20 juegos cinco veces en una temporada y ponchó 3.117 bateadores, dependiendo de dos tipos de recta y una slider que lanzaba a tres cuartos de velocidad. Lanzó 56 blanqueos en su carrera y capturó el segundo premio Cy Young en 1970. Participó en el juego de estrellas ocho veces, ganó el guante de oro por su defensiva nueve veces y pitcheó un juego sin hits ni carreras contra los Piratas de Pittsburgh en 1971.
Al pitchear para tres equipos de los Cardenales ganadores del banderín, Gibson ganó siete juegos seguidos de Serie Mundial, perdió solo sus aperturas del primer y último juego en la serie. Su físico no era especialmente imponente, medía 1,86 metros y pesaba alrededor de 95 kg, pero tiene la marca de más ponches en un juego de Serie Mundial con 17, y en una Serie Mundial con 35, ambas ante los Tigres de Detroit en 1968.
Fue elegido al Salón de la Fama del beisbol en 1981, su primer año de elegibilidad.
Gibson desdeñaba de las conversaciones con los peloteros rivales, hasta en los juegos de estrellas. Se erizaba ante las preguntas de los reporteros que consideraba necias. Y era temido por sus rectas altas y pegadas cuando los bateadores buscaban pitcheos en la esquina de afuera.
“Bob no era solo implacable cuando lanzaba, le dijo Joe Torre, compañero en los Cardenales quien luego empleó a Gibson como coach cuando dirigió a los Mets, Bravos de Atlanta y los Cardenales, al periodista Roger Kahn en un artículo para The New York Times previo a la inducción de Gibson en el Salón de la Fama. “Diría que era más que odioso”.
“Mi punto era ganar”, dijo Gibson en su autobiografía, “Stranger to the Game” (“Extranjero del Juego”), escrita con Lonnie Wheeler y publicada en 1994. “No veía como ser agradable o amigable tuviera nada que ver con ganar, así que no era agradable en el montículo y no era amigable fuera de este”.
“Para mí, el pitcher más intimidante y arrogante que pateara la tierra de un montículo es Bob Gibson”, recordó Tim McCarver, cátcher de los Cardenales y comentarista de radio y televisión por mucho tiempo, en su memoria, “O, Baby, I Love It!” (escrita con Ray Robinson).
“Si alguna vez se observó el trabajo de Gibson”, dijo McCarver, “nunca se olvidará su estilo: su gorra bien hundida sobre sus ojos, el agarre de la pelota, casi deformándola, detrás de su cadera derecha, los ojos estrellándose sobre cada bateador casi acusadoramente”.
Al escribir un perfil de Gibson para la revista The New Yorker en septiembre de 1980, Roger Angell recordó que después de su juego de 17 ponches ante los Tigres de Detroit, un reportero preguntó si Gibson siempre había sido tan competitivo como había parecido ese día.
“Él dijo que sí”, escribió Mr. Angell, “y agregó que había jugado centenares de juegos de tick-tack-toe (juego de saltos en una figura dibujada en el piso) contra una de sus pequeñas hijas y que ella todavía no le había ganado la primera vez. Dijo eso con una pequeña sonrisa, pero me pareció que lo decía en serio: No podía permitirse perder con nadie. Entonces alguien le preguntó si se había sorprendido por lo que había hecho en el terreno, y Gibson dijo, ‘Nunca me sorprendo de lo que hago’”.
Pack Robert Gibson nació el 9 de noviembre en Omaha, el menor de siete hijos, creció allí en un desarrollo habitacional. Su padre, Pack Gibson, falleció pocos meses antes de su nacimiento; su madre, Victoria, trabajaba en una lavandería. Su hermano Josh, un graduado de Creighton University en Omaha, se convirtió en su mentor y lo introdujo en los programas recreacionales que supervisaba. Bob Gibson se convirtió en un baloncestista reconocido en toda la ciudad en la escuela secundaria y jugaba varias posiciones en un equipo de beisbol American Legion que ganó el título de la ciudad. Su deporte favorito era el baloncesto, y se convirtió en el primer atleta negro que practicó baloncesto y beisbol en Creighton. Promedió más de 20 puntos por juego para su equipo en su carrera de baloncesto colegial, y pitcheaba, fungía de receptor y jugaba varias posiciones con su equipo de beisbol.
Luego de graduarse en Creighton, Gibson firmó con la organización de ligas menores de los Cardenales.
Pitcheó en la American Association y en la South Atlantic League ese año, jugó baloncesto para los Trotamundos de Harlem en el receso de la temporada de beisbol, entonces se enfocó únicamente en el beisbol. Debutó con los Cardenales en 1959 y empezó a surgir como pitcher estelar dos años más tarde, bajo la tutela del manager Johnny Keane, quien lo había dirigido en las menores.
Gibson ayudó con su pitcheo a llevar a los Cardenales a ganar el banderín de la Liga Nacional en 1964, cuando superaron a los colapsados Filis de Filadelfia, y él venció a los Yanquis en el séptimo juego de la Serie Mundial, al lanzar con solo dos días de descanso. Fue su segunda victoria en la serie, y fue nombrado jugador más valioso.
Perdió dos meses de la temporada regular de 1967 luego que un linietazo de Roberto Clemente le fracturara la pierna, pero derrotó a los Medias Rojas de Boston del “Sueño Imposible”, tres veces en la Serie Mundial, incluyendo una victoria en el séptimo juego, y volvió a ganar los honores del jugador más valioso.
En la Serie Mundial de 1968, Gibson derrotó dos veces a Denny Mclain de los Tigres, un ganador de 31 juegos ese año, pero perdió el decisivo séptimo juego ante Mickey Lolich.
Gibson enfrentó la segregación racial del sur como jugador de ligas menores en Columbus, Ga., y luego con los Cardenales cuando sus jugadores negros fueron vetados del hotel del equipo en el entrenamiento primaveral en St. Petersburg, Fla.
Cuando Gibson estaba en su apogeo con un equipo de los Cardenales que también contaba con otras estrellas negras como Lou Brock, Curt Flood y Orlando Cepeda, su reputación como presencia intimidante pudo haber sido influenciada por temas raciales.
“Pitcheé en una época de agitación civil, de poder negro y puños crispados, y edificios en llamas, y asesinatos, y disturbios en las calles”, recordó Gibson en su memoria. “había un país lleno de gente negra furiosa en aquellos días, y por extensión, y por mi conducta en el montículo, fui percibido como uno de ellos. Había algo de verdad en eso, pero eso tenía muy poco que ver con la manera como yo enfrentaba a los bateadores. No veía el color del bateador. Veía su estilo, su zona de strike, la velocidad de su bate, su poder y sus debilidades”.
Gibson se torció el cartílago de la rodilla en 1973, pero el año siguiente se convirtió en el segundo pitcher, después de Walter Johnson, en ponchar al menos 3.000 bateadores en su carrera. (Otros pitchers, mas recientemente Justin Verlander, han alcanzado esa marca desde entonces).
Gibson se retiró después de la temporada de 1975 con una marca vitalicia de 251-174 y una efectividad de 2.91. También bateó 24 jonrones de temporada regular, más dos en la Serie Mundial.
Además de ser coach con Torre después de retirarse como pelotero, Gibson se convirtió en comentarista nacional y de los Cardenales y se desempeñó en actividades comerciales en Omaha, donde fue dueño de un restaurant y director de un banco que sirvió por mucho tiempo a los residentes negros de Omaha.
La información completa de sus sobrevivientes no estuvo disponible inmediatamente.
Gibson estuvo preocupado de que su conducta pudiese haber ensombrecido su brillantez a los ojos de alguien. Pero concedió que su reputación de dureza estaba bien merecida.
“Nunca golpeé a un bateador por el placer de hacerlo”, dijo él. “En mis días, pitchear adentro era un elemento fundamental de estrategia. Era asunto de hacer lo que fuese necesario para hacer out al bateador; y si eso me hacía cruel, entonces que carrizo, me parece que era cruel”.
Michael Levenson contribuyó reportando.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 04 de octubre de 2020.
Nota del Traductor: Números de pitcheo de Bob Gibson en Venezuela, con los Indios de Oriente en la temporada 1960-61: 21 J, 11 JC, 4 JR, 7 G, 10 P, 142 IL, 118 HP, 40 CL, 134 K, 62 BB, 2.54 EFE.
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