viernes, 9 de diciembre de 2022

MUNDIAL 2022 QATAR Países Bajos - Argentina (2-2, 3-4 en la tanda de penaltis) Argentina sobrevive al drama

 Dos paradas del Dibu Martínez en la tanda de penaltis clasifican a la albiceleste para las semifinales después de que Países Bajos, en una acción maestra, la arrastrara a la prórroga en el undécimo minuto de la prolongación


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Messi celebra la victoria con Paredes.
Messi celebra la victoria con Paredes.

Mohamed MessaraEFE

Leo Messi tiene el cielo a dos pasos.

Y mientras arrastra a la histriónica y atormentada Argentina hacia su tercera Copa del Mundo, el delantero, a sus 35 años, va dejando entre los aficionados al fútbol un sinfín de recuerdos. Cada actuación de Messi en este Mundial de Qatar es un autohomenaje a su carrera.

 Una asistencia absurda a Nahuel Molina y un gol de penalti (el décimo en los Mundiales, los mismos que Batistuta) hubieran debido finiquitar el pase a semifinales y el cruce con Croacia. Pero los Países Bajos, que no dieron señales de vida hasta el ocaso del tiempo reglamentario, acabaron sometiendo a la albiceleste a una tortura que rayó lo insoportable. Igualaron un 0-2 a partir del minuto 83 tras dos goles del suplente Weghorst, el segundo gracias a una acción de estrategia que pasará a la historia y que él mismo ya había llevado al éxito con el Wolfsburgo.

 Era ya el undécimo minuto de la prolongación otorgada por el árbitro español Mateu Lahoz, a quien Scaloni y Messi exigieron explicaciones mientras se sucedían los tumultos por el campo. Y tras una prórroga en la que la albiceleste mereció ya tumbar a su rival, tuvo que aparecer su portero, el Dibu Martínez, para detener en la tanda final los penaltis de Van Dijk y Berghuis.

Scaloni, el seleccionador más joven del Mundial (44), no quiso ser menos que el más veterano, Van Gaal (71). Así que lo primero que hizo fue plantar un espejo frente al esquema del viejo lobo neerlandés, igualando con la inclusión de Lisandro una línea de tres centrales.

Lo que pocos hubieran podido esperar es que Nahuel Molina, de trayectoria más que gris en el Atlético y poco dado a triunfar en sus excursiones por la orilla, viviría uno de los momentos de su vida gracias a su nueva libertad ofensiva. Nunca había marcado un gol Molina con la albiceleste. Pero el destino es siempre retorcido en el fútbol.

Cierto. Todo nació, cómo no, de una asombrosa acción de Messi. Mareó en la zona de tres cuartos a Aké. El defensa del City sólo pudo rendirse ante aquella tormenta técnica. Pero el rosarino aún no había acabado. Mientras sus ojos miraban a un lado, su pie señalaba el camino contrario para brindar un pase que descuartizó la última línea defensiva. Entre Blind y Van Dijk se coló Nahuel Molina, que nunca hubiera soñado cumplir con su cometido con tanta perfección.

Logrado el primer objetivo, los futbolistas de Scaloni pudieron dedicarse al segundo: la resistencia. A los Países Bajos les costaba adaptarse a la dureza del partido. Acuña le dejó los tacos a Dumfries en una fea acción que le costó la tarjeta amarilla, y Mateu calmaba los ánimos a su manera, amonestando a integrantes del banquillo ante las quejas que vertían. Ya fuera el ex defensa Walter Samuel, ahora asistente de Scaloni, ya fuera Weghorst, antes de que saliera al campo a marcar goles.

Messi bien pudo cerrar la noche después de que Dumfries se tragara un recorte de Acuña en el área. Ante un Noppert que decidió esperar hasta el final, el rosarino chutó hacia la izquierda con el corazón en la bota.

Pero los neerlandeses, ausentes hasta que no vieron el camposanto a la vuelta de la esquina, se rebelaron después de que Van Gaal decidiera cargar con todo en el área. Asomaron dos gigantes, Luuk de Jong y Weghorst. Y los de Scaloni, al ver cómo el ariete del Wolfsburgo recordaba distanias mediante un testarazo, entraron entonces en un estado de nerviosismo exagerado que les costó meterse de lleno en el drama de la prórroga. Para ello los neerlandeses ejecutaron una acción que será ya por siempre recordada. Paredes cometió una falta en la frontal. Y en el libre directo que debía ser la última jugada del partido, Koopmeiners, en vez de buscar la portería, engañó a todos pasando la pelota a Weighort, escondido en la barrera. Y ahí se armó la marimorena.

Argentina no quería llegar a los penaltis. Van Dijk le sacó un gol a Lautaro, y ya en el 120 Enzo Fernández, sublime en el capítulo final, se quedó a un palmo de la gloria. La pelota dio en el palo. Pero la gloria aguardaba en otro lugar. Las manos del Dibu Martínez fueron también las de dios.

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