lunes, 9 de noviembre de 2020

Aquellos Trece Blanqueos de Bob Gibson en la Temporada de 1968. Por Alfonso L. Tusa C. 18 de octubre de 2020. ©


  Apenas podía respirar cuando Felipe me dijo que íbamos a bajar al terreno de juego. Nunca había estado sobre la grama y la arcilla de un estadio formal de beisbol. Sentir que estaba a segundos de pisar el entorno de las cuatro bases, del diamante y los jardines de que tanto hablaban los narradores por la radio me erizó toda la piel y casi me hizo estallar el estómago. Las festividades de Santa Inés se realizaron ese año de finales de la década de los años 1960s en el estadio municipal de Cumaná, a nivel del terreno de juego habían instalado varias mesas de juegos y algunos grupos teatrales.  Bajamos por el dugout del equipo visitador. Felipe me llevó al pedazo de terreno donde  colocaban la tercera base y me dijo que allí Camaleón García hizo varias jugadas espectaculares, luego subimos al montículo y me habló de cómo había visto lanzar desde ahí a Ramón Monzant, a Emilio Cueche, al propio Mel Nelson el que le lanzó el no hit-run al Caracas, y a un negrito que ponía la pelota como un limón llamado Bob Gibson,  el cátcher volteaba la cabeza hacia atrás cada vez que recibía uno de esos peñonazos que lanzaba aquel pitcher.

   Para ese momento, comienzos de 1969, ya había ocurrido la famosa temporada del Año del Pitcher en las Grandes Ligas y Gibson había dejado aquella microscópica efectividad de 1.12 en un tráfago donde lanzó hasta trece blanqueos. Felipe sabía de esa gesta y se emocionaba al hablar de los trece blanqueos, de lo difícil que sería acercarse a esa marca y más aún a la citada efectividad. Sin embargo noté un temblor más profundo en su voz cuando se refirió a su paso por la liga venezolana, particularmente a dos episodios, uno que experimentó personalmente en el estadio de Cumaná y otro que escuchó por radio en un juego efectuado en el estadio Universitario de Caracas, entre los Indios de Oriente (el equipo que había tomado el lugar de los Navegantes del Magallanes) y los odiados eternos rivales Leones del Caracas. La rivalidad permanecía intacta aunque el equipo no se denominara Magallanes.

  Como siempre hacía cuando sabía que yo estaba ansioso por conocer los detalles de sus historias, Felipe desvió el tema hacia los trece blanqueos. Se los sabía de memoria, al menos los detalles más importantes de casi todos. El primero había ocurrido el 6 de junio de 1968 en el Astródomo. Por los Astros abrió uno de los mejores pitchers en la historia de la franquicia, Don Wilson. Los Cardenales picaron adelante en el tercer inning mediante sencillo de Dal Maxvill, passed ball del cátcher John Bateman, doble impulsor de Lou Brock, sencillo de piernas de Roger Maris por segunda que llevó a Brock hasta la antesala y sencillo remolcador de Orlando Cepeda. Felipe casi dejaba de respirar cuando recordaba que entre el sexto y el noveno inning, Gibson retiró once bateadores en fila hasta que Rusty Staub le bateó sencillo al centro con dos outs. En la apertura del sexto episodio Orlando Cepeda y Tim McCarver descargaron cuadrangulares para poner el marcador 4-0. La voz de Felipe adquiría tonalidades de tenor cuando recitaba las actuaciones de Gibson. “Solo permitió tres imparables (sencillo al centro de Lee Thomas abriendo el segundo inning, doble a la izquierda de Ron Davis quien sería el único corredor que pisaría tercera base mediante rodado por segunda de Staub, y el mencionado sencillo de Staub en el noveno) y dos boletos (uno a Julio Gotay luego de dos outs en el quinto inning y otro al emergente Ivan Murrell abriendo el sexto inning). Ponchó a cinco. Enfrentó 31 bateadores… Nunca se le embasó más de un corredor”.

  Cuando subimos al montículo del estadio de Cumaná, fue inevitable recordar una fotografía en blanco y negro que Felipe tenía pegada con cinta adhesiva en su compartimiento del escaparate. Había un pitcher de piel oscura, con mirada punzante y rostro adusto. En el pecho decía: Oriente. Entonces recordó un juego de la temporada 1960-61 cuando Gibson llegó en un juego empatado al cierre del noveno inning, le tocaba a el batear, y escuchó como el señor con quien había ido al estadio, se enzarzó en una discusión con otros aficionados que imprecaban al manager porque no sacó un emergente a batear por Bob Gibson, que ya podía estar cansado por la intensidad del juego y del sol. “Mi tío les dijo, que no sabían nada de pelota. Que si habían visto como estaba lanzando Gibson, que en la apertura de ese noveno inning la pelota todavía estaba haciendo que el cátcher se sobara la mano. Además les recordó que Gibson no era precisamente un out regalado, que era muy buen bateador. Los tipos aún se burlaban de mi tío, y gritaban en la tribuna que al manager de Oriente había que despedirlo”. Felipe sonrió mientras se subía a la goma de lanzar, su voz sonaba a guaracha cuando dijo que los tipos enmudecieron cuando Gibson largó tremendo estacazo ante una recta humeante del pitcher contrario y la pelota salió a mil millas sobre la cerca del jardín izquierdo para dejar en el terreno a los rivales. “Los tipos no solo enmudecieron, cuando mi tío los buscó, habían desaparecido del estadio”.

  El tercer blanqueo ocurrió el sábado 15 de junio de 1968 en Busch Stadium. Gary Nolan abrió por Cincinnati y hasta el quinto inning el juego se mantuvo 0-0. En el cierre del sexto episodio Dal Maxvill sencilleó a la izquierda. Gibson lo adelantó a la intermedia mediante toque de sacrificio. Lou Brock logra imparable de piernas por el montículo y Maxvill recala en la antesala. Curt Flood despacha elevado de sacrificio a la derecha y Maxvill anota la primera carrera del juego. En el séptimo, luego de dos outs, Mike Shannon  negocia boleto y anota mediante doble de Julián Javier al centro.   Gibson solo concedió cuatro imparables (doble de Vada Pinson a la derecha luego de dos outs en el primer inning;  sencillo de Alex Johnson al centro en el cuarto, luego de dos outs, Johnson se robó la intermedia y pasó a tercera mediante passed ball de McCarver, único corredor de los Rojos que llegó hasta esa base; doble de Whitfield a la izquierda luego de dos outs en el séptimo; sencillo de Tommy Helms con un out en el noveno). Ponchó 13. Cero boletos. Enfrentó 31 bateadores. Felipe hablaba con tanta emoción que parecía que estaba en el estadio de San Luis.

   Por más que insistía en que me contara del otro incidente de Gibson en la liga venezolana de beisbol, Felipe atropellaba sus palabras en medio de los blanqueos más resaltantes de aquella temporada de 1968. El cuarto de esos blanqueos aconteció el jueves 20 de junio ante los Cachorros de Chicago y Ferguson Jenkins en Busch Stadium II. 

   Luego de ponchar los dos primeros bateadores Jenkins recibió triple de Lou Brock a la derecha y sencillo de Curt Flood a la izquierda. Luego de eso el pitcher de los Cachorros colgó seis ceros.

   Gibson permitió cinco  inatrapables (sencillo de Glenn Beckert al centro luego de un out en el primer inning; sencillo de Randy Hundley a  la izquierda abriendo el tercer inning; sencillo de Nen en el cuarto luego de dos outs y boleto a Ron Santo, fue la única vez que Gibson tuvo dos corredores en base en un inning; sencillo de Beckert al centro abriendo el sexto inning; sencillo de piernas de Jenkins al montículo luego de un out en el octavo), concedió 1 boleto, enfrentó a 32 bateadores.

  El noveno blanqueo sucedió el viernes 9 de agosto en Atlanta Stadium ante Phil Niekro. En el tercer inning Lou Brock sencilleó al centro luego de un out y estafó segunda base. Luego del ponche de Curt Flood, Roger Maris remolcó a Brock con sencillo a la derecha.

    Gibson permitió cuatro imparables (sencillo de Martinez luego de un out en el tercer inning; sencillo de Felipe Alou al centro luego de dos outs en el sexto; sencillo de Tito Francona luego de dos outs en el séptimo; sencillo de Felix Millán a la izquierda luego de un out), cero boletos, cinco ponches, 31 bateadores enfrentados.

 Felipe seguía muy emocionado al recordar los blanqueos de Gibson, tanto que se adueñó del montículo y hasta ensayó varios estilos de levantar la pierna para lanzar. Los juegos que más disfrutó recordar fueron los dos finales.

El 2 de septiembre Gibson subió al montículo de Crosley Field en búsqueda del décimo segundo blanqueo ante Gary Nolan y los Rojos de Cincinnati.

   Julían Javier se la sacó del parque a Ted Abernathy quien entró a relevar a Nolan en el décimo inning.

   Gibson permitió 4 imparables (sencillo de Leo Cárdenas a la derecha abriendo el tercer inning; sencillo de Tany Pérez a la izquierda luego de dos outs en el cuarto inning;  sencillos de Tommy Helms y Jones luego de dos outs en el décimo inning), 3 boletos (uno a Vada Pinson luego de dos outs en el primer inning; otro a Johnny Bench en el cuarto inning luego de dos outs y el sencillo de Pérez; y otro a Nolan luego de dos outs en el octavo), 8 ponches, 36 bateadores enfrentados.  Entre el cuarto y el octavo innings Gibson retiró doce Rojos en fila.

 

El décimo tercer blanqueo, coincidencialmente, llegó el viernes 27 de septiembre en Busch Stadium II ante Larry Dierker y los Astros de Houston.

   En el quinto inning Julián Javier negoció boleto. Luego del ponche de Dal Maxvill, Gibson ejecutó toque de sacrificio para llevar a Javier hasta la intermedia. Lou Brock conectó sencillo de piernas por tercera base y Javier ancló en la antesala. Curt Flood despachó imparable remolcador al centro.

   Gibson permitió seis imparables (sencillo de Jim Wynn luego de un out en el primer inning; sencillos de Doug Rader a la izquierda y Dennis Menke a la derecha abriendo el quinto inning; sencillo a la izquierda de José Herrera luego de un out en el sexto inning; sencillo de Rader a la izquierda luego de un out en el séptimo inning; sencillo de Bob Aspromonte al centro abriendo el octavo inning), cero boletos, 11 ponches, 31 bateadores enfrentados.

   Cuando Felipe se disponía  a bajar del montículo para dirigirse hacia una tarima donde se presentaba un grupo de música típica regional, lo templé por la manga de la camisa y no lo solté hasta que entendió que tenía una cuenta pendiente conmigo. Entonces respiró profundo y exclamó casi en susurros: “¡Está bién…está bien!”. Aquella noche, él escuchaba casi hipnotizado un juego entre Oriente y los Leones del Caracas que Gibson había llegado ganando 1-0 al cierre del noveno inning y todo indicaba que conseguiría el blanqueo. De pronto el narrador empezó a decir que desde el dugout del Caracas comenzaron a gritarle algo a Gibson para desconcentrarlo. En menos de cinco minutos el narrador se enteró que desde la cueva caraquista le gritaban “Lumumba” a Gibson, en alusión a su gran parecido con el líder político africano Patrick Lumumba. El narrador casi tartamudeo cuando relató que en el próximo lanzamiento Gibson ejecutó el wind up de frente hacia el dugout y metió la más fantasmagórica recta hacia el compartimiento subterráneo. Un silencio estridente invadió el estadio, por varios segundos solo se escuchaba la pelota repicando entre el techo y el piso del dugout que había quedado totalmente solitario. El narrador intuía que el árbitro podía expulsar a Gibson por aquel incidente, pero luego de conversar con el manager del Caracas, regresó a su lugar detrás del plato y le ordenó a Gibson que siguiera lanzando. Entonces el espigado lanzador completó su faena y terminó de blanquear a quizás el equipo más fuerte del campeonato.

Alfonso L. Tusa C. 18 de octubre de 2020. © 


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