jueves, 12 de noviembre de 2020

Adiós al Pitcher como Bateador Regular de la Alineación. por Alfonso L. Tusa C. 26 de octubre de 2020. ©

   

Uno de los últimos de esos episodios mostró a Noah Syndergaard despachando un vuelacercas contra los Rojos de Cincinnati el 2 de mayo de 2019, cuando los escarlata visitaron a los Mets en Citi Field. Syndergaard ganó ese juego 1-0 y lanzó completo



De acuerdo a aquellos quienes apoyan la tesis de la supuesta evolución del juego relacionada al enfoque cada vez más especializado para cada aspecto del beisbol, el paso que dio la oficina del comisionado en esta temporada condensada de 2020 de habilitar el uso regular del bateador designado en la Liga Nacional, representa el hecho que han estado esperando por tanto tiempo para nivelar la “competitividad” entre las dos ligas mayores. En mi opinión muy personal, no veo evolución en la mayoría de los cambios que la oficina del comisionado ha estado haciendo durante los últimos cincuenta y dos años, porque la mayoría de ellos tienden a hacer el beisbol más predecible, aburrido y vacío. Por ejemplo, el bateador designado además de privar al pitcher de batear y al juego de una buena parte de su estrategia, promueve el establecimiento formal de los peloteros unidimensionales, ni siquiera necesitan trabajar sus habilidades defensivas porque son bateadores designados regulares.

   El uso experimental del bateador designado en la Liga Nacional significa que el juego formalmente sería diferente al original, en todas sus versiones. La primera señal de cuan grande es el daño que esta regla inflige al juego titila en el tráfago de todos esos juegos donde los pitchers no solo fueron esenciales desde el montículo sino desde el cajón de bateo. Uno de los últimos de esos episodios mostró a Noah Syndergaard despachando un vuelacercas contra los Rojos de Cincinnati el 2 de mayo de 2019, cuando los escarlata visitaron a los Mets en Citi Field. Syndergaard ganó ese juego 1-0 y lanzó completo, un hecho muy raro por estos días, debido a los conteos de lanzamientos que limitan la presencia del pitcher abridor en el juego. Ese logro permitió a Syndergaard unirse a un grupo muy especial de lanzadores: los que lanzaron un blanqueo y ganaron 1-0, y la única carrera fue un jonrón bateado por el pitcher. Harry McCormick, Tom Hughes, Gene Packard, Red Ruffing, Spud Chandler, Early Wynn, Jim Bunning, Juan Pizarro, Bob Welch.

   La reflexión de como el bateo del pitcher determina la dinámica, la cinética que ha definido el alma del beisbol como un deporte muy competitivo sin importar su lentitud regresa una y otra vez. Esto es algo que ha rebotado en mi mente desde aquella tarde de 1973 cuando Ron Blomberg se convirtió en el primer bateador designado en la historia del beisbol. Para mí se sintió como si un hueso importante se hubiese roto en el esqueleto del beisbol. Cuando el pitcher además de subir al montículo y lanzar la pelota hacia la mascota del cátcher, sabe que también tiene la responsabilidad de ser el noveno, octavo o cuarto bate en la alineación, está más enfocado, más conectado, más identificado con el objetivo y la esencia del beisbol. Porque al tener que enfrentar directamente a su rival, su contraparte, el otro gladiador, puede ver  a quien confronta desde un ángulo muy cercano, lo cual le permite observar y reflexionar de manera muy precisa, con las herramientas que le da vigilar al pitcher rival desde un primer plano, con el estímulo que le proporciona mirar al rival directamente a los ojos, con la percepción de algunos detalles que un pitcher solo puede detectar desde el cajón de bateo.

   El pitcher hasta puede desarrollar algún tipo de intuición para descifrar las señas del cátcher rival, sus movimientos y aún su respiración mientras está agachado detrás del plato, eso solo se puede hacer mientras se entra al cajón de bateo como integrante de la alineación ofensiva de su equipo. Solo puede saber que tan fuerte su rival puede lanzar la pelota al experimentar se golpeado o casi golpeado por un envío de él. Solo puede saber de los detalles invisibles de la estrategia de su rival al apreciar el momento exacto cuando suelta la pelota, la manera como saca la pelota del guante, como ejecuta el wind up, y la manera como abre los brazos cuando batean un elevado sobre el montículo. El pitcher aprende a conocer el repertorio de su rival mientras espera su lanzamiento apropiado para batear, o a dejar pasar los envíos para negociar un boleto. Con todos los datos que recoge cada vez que va a batear, el pitcher llena páginas importantes en su libro para manejar el juego desde el montículo.

   Uno de los ejemplos más gráficos de cómo un pitcher puede ser determinante para su equipo no solo desde el montículo sino desde el cajón de bateo, ocurrió el 12 de septiembre de 1969 en Forbes Field, los Mets de Nueva York visitaban a los Piratas de Pittsburgh. Aquel día, esos equipos efectuaron un doble juego, en plena carrera por el banderín. En el primer juego Jerry Koosman abrió por los Mets y llevó a su equipo a una victoria 1-0 sobre un equipo que tenía a Willie Stargell como tercer bateador y a Roberto Clemente como cuarto toletero. La actuación de Koosman trascendió su trabajo en el montículo; en la apertura del quinto inning, empujó a Bobby Pfiel al batear sencillo al jardín derecho. En el segundo juego, Don Cardwell estuvo casi tan dominante como Koosman. Lanzó por ocho innings donde solo permitió cuatro imparables en un juego que los Mets también ganaron 1-0, y de nuevo, fue el pitcher quien empujó la única carrera, cuando Cardwell sencilleó al jardín izquierdo en el segundo inning para remolcar a Bud Harrelson.

   Otro de los juegos que más atesoro en mis ejercicios de memoria es uno donde mi héroe de la infancia, Isaías Látigo Chávez subió al montículo para enfrentar a los Industriales del Valencia y a Steve Hargan durante la temporada 1965-66 de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Valencia salió adelante en la parte alta del segundo inning cuando Lee May despachó cuadrangular por el jardín central ante El Látigo. En el cuarto inning, Tommie Agee sencilleó y robó segunda base después de dos outs. Tom McCraw negoció boleto. Luis Camaleón García roleteó por segunda base y Gustavo Gil no pudo manejar la pelota, así que García llegó quieto a primera y Agee anotó el empate. En el cierre del quinto inning, Jim Napier sencilleó al jardín central. Domingo Carrasquel despachó un linietazo peligroso al jardín derecho y Luis Rodríguez hizo una atrapada fenomenal. Napier pasó a segunda base mediante lanzamiento descontrolado de Hargan. Isaías Chávez despachó imparable al jardín central para remolcar a Napier con lo que fue la carrera decisiva del juego. Magallanes 2 – Valencia 1. El Látigo lanzó los nueve innings, enfrentó 32 bateadores, permitió siete imparables, una carrera limpia, recetó siete ponches, no concedió boletos.

   Muchos pitchers llevan una especie de cuaderno de apuntes donde escriben todas sus reflexiones, observaciones e ideas acerca de cada bateador. Cuando el pitcher tenía que ingresar al cajón de bateo para enfrentar a su rival, había una sección en ese cuaderno donde solían registrar cualquier detalle de la rutina de pitcheo de su rival. De seguro esta habilidad para analizar cualquier aspecto del juego desde el cajón de bateo, le daba al pitcher un enfoque más preciso de lo que estaba ocurriendo en el juego, por lo tanto era más difícil capturar al pitcher distraído, sin saber que hacer en determinada situación. Conocer al pitcher rival desde el cajón de bateo le daba al pitcher un sentido, una certeza de pertenencia con el juego, una especie de mapa estratégico donde podía descifrar lo que tenía que hacer en cualquier inning, en cualquier circunstancia, cualquier momento inesperado, porque a través de los movimientos, de la estrategia del pitcher rival observada desde esa distancia, él podía leer el lado interior del juego, el que los verdaderos seguidores del juego perciben, eso tiene que ver con lo que podría ocurrir a continuación, con anticiparse dos o varios pasos a los acontecimientos. Eso es lo que se ve por ejemplo, cuando el pitcher se ubica detrás de tercera base o detrás del plato para hacer la asistencia ante los tiros que vienen desde los jardines. Por supuesto que eso tiene mucho que ver con observar al pitcher rival desde el cajón de bateo y desde el montículo, en esos momentos el pitcher aprende a disecar los pequeños detalles del juego, muchos de los cuales podrían ser la diferencia entre ganar o perder.

   A mediados de los años 1980s, Fernando Valenzuela y Dwight Gooden se enfrascaron en varios duelos de pitcheo que hasta fueron a extra inning con la pizarra en blanco. Ambos pitchers eran bateadores respetables, por lo cual lucían tan enfocados, comprometidos, serios, mientras se enfrentaban entre sí como cuando lo hacían ante el tercer o cuarto bate de la alineación. El 6 de septiembre de 1985, Valenzuela se enfrentó a Gooden en Dodger Stadium. Fernie lanzó once innings, aceptó seis imparables, concedió tres boletos, cinco ponches, y salió del juego con la pizarra 0-0. Doc pitcheó nueve innings, permitió cinco imparables, diez ponches, sin boletos. Valenzuela retiró en orden el undécimo inning mediante tres rodados. Gooden permitió sencillos a Mike Scioscia y Greg Brock en el octavo inning. Pero Steve Sax bateó un rodado hacia el montículo y Gooden hizo el out forzado en tercera base. Valenzuela mostró el toque, pero luego cambió de opinión y bateó roletazo por las paradas cortas para generar otro out forzado. Mariano Duncan fue el tercer out. Gooden conectó imparable en el tercer inning, después que Valenzuela había retirado a Rafael Santana, ese era el tercer imparable que permitía. Luego en el quinto inning, Gooden consiguió el próximo imparable de los Mets después que  Valenzuela había retirado los primeros dos bateadores. Ese día Valenzuela se fue de tres nada como bateador ante Gooden. Un ejemplo de lo respetable que era Valenzuela como bateador ocurrió el 6 de julio de 1984 en Dodger Stadium contra los Cardenales de San Luis y Dave LaPoint. Valenzuela lanzó ocho episodios y dejó el juego empatado 2-2. Permitió dos carreras limpias, seis imparables, tres boletos, ponchó cuatro, mientras enfrentaba a 31 bateadores. En el cierre del sexto inning Valenzuela jonroneó para poner adelante a su equipo 1-0. En la apertura del séptimo inning, después de retirar a Green con rodado por segunda base, Valenzuela caminó a Chris Speier, y Darrell Porter la sacó de jonrón para darle ventaja a los Cardenales 2-1. Los Dodgers igualaron el juego en el cierre del octavo inning, cuando Anderson emergió por Valenzuela y se ponchó ante LaPoint, quien fue relevado por Bruce Sutter luego que Sax despachara imparable. Sax robó segunda base y llegó hasta tercera mediante error del cátcher Porter. Finalmente Sax anotó la carrera del empate con toque de sacrificio de Bill Russell por primera base. El juego permaneció igualado hasta el cierre del duodécimo inning, cuando Mel Allen caminó a Scioscia y realizó dos lanzamientos descontrolados seguidos, lo cual llevó al corredor hasta tercera base. El manager de los Cardenales ordenó boletos intencionales para Franklin Stubbs y Bob Bailor. Mike Vail salió de emergente por el relevista Roy Howell. Lahti reemplazó a Allen. Vail sencilleó y los Dodgers ganaron 3-2.

   Sin importar que Valenzuela haya salido del juego sin decisión, a pesar de las fallas que tuvo en el séptimo inning, Valenzuela aún fue determinante mediante su trabajo global, porque el jonrón que largara en el sexto inning, terminó siendo la carrera que significó la diferencia para ganar el juego. Durante toda su carrera, Valenzuela fue respetado por sus habilidades con el madero casi tanto como por sus dotes desde el montículo.

   Cada vez que extraño la emoción, la intensidad, el suspenso de aquellos juegos donde los pitchers tenían su lugar en la alineación, es inevitable pensar en Orlando Peña, Lew Burdette, Earl Wilson, Gary Peters, Bob Gibson o Rick Wise. Peña, pitcher cubano con experiencia en las ligas mayores, era un refuerzo regular en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional durante los años 1960s y comienzos de los 1970s. Uno de sus juegos más célebres ocurrió en el séptimo encuentro de la serie final de la temporada 1963-64, entre su equipo, Leones del Caracas y los Industriales del Valencia. Aquel 5 de febrero de 1964 Peña protagonizó un vibrante duelo de pitcheo ante su coterráneo Luis Tiant. Los Industriales picaron adelante en la apertura del segundo inning mediante cuadrangular de su jardinero central, Carl Boles. Caracas igualó el marcador cuando en el cierre del quinto inning el propio Peña descargó vuelacercas por el jardín izquierdo, resultan lamentables lo comentarios de algunos entendidos de la época quienes restaron méritos al logro de Peña al explicar que Tiant equivocó la selección del pitcheo ante su rival, cuando se sabe que cualquier pitcher se puede equivocar de pitcheo ante cualquier bateador y no todos son capaces de convertir dicha falla en cuadrangular. En el cierre del décimo inning, Dámaso Blanco abrió con doblete, Victor Davalillo  recibió boleto intencional, Dave Roberts negoció boleto para llenar las bases, e Hilario Valdespino despachó sencillo al jardín izquierdo para remolcar la victoria en los pies de Blanco. Caracas 2 – Valencia 1.

    El propio Orlando Peña, esta vez lanzando para los Navegantes del Magallanes, fue el pitcher abridor del quinto juego de la serie semifinal de la temporada 1969-70, ante los Tigres de Aragua en el estadio José Pérez Colmenares de Maracay, el 25 de enero de 1970.  En la parte alta del segundo inning, luego del primer out, Gregory Sims sencilleó y Ray Fosse se embasó cuando el jardinero izquierdo de los Tigres, Jim Williams, dejó caer un elevado, así que había corredores en segunda y primera base. Jesús Aristimuño fue retirado para el segundo out, pero los corredores avanzaron en jugada de bateo y corrido. El manager Roger Craig ordenó boleto intencional para Dámaso Blanco, entonces Peña conectó imparable al jardín izquierdo para impulsar las anotaciones de Sims y Fosse. Peña terminó ganando el juego 5-4, relevado por Gregorio Machado en el noveno inning.

   El 18 de agosto de 1960, Lew Burdette de los Bravos de Milwaukee, enfrentó a Gene Conley y los Filis de Filadelfia en County Stadium. Burdette no solo lanzó sin hits ni carreras para vencer a los Filis 1-0 (el único bateador que se le embasó fue Tony González, quien recibió pelotazo luego de un out en el quinto inning), sino que abrió el cierre del octavo inning con doblete y anotó la única carrera del juego mediante otro doble de Bill Brutton.

   Cuando Earl Wilson despachó cuadrangular en la conclusión del tercer inning ante Bo Belinsky en Fenway Park, el 26 de junio de 1962; tal vez no sabía lo que iba a ocurrir esa noche. Esa carrera hubiera sido suficiente para derrotar a los Angelinos de Los Angeles, a quienes terminó venciendo 2-0. Esa noche nadie pudo conectarle imparable alguno (ponchó a cinco y concedió cuatro boletos, mientras resolvía las dificultades que se presentaron en el juego). La otra carrera de los Medias Rojas llegó en el cierre del cuarto inning luego de un error del primera base Lee Thomas y sencillos de Pete Runnells y Carroll Hardy. Wilson se convirtió en el primer pitcher derecho en lanzar sin hits ni carreras en Fenway Park desde 1917, y en el tercer lanzador en batear un jonrón en medio de su joya de pitcheo (Wes Ferrell en 1931 y Jim Tobin en 1944 le habían precedido).

  Cada vez que tenía oportunidad, Gary Peters demostraba porque el manager de los Medias Blancas de Chicago lo utilizaba como octavo, séptimo o hasta sexto bate de su alineación. Eso fue lo que hizo el 14 de mayo de 1967, en el segundo juego de una doble cartelera contra los Angelinos de California, cuando solo permitió un imparable para ganar 3-1, mientras ponchaba diez bateadores y permitía dos boletos. En el cierre del segundo inning, Peters sencilleó al jardín derecho contra Jim Coates para remolcar a Pete Ward y a Ken Berry.

   Gibson además de sus virtudes como lanzador, era muy respetado por sus habilidades con el madero. Podía batear largo y también ejecutar los pequeños detalles desde el cajón de bateo. El 27 de septiembre de 1968 derrotó a Larry Dierker y los Astros de Houston 1-0 en Busch Stadium. Solo permitió seis imparables, recetó once ponches y no concedió boletos. La única carrera ocurrió en el quinto inning: Julián Javier negoció boleto, Dal Maxvill se ponchó, Gibson ejecutó el toque de sacrificio para avanzar a Javier hasta segunda base. Lou Brock bateó sencillo de piernas por la antesala, Javier llegó hasta tercera base. Curt Flood sencilleó al jardín central para remolcar a Javier.

  Rick Wise dejó hablar a su bate aún con más intensidad; el 23 de junio de 1971, los Filis de Filadelfia y Wise como pitcher abridor, visitaron a los Rojos de Cincinnati en Riverfront Stadium.  Filadelfia marcó una carrera ante Ross Grimsley en la parte alta del segundo inning. En el quinto episodio, Roger Freed bateó doblete, y luego Wise sacó cuadrangular de dos carreras, para poner la pizarra 3-0. En la apertura del octavo tramo, Wise despachó otro jonrón para darle cifras definitivas al marcador: 4-0. Además Wise lanzó sin permitir imparables ni carreras, el único obstáculo que lo separó del juego perfecto fue un boleto que concedió a David Concepción en el cierre del sexto inning.

Alfonso L. Tusa C. 26 de octubre de 2020. ©

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