Al igual que Qatar, Arabia Saudita también quiere la joya de la corona en el fútbol: la organización de la Copa del Mundo. Esta ambición podría hacerse realidad tan pronto como en 2030, ya que ese país planea presentar una oferta tripartita con Egipto y Grecia para organizar la Copa Mundial de la FIFA 2030.
Para apoyar esta oferta, uno de los mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos ha sido contratado como la “cara bonita” del régimen dictatorial saudita. Lionel Messi ha sido presentado como el nuevo embajador de turismo de Arabia Saudita. Lo que quieren es usar el deporte para lavar su represiva y sangrienta reputación, para reforzar la legitimidad política, no ser asociada con el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi y dejar ser vista como un régimen violador generalizado de los derechos humanos, en particular la libertad de expresión y creencia.
Arabia Saudita ha sido sede de un gran número de importantes eventos deportivos internacionales en los últimos años. Desde eventos de automovilismo como el prestigioso Rally Dakar y la Fórmula Uno, combates de boxeo de alto perfil, en varios torneos de golf hasta la Supercopa de Italia y España en fútbol, solo por nombrar algunos.
Esto no es accidental, sino parte de su cuidadosamente planificada “Visión 2030” con la intención de presentar a Arabia Saudita como una nación moderna, con una próspera escena de entretenimiento deportivo y con suficiente dinero para la compra de votos necesarios para obtener la sede del mundial de fútbol y construir los estadios que sean necesarios para el evento. Y lo más importante la seguridad jurídica con las leyes islámicas del régimen para garantizar “La Paz Laboral” o mejor dicho “la Paz de los Sepulcros” que garantice la ausencia absoluta de protesta por parte de los trabajadores, ya que Arabia Saudita es una monarquía absoluta, es decir, que su rey tiene bajo control los tres poderes (legislativo, ejecutivo y judicial)
El deporte es un pilar clave en este marco estratégico, sobre todo por su alcance y popularidad. Al igual que los países vecinos: Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, la monarquía absoluta gobernante de Arabia Saudita se ha dado cuenta de que el deporte, con su capacidad para crear entusiasmo y pertenencia nacional, proporciona un vehículo fantástico para obtener buena voluntad política, nuevas relaciones diplomáticas e inversiones, y por lo tanto se ha convertido en un actor político importante para sus líderes.
Dado que el deporte y la celebración de eventos deportivos forman parte de un marco estratégico, Arabia Saudita está tratando de adquirir los derechos de acoger eventos que tendrán lugar en el futuro. Por lo tanto, han expresado su interés en organizar la Copa Asiática Femenina 2026 de la Confederación Asiática de Fútbol, y en octubre de 2022, Arabia Saudita ganó una oferta para organizar los Juegos Asiáticos de Invierno 2029 y también serán anfitriones de los Juegos Asiáticos de 2034 en Riad.
Si bien el fútbol tiene un alcance global que interesa a todas las edades, la escena de los mal llamados “deportes” electrónicos, su real denominación es JUEGOS, está dominada por jóvenes, que es un grupo atractivo para que Arabia Saudita ejerza su influencia. Su compromiso en el área de los “deportes” electrónicos se consolidó aún más cuando el príncipe heredero Mohammed bin Salman, en septiembre de 2022, dio a conocer una "Estrategia nacional de juegos y deportes electrónicos", un nuevo marco para las inversiones de Arabia Saudita.
Aunque Arabia Saudita comenzó un poco más tarde que Qatar y los Emiratos Árabes Unidos en algunas áreas deportivas, han tomado la delantera en el campo de dichos “deportes” electrónicos, compitiendo con el consorcio transnacional de China “Ali Baba”.
En 2022 Arabia Saudita estableció Savvy Gaming Group y compró ESL Gaming y FACEIT, dos de las marcas de “deportes” electrónicos más grandes, por un valor reportado por la prensa internacional, de 1.500 millones de dólares estadounidenses, así como organizando el evento más grande del mundo, el llamado Gamers8.
Para Arabia Saudita, el deporte no es solo una práctica de lavado de imagen que ayuda a pasar por alto un terrible historial de derechos humanos; se trata de mucho más: poder en las relaciones internacionales. Por ello, para decirlo de una manera futbolística, después de Qatar 2022 pretenden tomar el control del balón.
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