Si entendemos a Brasil como la tierra prometida del fútbol, el único brasileño en Qatar fue Luka Modric. Este pequeño Astérix de Croacia repite el cuento de hadas de Rusia. Los penaltis la volvió a citar, como ante Japón, como en octavos y cuartos del pasado Mundial, pero no después de un acto de resistencia numantina. No. Croacia supo colapsar a Brasil con su dominio en el primer tiempo, apoyarse en su portero en el segundo, un hallazgo en este torneo, y remontar en la prórroga el gol con el que Neymar quiso ver abierto el camino de la redención. Ni siquiera llegó a lanzar el quinto de la tanda por los errores de Rodrygo y Marquinhos. La lágrimas con las que dejó el césped del Estadio Education City, abrazado por Dani Alves, son las lágrimas de algo muy diferente: la crucifixión. [1-1: Narración y estadísticas]
Neymar había conseguido un gol excelso, al apoyarse en Rodrygo y Paquetá, dos paredes en el área, para batir por fin a un Livakovic que lo había detenido todo. En el ecuador de la prórroga, a la que se había llegado sin goles, creyeron tenerlo todo. Se equivocaron. Si algún equipo ha aprendido a jugar frente a la adversidad es Croacia. Esa es una cualidad imprescindible en el Mundial. De ahí su permanencia, a pesar de haber perdido a la mayoría de sus finalistas en Rusia. Sólo restan siete. Además de Modric, Perisic, Lovren, Brozovic, Kovacic, Kramaric y Vida, que no ha jugado pero es un pilar emocional. En ese Mundial de las emociones que ha fracaso España y ha sucumbido Brasil, con un Vinicius sustituido en el día más importante, Croacia es la campeona. El título exige más cosas. Veremos.
SIN UN PLAN B
O Brasil se desata o colapsa. No da la impresión de tener un plan táctico, más allá de la disposición de sus futbolistas. Tiene planes que son planes individuales. Cuando hay tanto talento, no hay mejor plan. Croacia es lo contrario. Tiene a Modric y a Perisic, dos futbolistas que serían titulares en esta Brasil, pero antes que ellos está la horma. Después de largos periodos de crisis, Brasil ha buscado en la táctica soluciones que le han dado menos que obedecer a la naturaleza de sus talentos. Tité les da rienda suelta. El problema llega cuando no se sueltan.
Es lo que sucedió en el Education City, donde partieron alineados sus cuatro delanteros, más parejos que una defensa. Vinicus y Rapinha sobre las líneas; Neymar, como un 10. El rango del jugador del PSG está en consonancia con su experiencia, pero no con sus piernas. No son las de antes. En la banda, explotaba; aquí, piensa. El gol lo consiguió por ello. Las explosiones se esperan del madridista y el azulgrana. Vini se había convertido en la solución esperada, hecho que supone una amenaza constante para el rival pero también una ventaja: sabes dónde y cómo va a intentarlo. Otra cosa es pararlo. En los cuartos, no hizo falta. Se paró solo.
Brasil no tuvo, pues, factor sorpresa en un primer tiempo dominado territorialmente por Croacia. En esas situaciones, Modric es el más listo, al mando de posesiones larguísimas que hicieran a Brasil correr sin la pelota y desesperarse. Perisic no llegó a un centro mortal y lanzó un disparo, pero los balcánicos tuvieron poca presencia para su dominio. No encajar es siempre su pequeña victoria. Cuanto más largo sea el partido, más veces gana Croacia. Esta vez, no sólo lo hizo largo, sino que lo remontó.
La selección de Tité, que dio por cerrado su ciclo tras la eliminación, tampoco había hecho demasiado en la contraria, apenas una pared entre Vinicius y Richarlison que acabó con un disparo blandito del brasileño. Poquito, poquito. Algo pasó en el vestuario y decidió agitarse en el vestuario, pero tras un amago de Vinicius y un disparo de Neymar, lanzado al espacio por Richarlison, volvió a frenarse. Empezaba a jugar el miedo.
VINICIUS, FUERA
La decisión del seleccionador brasileño fue tajante y valiente: Rapinha y Vinicius, fuera. No le faltaba razón. Ingresaron Antony y Rodrygo, que es de los futbolistas que había ofrecido más variables a Brasil en sus apariciones. El madridista no necesita desatarse, sabe jugar en el bosque, que es lo que empezaba a ser Croacia. De todos los atacantes, sólo Richarlison había hecho cosas interesantes, en pugna con los centrales croatas, como el apoyo a Vini o el pase a Neymar, pero sin gol. Livakovic, héroe croata en octavos, ganó el mano a mano a Neymar y después un remate casi en sus narices a Paquetá. Le quedaba mucho por demostrar. Mucho portero. Después de esto, no seguirá por mucho tiempo en el Dínamo de Zagreb.
La aceleración de Brasil no le dio para evitar la prórroga, pero la mantuvo hasta encontrar a un Neymar en su mejor versión, en el gol. Entonces era necesario pensar, saber cómo jugar, y lo que Brasil hizo fue ir en busca del segundo tanto, ebria ya por el triunfo que creía seguro, sin orden. Una pérdida encontró a Orsic descolgado, entregó a Petkovic y la pierna de Marquinhos hizo el resto. En el punto de penalti ya habían perdido. Rodrygo, con su primer erro, lo dejó claro. Neymar no lanzó. Lloró, como la mayoría de la grada. Como llora Brasil.
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