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lunes, 26 de octubre de 2020

Los Duelos de Pitcheo más Grandes de Todos los Tiempos (Parte III)


   Bill James. 22 de febrero de 2010.

 

    Los Años 1960s.

 

    Los años 1960s, por supuesto, fueron la década del pitcher, con dos o tres lanzadores dominantes en cada cuerpo de pitcheo, Koufax y Drysdale, Marichal y Gaylord Perry, Gibson, Spahn, Whitey Ford, Chris Short y Jim Bunning, Bob Veale y Jim Maloney; Seaver y Jenkins y Catfish Hunter y Jim Palmer llegaron en la segunda mitad de la década. Hubo muchos, muchos blanqueos, muchos ponches, muchas marcas establecidas por los pitchers.

   Empezaremos nuestra lista de Grandes Duelos de Pitchers de todos los tiempos con tres juegos que no están aquí:

Los juegos undécimo y duodécimo de la lista, si hubiésemos hecho 12 antes que diez, serían ambos de Gaylord Perry versus Bob Gibson. El 17 de septiembre de 1968, Gaylord Perry lanzó sin hits ni carreras contra los Cardenales, Gibson ponchó a diez desde la trinchera contraria pero perdió el juego por un jonrón de Ron Hunt en el primer inning. Hay dos circunstancias famosas de ese juego:

1)      Los Cardenales habían asegurado el banderín el día anterior, y los reporteros observaron que quizás no habían tomado en serio ese juego, y

2)      Ray Washburn tomo desquite el día siguiente al dejar sin hits ni carreras a los Gigantes, creo que es la única vez en la historia del beisbol que han ocurrido dos juegos sin hits ni carreras en una serie, además del no-hitter doble de Toney y Vaughn en 1917.*

Bob Gibson también se desquitó. El 25 de julio de 1969, Gaylord y Gibby se encontraron de nuevo. El juego estaba 1-1 después de un inning y 1-1 despues de 12 innings, con ambos abridores todavía en el montículo. Gaylord dio paso a Frank Linzy en el inning 13. El primer bateador que enfrentó fue Gibson, quien inmediatamente sencilleó y recorrió las bases para anotar.

  Hay otro famoso duelo de pitcheo de los años 1960s que no está en nuestra lista, y estoy disgustado al ver que no está, y reconozco, que quizás fue una falla de método. El 9 de septiembre de 1965, Sandy Koufax lanzó un juego perfecto para los Dodgers, ponchando a 14. Bob Hendley, su rival de ese día, permitió solo un imparable y una carrera inmerecida. ¿Cómo puede ese juego no ser uno de los grandes duelos de pitcheo de todos los tiempos, con lo cerca que estuvo de ser un no-hitter doble?

 

Descubro ahora que Mike Attiyeh en BaseballGuru.com ha compilado una lista de los cinco duelos de pitcheo más grandes de todos los tiempos, y colocó a este juego de segundo y al de Haddix de primero.

   Suficientemente justo; su lista es tan buena como la mía. Hendley no era en realidad un buen pitcher. Su efectividad ese año fue 5.96.  Como lo ve mi sistema, eso es una falla terrible para un gran duelo de pitcheo de todos los tiempos. Todo lo demás del juego está bien, pero… esa mujer tiene una verruga en su barbilla del tamaño de una lata de cerveza. Eso distrae.

   Un imparable en 17 innings es impresionante, pero Koufax y Hendley pitchearon 17 innings ese día, poncharon 17 bateadores, y permitieron una carrera. En uno de los juegos que observaremos en unos minutos, los dos abridores lanzaron más de 23 innings, poncharon 29 bateadores y no permitieron carreras. ¡Cual juego debería estar en la lista?

  Se puede decir acerca del juego Gibson/Gaylord ¿Como no puede estar en la lista? Dos inquilinos del Salón de la Fama, un sin hits ni carreras de parte de uno, 10 ponches y 10 ponches del otro…¿Cómo no puede estar en la lista de los duelos de pitcheo más grandes de la década? Hay solo una cantidad de juegos efectuados en una década, y, cuando se empieza a revisarlos, hay una combinación de eventos sorprendente. Si no se está de acuerdo con mi lista, siéntase libre de elaborar la suya.

     Bien, aquí está mi lista de los principales duelos de pitcheo de los años 1960s.

 10.- Agosto 21, 1963. San Luis en Los Angeles, Curt Simmons ante Sandy Koufax.

        Esto ocurrió en medio de una carrera por el banderín. Los Dodgers llegaron a este juego en el primer lugar de la Liga Nacional, los Cardenales ocupaban el segundo puesto, seis juegos y medios por detrás pero todavía faltaban 38 encuentros. Los Dodgers marcaron una carrera en el tercer episodio mediante doble de Junior Gilliam y sencillo de Frank Howard; Ken Boyer manufacturó una rayita en el sexto inning para igualar el marcador a una. Koufax lanzó 12 innings, y permitió solo una carrera. Simmons trabajó 13 entradas, y concedió solo una carrera. Los Dodgers ganaron en el décimo sexto inning con sencillo remolcador ante el relevista Ron Taylor.

       La derrota dejó a los Cardenales a siete juegos y medio del primer lugar con 37 por jugar, pero tendrían una racha fantástica después de eso, para ubicarse  a solo un juego de los Dodgers, entonces experimentaron una caída, para ellos tan impresionante como el colapso de los Filis en 1964. Pero si los Cardenales hubiesen ganado este juego, y si los resultados de los otros juegos se hubieran mantenido, los Cardenales habrían alcanzado el primer lugar en algún momento a mediados de septiembre.

 

 9.- Agosto 19, 1968. San Francisco en Nueva York, Bobby Bolin ante Jerry Koosman.

      Bolin lanzó 11 innings en blanco; Koosman pitcheó 12. Dejaron el juego en manos del bullpen, que mantuvo la pizarra inmaculada hasta el inning 16, Frank Linzy lanzó cinco innings sin anotaciones por San Francisco, Ron Taylor replicó con cuatro innings sin anotaciones por los Mets. Los Gigantes finalmente se alzaron con el triunfo en el décimo séptimo tramo mediante sencillo impulsor de Ron Hunt para ganar 1-0.

 

8.- Abril 15, 1968. Nueva York en Houston, Tom Seaver ante Don Wilson.

     Mets y Astros fueron gemelos de la expansión en 1962, aún batallaban por salir del sótano de la liga a principios de la temporada de 1968. Tom Seaver, por supuesto, era lo mejor que le había ocurrido a los Mets, y Don Wilson jugaba un papel similar para los Astros; a veces era un `pitcher derecho de poder dominante, llegó a lanzar dos juegos sin hits ni carreras y una vez ponchó 18 bateadores en un juego, otra vez 16 bateadores, ganó 104 juegos antes de suicidarse a la edad de 29 años.

     En este juego, Wilson pitcheó nueve innings en blanco, Seaver 10. Wilson entregó el testigo a John Buzhardt, quien mantuvo la pizarra intacta en el décimo y el undécimo, y Seaver cedió el montículo a Ron Taylor, quien lanzó sin carreras el undécimo inning. En el duodécimo inning fue Danny Coombs, contra Carl Koonce y Bill Short; en blanco. En el décimo tercero fue Coombs contra Al Jackson; sin carreras. En el décimo quinto continuó Ray ante Jackson, sin carreras; en el décimo sexto siguieron las arepas.

     En el décimo séptimo inning, Jim Ray enfrentó a Danny Frisella; sin carreras. En el décimo octavo inning, volvieron Ray y Frisella; sin carreras, igual que en el décimo noveno inning. El vigésimo inning fue el séptimo episodio de Ray en el montículo. Ponchó los dos últimos bateadores que enfrentó, con lo cual acumuló 11 ponches en siete innings sin carreras de relevo intermedio. Frisella replicó por los Mets.

     Wade Blasingame, no el fiscal, reemplazó a Ray por los Astros, y pitcheó el vigésimo primer inning sin carreras; Frisella también. Blasingame pitcheó sin carreras el vigésimo segundo inning; Les Rohr contestó por los Mets. Blasingame lanzó sin anotaciones el vigésimo tercer inning; Rohr pitcheó sin carreras el vigésimo tercero. Blasingame pitcheó en blanco el vigésimo cuarto inning.

      Los Astros anotaron en el cierre del vigésimo cuarto mediante sencillo de Norm Miller, un balk, un rodado al cuadro y un error, para ganar el juego, 1-0.

 

7.- Septiembre 30, 1964. Pittsburgh en Cincinnati, Bob Veale ante Jim Maloney.

      Esto ocurrió en medio de una de las carreras por el banderín más intensas de todos los tiempos. Los Filis habían comandado el pelotón la mayor parte del verano, pero habían pistoneado a mediados de septiembre. La mañana del 30 de septiembre, los Rojos estaban en primer lugar igualados con los Cardenales, pero aun había cuatro juegos pendientes en la carrera por el banderín, en cinco días de calendario.

      Los Piratas no eran uno de los cuatro equipos en contención, aún así pueden haber sido el mejor equipo de la liga. Los Piratas de entonces eran como los Mellizos de ahora, un buen equipo perenne basado en bateadores de líneas, buena defensa, y, en mayor parte pitchers que nunca caminaban a nadie (aunque Veale era la excepción). Con tres inquilinos del Salón de la Fama (Clemente, Stargell y Mazeroski) en su apogeo, y con muchos otros peloteros talentosos en su nómina, habían estado a solo cuatro juegos y medio del primer lugar el 3 de agosto, pero habían dejado escapar muchos juegos ese mes, y el pelotón se alejó de ellos.

      Bob Veale y Jim Maloney eran pitchers zurdos de poder quienes lanzaban a un nivel de Salón de la Fama. Bien…Maloney lanzó claramente a un nivel de Salón de la Fama, Veale quizás no completamente a nivel del Salón de la Fama, pero era muy bueno, ganó entre 16 y 18 juegos cuatro temporadas seguidas, y ponchó 250, 276 y 229 bateadores entre 1964 y 1966. Maloney convirtió en hábito lanzar sin hits ni carreras y perder en extra innings.

       En este juego no tenía un juego sin hits ni carreras luego de los primeros nueve episodios; tenía un juego de tres imparables. Maloney y Veale, pitchearon 23.1 innings en este juego, permitieron 10 imparables y ninguna carrera, y poncharon 29 bateadores. Veale ponchó 16 en 12.1 innings, pero concedió 8 boletos; Maloney ponchó 13 en 11 innings y caminó solo a dos. Estuvieron dominantes.

 

6.- Septiembre 1, 1967. San Francisco en Cincinnati, Gaylord Perry ante Mel Queen.

    Gaylord Perry pitcheó 16 innings en blanco. Me parece que Perry fue el último pitcher que hizo eso, lanzar tantos innings en un juego. Eso había ocurrido muchas veces antes de esta ocasión, pero pienso que esta fue la última vez.

     Bien…déjenme hacer mi investigación.

      Robin Roberts en 1952, pitcheó 17 innings en un juego.

    Jerry Walker, Jack Harshman, Johnny Antonelli y Billy Pierce, pitchearon 16 innings, y Al Aber 15.1, además pienso que hay otro juego que se me escapa…Bob Keegan o alguien más.

     En los años 1960s Tom Cheney, Juan Marichal y Gaylord Perry pitchearon dieciseis innings en un juego, pero Gaylord fue el último de ellos. Otros cuatro pitchers también lanzaron 15 innings o más en los años 1960s.

     En los años 1970s Gaylord pitcheó 15 innings en un juego, y otros tres pitchers lanzaron más de 14, esa fue la mayor cantidad.

     En los años 1980s, en realidad en 1980, los cuatro caballos de batalla de Billy Martin pitchearon 14 innings en un juego, cada uno.(Keough, Norris, Langford y McCatty). Brian Kingman nunca pitcheó más allá de 10.1 innings.

     Nadie más en los 1980s pitcheó más de 13 innings en un juego, y estoy seguro de que eso no ha ocurrido más desde entonces, así que…si, Gaylord fue el último en hacer eso. Frank Linzy continuó el trabajo de 16 innings en blanco de Gaylord con cinco más, y Mel Queen, Ted Abernathy, Don Nottebart y Bob Lee replicaron por Cincinnati (Queen, 9.1; Abernathy, 3.2; Nottebart, 5). Lee pitcheó dos innings en blanco y fue penalizado por la estrategia de conceder un boleto intencional para llenar las bases en su tercer inning de actuación, el vigésimo primero del juego. El próximo bateador negoció boleto, para forzar la única carrera de un juego que terminó 1-0, 21 innings.

 

 5.- Junio 6, 1964, Yanquis en Los Angeles, Jim Bouton ante Dean Chance.

      El único juego de la Liga Americana en nuestra lista. Nuestra lista fue dominada por juegos de la Liga Americana en los años 1950s, juegos de la Liga Nacional en los años 1980s, juegos de la Liga Nacional en los 1960s.

     Dean Chance fue el ganador del premio Cy Young en 1964 cuando todavía se entregaba un trofeo para ambas ligas mayores, al terminar la temporada con efectividad de 1.65, y quedar Koufax fuera de carrera por una lesión. Bouton había tenido marca de 21-7 en 1963. En este juego Bouton lanzó 13 innings sin permitir carreras, permitió diez imparables; mientras Chance pitcheó 14 innings en blanco, aceptando solo tres imparables y ponchando 12. Los Yanquis  ganaron el juego en el décimo quinto inning mediante doble impulsor de dos carreras de Elston Howard. Pizarra final: 2-0

          Este juego no parece haber tenido ningún impacto negativo en las carreras de Chance o Bouton. Chance siguió siendo un pitcher estelar por varios años más. Bouton lanzó bien por el resto de la temporada, disminuyó su efectividad hasta 2.50 a principios de agosto, dos meses después de este juego.

          Con 3 imparables y 12 ponches en 14 innings en blanco, la puntuación de Chance en el juego fue 116, la más alta de cualquier juego de los 1960s. Ningun pitcher desde entonces ha tenido una puntuación de juego tan alta como esa.

            

 

 

 

4.- Octubre 2, 1965. Filadelfia en Nueva York. Chris Short versus Rob Gardner.  

 

      El 2 de octubre fue el penúltimo día de la temporada de 1965, y los Filis y los Mets tenían dos juegos intrascendentes que jugar ese día. Jim Bunning lanzó un blanqueo en el primer juego, su triunfo 19 de la temporada. Chris Short esperaba igualarlo en el segundo; también se despertó esa mañana con 18 triunfos para los Filis. Había ganado 17 el año anterior, y después ganaría 19 y 20; fue  un pitcher consistentemente muy bueno desde 1962 hasta 1968.

     En la trinchera contraria por los Mets estaba Rob Gardner, a quien habían llamado a finales de la temporada y al comienzo de este juego su efectividad era 6.92: había permitido 13 carreras en 13 innings, pero afortunadamente algunas de ellas fueron inmerecidas.

     El juego empezó alrededor de las 8:30, y los Filis empezaron como si le propinarían a Gardner más batazos de todos los calibres. Adolfo Phillips sencilleó, Cookie Rojas negoció boleto, y venía la casa del poder. Dick Allen  bateó largo a lo profundo del jardín derecho, ambos corredores avanzaron al pisa y corre, pero Dick Stuart se ponchó y Alex Johnson entregó el out final con elevado, el rally se estancó.

     Los Mets, por su parte, también embasaron dos corredores con un out. Jim Hickman elevó al jardín central, el corredor de segunda avanzó hasta tercera base en pisa y corre, pero Ron Swoboda se ponchó al dejar pasar el tercer strike y fue expulsado del juego por reclamar la sentencia, el juego seguí sin anotaciones.

     En el segundo inning no ocurrió nada. Los Mets hicieron dos errores en el tercer inning, lo cual puso a un corredor en tercera base con dos outs, pero Dick Allen se ponchó. Los Mets batearon dos dobles en el cierre del tercer inning y no anotaron. Ron Hunt conectó doble; Joe Christopher sono otro doble detrás de él, pero Hunt se detuvo en tercera base. No sé por qué. Así eran los Mets. Perdían 110 juegos al año por méritos propios. Chris Short caminó intencionalmente a Hickman y poncho a Danny Napoleon, todo permanecía 0-0.

   No ocurrió nada en el cuarto ni en el quinto inning. En la apertura del sexto Dick Allen sencilleó; en el cierre del sexto Jim Hickman bateó doblete. Nadie anotó. No ocurrió nada en el séptimo, octavo, ni la apertura del noveno. Con dos outs en el cierre del noveno, Greg Goosen sencilleó por los Mets. Cleon Jones, otro llamado a finales de la temporada, la rodó por primera base pero Chris Short llegó tarde a cubrir la almohadilla y Jones llegó quieto a la inicial, lo cual dejó dos corredores en base con dos outs. Short ponchó a Roy McMillan, y el juego se fue a extra innings.

   

    En la parte alta del décimo inning, Rob Gardner, aun en la lomita de los Mets, caminó al primer bateador de la entrada. Lo Filis lo llevaron a la intermedia con toque de sacrificio, pero de ahí no pasó.

    En la parta baja del undécimo, Jim Hickman sencilleó y robó segunda, pero allí se quedó varado.

     En el cierre de décimo tercer inning Joe Christopher sencilleó abriendo el episodio, pero Charley Smith roleteó para dobleplay.

     En el décimo quinto inning, Tony González conectó doble con un out, pero Gardner, todavía en el montículo por los Mets, sorteó la dificultad.. En el cierre de ese décimo quinto episodio, Ron Hunt sencilleó y robó segunda base, pero Joe Christopher se ponchó, y la amenaza se desvaneció una vez más.

    Despues de 15 innings y ante la inminencia de la media noche, Short y Gardner finalmente entregaron el testigo. Short había permitido 9 imparables, pero había ponchado 18 bateadores en 15 entradas en blanco. Gardner había concedido solo 5 imparables, disminuyendo su efectividad desde 6.92 hasta la cifra con la cual terminaría la temporada 3.20.

            

            Gary Wagner relevó por los Filis, Darrell Sutherland por los Mets. Cada uno lanzó dos entradas en blanco, en cada caso ayudados por un corredor puesto out en intento de robo para terminar el inning. En el inning 17, Bobby Klaus inició negociando boleto, pero no tuvieron éxito con el toque de sacrificio y el inning terminó sin consecuencias.

          En el décimo octavo inning, Dennis Ribant se encargó del montículo por los Mets y retiró a los Filis por la vía del 1-2-3. Jack Baldschun relevó por los Filis, y los Mets  salieron también vía 1-2-3.

         El juego terminó en un empate cero a cero. De acuerdo a las reglas de la época en la Liga Nacional, no se podía empezar un inning después de las 12:50 am, y el juego fue declarado concluido. Ese no es el empate 0-0 más largo de la historia de las ligas mayores. El 11 de septiembre de 1946, los Rojos y los Dodgers jugaron un empate en blanco de 19 innings en Ebbets Field.

         Como el juego terminó en empate, tenía que recuperarse el día siguiente, el último día de la temporada. Eso creó una oportunidad de apertura para Jack Fisher, quien había perdido su puesto en la rotación con marca de 8-23 en ganados y perdidos a favor de Gardner. La respuesta de los Filis fue Grant Jackson, otro llamado de finales de temporada quien llegó al juego con efectividad de 19.29 en cinco salidas.

         El juego de reposición se mantuvo sin carreras por seis innings, Grant Jackson contra Fisher. Era el último día de la temporada. ¿Sabe usted como son esos juegos? Algunos peloteros juegan como si fuese un juego de importancia y quieren dar lo mejor de sí, y otros  juegan recordando que han estado jugando beisbol y viajando por ocho condenados meses con muy pocos días libres, y están  realmente ansiosos de tomar ese vuelo de las siete en punto que los lleve a casa. Este día, un juego extra ha sido agregado al final del calendario. El mismo estuvo sin anotaciones por seis episodios. Los Filis anotaron en la parte alta del séptimo inning. Los Mets marcaron en el cierre del séptimo.

    

         Estuvo 1-1 por nueve innings, cuando Grant Jackson fue enviado a casa por el resto de la temporada; bue trabajo novato, bajaste tu efectividad por poco más de una docena de carreras. Fue reemplazado por otro novato, Gary Wagner, y luego por otro llamado al final de la temporada, Ferguson Jenkins.

         Fisher, por su parte, continuaba en la batalla. Los Filis batearon un sencillo con dos outs en el décimo, no anotaron. Los Filis abrieron el undécimo inning con sencillo, llevaron al corredor a segunda con toque de sacrificio, no anotaron. Batearon otro sencillo con dos outs en el duodécimo inning, trajeron a Dick Allen como bateador emergente, pero solo roleteó por primera base. En 12 innings el juego todavía estaba 1-1 con Jack Fisher batallando todavía.

       Billy Sorrell, otro llamado de final de temporada, jugaba tercera base ese día en lugar de Dick Allen, bateó cuadrangular abriendo el décimo tercer inning. El juego tomó 31 innings para decidirse, aunque en realidad fueron dos juegos. Jack Fisher se apuntó su derrota 24 , para terminar con marca de 8-24 y efectividad de 3.94. Ningún pitcher desde entonces ha perdido tantos juegos en una temporada.

       Los Mets habían jugado 49 innings de beisbol en dos días, y anotaron un total de dos carreras.

 

3.-  Filadelfia en Los Angeles. 27 de Julio de 1966. Jim Bunning versus Sandy Koufax.

 

        Podría decirse que para ese momento de sus carreras, Koufax y Bunning tenían cada uno un pie en el Salón de la Fama. La carrera de Koufax terminaría solo dos meses y medio después, aunque por supuesto, nadie lo sabía en ese momento. Koufax llegó a este juego con marca de 17-5 y efectividad de 1.69, con nueve semanas por jugarse en el calendario. Dick Allen jonroneó ante Koufax en el segundo inning; los Dodgers le tocaron el plato a Bunning en el sexto, mediante un elevado de sacrificio.

        Más allá de eso, sin embargo, Koufax y Bunning estuvieron a cargo por 11 innings, Koufax ponchó 16, y Bunning 12. Bunning le entregó la pelota a Darold Knowles, quien permitió una carrera mediante boleto para abrir el inning doce, un passed ball y un sencillo. Los Dodgers ganaron, 2-1.

            

2.-  Filadelfia en San Francisco. 25 de mayo de 1966, Jim Bunning versus Juan Marichal.

      

       Este juego es muy parecido al anterior, excepto que Bunning y Marichal no permitieron carreras. Los Filis llenaron las bases en el segundo inning, pero Marichal ponchó a Bunning para terminar la amenaza. Tony González bateó un doble con dos outs en el séptimo inning, peo se quedó varado. Willie McCovey largó doblete para abrir el cierre del séptimo, pero Bunning retiró a Willie Mays quien salió de bateador emergente con dos outs.

       Bunning pitcheó diez innings en blanco, y entregó el testigo a Darold Knowles, quien lanzó tres más. Marichal pitcheó 14 innings en blanco para llevar su marca a 9-0; terminaría con 25 y 6. Knowles permitió una carrera con dos outs en el cierre del décimo cuarto inning.

 

            

1.-  Milwaukee en San Francisco. 2 de mayo de 1963. Warren Spahn versus Juan Marichal.

 

       En el artículo de los años 1950s, publicado hace uno o dos días, noté que mi método no había seleccionado la opción obvia como principal duelo de pitcheo de la década, el juego de Harvey Haddix. En esta década, el método selecciona el que obviamente es el duelo de pitcheo más famoso de la década, el juego de Spahn y Marichal, ganado por los Gigantes 1-0 en el inning 16 con jonrón de Willie Mays. Marichal y Spahn pitchearon los 16 innings del juego en 4 horas y 10 minutos.

       Ni Spahn ni Marichal sufrieron algún efecto en su salud debido a la longitud del juego. Spahn, de 42 años de edad en ese momento, terminó la temporada con marca de 23-7 y efectividad de 2.60; Marichal dejó números de 25-8 y efectividad de 2.41. Spahn y Marichal tuvieron esencialmente la misma marca tanto después como antes del juego. La derrota de Spahn lo dejó con marca de 11-3; tuvo 12-4 el resto del año. La victoria de Marichal puso su marca en 13-3; tuvo números de 12-5 el resto del año.

 

       Debo haber conocido 30 personas a través de los años quienes me han dicho que estuvieron en este juego. La asistencia estuvo un poco por debajo de las 16.000 personas, así que trataré de conocer al resto.

 

     El mejor enfrentamiento de pitcheo de los años 1960s, estrictamente en términos de tener dos grandes pitchers sobre el montículo, ocurrió en Detroit el 9 de junio de 1968: Luis Tiant contra Denny McLain. Tiant lanzó 258 innings en 1968, permitió solo 152 imparables, la segunda cantidad más baja por inning en la historia de las ligas mayores, para un pitcher que haya lanzado 150 o más innings (Nolan Ryan permitió menos en 1972). McLain fue el único pitcher en los últimos 75 años en ganar 30 juegos.

     Pitchearon bien. Tiant lanzó un blanqueo de 4 imparables, sin conceder boletos. McLain solo permitió tres imparables en ocho innings, tampoco concedió boletos, pero un cátcher llamado Duke Sims le conectó doble y jonrón para llevar a Cleveland a una victoria 2-0. Para nuestro sistema, este juego clasifica como el duodécimo mejor duelo de pitcheo de los años 1960s, igualado con uno de los juegos de Gibson y Gaylord Perry.

     Luego de este juego, McLain y Tiant tenían 9 victorias cada uno. Denny McLain ganó 22 veces entre el 9 de junio y el final de la temporada.

 

     El peor enfrentamiento de pitcheo de los años 1960s, en términos de tener dos pitchers terribles en el montículo, también ocurrió en Tiger Stadium: Paul Foytack contra Jerry Casale, 16 de junio de 1960. Foytack, aunque había sido un buen pitcher las pasadas cuatro temporadas, terminó la campaña de 1960 con marca de 2-11 y efectividad de 6.30. Casale dejó marca de 2-9 con efectividad de 6.19. Los Medias Rojas ganaron ese juego 6-5.

 

   La mejor actuación de pitcheo de dos pitchers abridores en un juego fue el juego de Chris Short/Rob Gardner, en el cual ambos pitchearon 15 innings en blanco, aunque, por supuesto, el juego de Spahn/Marichal es casi igual.

 

     La peor actuación de pitcheo de dos pitchers abridores en un juego ocurrió en Kansas City el 13 de julio de 1962, Bil Monbouquette contra Jerry Walker (el mismo Jerry Walker que había pitcheado 16 innings en blanco en un juego de 1959).

     Kansas City tenía una buena ofensiva en 1962, aunque su pitcheo y defensa eran muy pobres. Los Atléticos anotaron cuatro carreras en el segundo inning y cinco en el tercero, en ambas ocasiones con largas seguidillas de imparables. Monbouquette salió del juego luego de dos innings y dos tercios, perdiendo 8-2. Walker permitió otra carrera en el cuarto inning, y cuatro en el quinto, incluyendo jonrón de tres carreras de Lu Clinton, quien estaba en medio de una histórica racha de bateo.

     Irónicamente, estas horriblles aperturas abrieron camino a un duelo de pitcheo entre relevistas. Dic Radatz, entró en el octavo inning y pitcheó 7 entradas en blanco para apuntarse la victoria 11-10. Ed Rakow, también llegó al juego en el octavo, y pitcheó más de 6 episodios antes que Clinton remolcara a Yastrzemski con sencillo.

   En 19 juegos entre el 29 de junio y el 20 julio de 1962, Lu Clinton bateó para .500 (de 76-38) con 20 extrabases y 29 carreras empujadas.

 

            Traducción: Alfonso L. Tusa C. 24 de septiembre de 2020.

 

Nota del traductor:

 

-          Números de pitcheo de Bob Gibson con los Indios de Oriente en la temporada 1960-61: 21 J, 11 JC, 4 JR, 7 G, 10 P, 142 IL, 118 HP, 40 CL, 134 K, 62 BB, 2.54 EFE.

           Números de bateo de Bob Gibson con los indios de Oriente en la temporada 1960-    61: 24 J, 54 VB, 6 CA, 10 H, 2 HR, 8 CE, .185 AVG.

 

-          Números de pitcheo de Danny Frisella con los Leones del Caracas en la temporada 1969-70: 4 J, 0 G, 1 P, 24 IL, 18 HP, 5 CL, 15 K, 6 BB, 1.88 Efec.

 

-          Números de pitcheo de Bob Veale con los Navegantes del Magallanes en la temporada 1974-75: 6 J, 6 JR, 1 G, 0 P, 1 S, 11.2 IL, 13 HP, 4 CL, 15 K, 8 BB, 3.08 Efect.

 

 

-          Números de pitcheo de Mel Queen con los Tigres de Aragua en la temporada 1966-67: 13 J, 8 JC, 2 JR, 7 G, 2 P, 95 IL, 58 HP, 8 CL, 108 K, 10 BB, 0.76 Efect.

 

Números de pitcheo de Mel Queen con los Tigres de Aragua en la temporada 1969-70: 9 J, 3 JC, 1 JR, 4 G, 2 P, 53.2 IL, 45 HP, 6 CL, 40 K, 12 BB, 1.01 Efect.

 

Actuación ofensiva de Mel Queen con los Industriales del Valencia en la temporada 1963-64: 22 J, 79 VB, 15 CA, 21 H, 5 2H, 1 HR, 10 CI, 1 BR, .266 AVG. Jardinero.

 

Actuación ofensiva de Mel Queen con los Tigres de Aragua en la temporada 1966-67: 45 J, 176 VB, 23 CA, 52 H, 6 2H, 1 3H, 2 HR, 21 CI, 1 BR, .295 AVG. Pitcher-Jardinero.

 

Actuación ofensiva de Mel Queen con los Tigres de Aragua en la temporada 1969-70: 23 J, 60 VB, 8 CA, 17 H, 6 2H, 5 CI, .283 AVG. Pitcher-Jardinero.

 

-          Números de pitcheo de Rob Gardner con los Tiburones de La Guaira en la temporada 1971-72: 21 J, 3 JC, 9 JR, 7 G, 5 P, 2 S, 97.2 IL, 85 HP, 27 CL, 28 K, 22 BB, 2.49 Efect.

 

-          Números de pitcheo de Ted Abernathy con los Leones del Caracas en la temporada 1955-56: 6 JL, 1 JC, 0 G, 2 P, 35 IL, 24 HP, 13 CL, 18 K, 20 BB, 3.34 Efect.

 

-          Números de pitcheo de Bob Lee con  los Tiburones de La Guaira en la temporada 1963-64: 8 JL, 1 JC, 2 JR, 3 G, 4 P, 1 S, 41.2 IL, 55 HP, 18 CL, 16 K, 14 BB, 3.89 Efect.

 

-          Números de pitcheo de Bob Lee con  los Leones del Caracas en la temporada 1968-69: 19 JL, 6 JC, 6 JR, 9 G, 5 P, 1 S, 109 IP, 86 HP, 27 CL, 63 K, 38 BB, 2.23 Efect.

 

-          Actuación ofensiva de Bob Lee con  los Leones del Caracas en la temporada 1968-69: 19 J, 31 VB, 3 CA, 6 HC, 1 2H, 1 3H, 4 CI, .194 Avg.

sábado, 17 de octubre de 2020

<• Metáfora del Beisbol y el boom de las películas basadas en el juego de finales de los años 1980s. por Alfonso L. Tusa C. 28 de septiembre de 2020.

 

• Siempre había visto al beisbol como un juego abstracto, alejado de la vida particular de las personas, desconectado de su cotidianidad, cargado de reglas, estadísticas y emociones inesperadas. La mayoría de las personas que conocía en mi niñez veía al beisbol como un pasatiempo, como una actividad recreativa, les costaba asimilarlo como un verdadero deporte porque la acción era muy lenta y porque la pelota la tenía el equipo que se defendía. Había una especie de abismo entre la dinámica del tipo atlético que lanzaba la pelota desde el montículo y la imagen de caballero de la edad media del personaje que permanecía agachado detrás del tipo que esgrimía el bate. Todo un laberinto de contrastes con algún asomo de ambiente ajedrecístico templado por las esporádicas pero regulares visitas al montículo del tipo que estaba en la cueva subterránea aledaña al campo de juego, para mí el juego trataba más de la frialdad de los números y la estrategia que del vértigo y la cinética del deporte. 

• Por eso me sorprendí mucho cuando empezaron a estrenar todas aquellas películas relacionadas al beisbol de finales de los años 1980s, era dificil asimilar que aquel juego anodino para muchos, especialmente en el ambiente de los estudios cinematográficos, de pronto se convirtiera en argumento atractivo para la industria. Si, es verdad que la razón fundamental de eso residía principalmente en la pasión por el beisbol que había desarrollado cada uno de los directores de esas películas, por eso muchos pensaron que aquel período solo sería algo muy circunstancial, un acontecimiento muy puntual. Todo empezó con la tensión de Eight Men Out y la resignación de Bull Durham en 1988. Seguidas por la emoción de Major League y la magia de Field of Dreams (El Campo de los Sueños) en 1989. Hasta ese momento no me había percatado de la metáfora del hogar ligada al beisbol.

 • Ver a un granjero con una esposa, una hija pequeña y la responsabilidad de hacer productivo un terreno de decenas o centenares de hectáreas, tumbar buena parte del maizal para construir un estadio de beisbol, por la descabellada razón de haber escuchado una voz que le aseguraba que si lo construía alguien vendría, resultaba algo escalofriante sin ser una película de terror, algo tan o más emociónate que un jonrón en extra inning para dejar sobre el terreno al rival, reformulaba, rediseñaba la noción que tenía hasta ese momento del beisbol. A partir de ese momento empecé a percibir todos esos detalles mimetizados en la aparente frialdad del juego hasta trastocarse en la más apasionante cartografía emocional con carreteras que atraviesan en todas direcciones , en medio de los paisajes más inverosímiles, todos los caminos de las relaciones familiares, todas las mesetas de la sensibilidad, toda la geografía del hogar. De pronto parecía que ese rombo de grama y arcilla estuviera enmarcado en la sala familiar.

 • Había experimentado muchos momentos especiales mediante el seguimiento de los juegos por radio, como cuando papá se acercó a la mesa del comedor donde yo permanecía adherido a las cornetas de aquel inmenso radio de bulbos incandescentes, ya era más de las once de la noche y mientras me recordaba que era hora de dormir, me sorprendió con aquella pregunta de si extra inning era algo similar a las prórrogas que había en los partidos decisivos de un campeonato mundial de futbol, papá solo seguía el futbol. O cuando jugaba con mis amigos en el solar de asfalto ubicado frente a la casa de mis padres y mi mamá salía en la penumbra del atardecer a buscarme para que fuese a bañarme y a cenar “¿es que acaso piensas pasar la noche jugando ese bendito juego?” O cuando me sumergieron en un tambor de agua en pleno carnaval la mañana cuando escuchaba el tercer juego de la serie final de la temporada 1969-70, mi radio se dañó al contacto con el agua y llegué llorando a la casa de mis abuelos. Mi abuelo, que era el tipo más celoso y quisquilloso con el radio de bulbos de la sala, encendió el reluciente armatoste y cuando la voz del narrador anunciaba la jugada culminante compartí una de las sonrisas más amplias que le hubiese visto a mi abuelo

. • Sin embargo el escalofrío que avanzaba en paralelo con la acción de El Campo de los Sueños, resultaba tan punzante, tan asfixiante, tan invasivo que aun me paralizo viendo esa película como la primera vez, todavía imagino llegar a las cuatro de la tarde a ese descampado en medio del maizal y sentir aquel vendaval emociones de quien sueña con involucrarse en la dinámica contagiosa del juego hasta intercalarse con sus compañeros para experimentar la euforia más descomunal. Puedo recordar todas las conversaciones íntimas con mi papá que no me atrevía a iniciar pero que la curiosidad por conocer más de beisbol rompía el hielo del rostro adusto de papá, o me revestía de una irreverencia para hacer preguntas que nunca pensé que me atrevería a pronunciar. Seguía escuchando esa voz en el lecho de convalecencia de mi padre y me esforzaba por buscar la medicina que lo hiciera levantar para ir a compartir todos los juegos postergados por su trabajo o por mi rebeldía. 

• Cada vez que veo El Campo de los Sueños me encuentro con mi papá en algún lugar de su oficina, bajo el rugido del aparato de aire acondicionado, entre los armarios gigantes de papelería y las mesas dispuestas en zigzag, cada una con una máquina de escribir que solo él conocía a fondo y me hacía observaciones de como debía tocar las teclas, o como ganar un espacio antes de que sonara la campanita que indicaba el final de la línea. También lo veo en el garaje cuando me llamaba la atención por respirar el monóxido del tubo de escape, nunca le vi unos matices más bermejos en las mejillas que cuando alzaba la voz en esos momentos para regañarme. Regreso a las tardes dominicales cuando me iba a buscar al cuarto para preparar aquella salsa al pesto y aunque conocía la rutina, siempre había un detalle adicional, como agregar atún gradualmente en la maceración con el mortero, o hacer el pesto clásico solo con albahaca, aceite de oliva, ajo y nueces. O cuando el sabor del ajo era muy profundo en la lengua, sacaba una garrafa de vino blanco que guardaba en el gabinete más apartado de la cocina 

• Aquel boom de películas de finales de los ’80 no resultó algo circunstancial, quizás no haya películas de beisbol todos los años, pero cada cierto tiempo aparecen nuevas películas que recuerdan la metáfora del beisbol y el hogar, como la conexión de un padre y un hijo a través de la gesta de los Milagrosos Mets de 1969 en Frequency (2000), o la intensidad de las relaciones fraternales y grupales mostrada en A League of Their Own (1992), también el drama y la resiliencia de un grupo de niños que a través del beisbol logra restañar las heridas familiares en El Juego Perfecto (The Perfect game) (2010). Entonces resulta inevitable sentir que más que un juego, el beisbol es una filosofía de vida. •

lunes, 5 de octubre de 2020

MURIÓ BOB GIBSON, EL LANZALLAMAS DEL TERROR Por Richard Goldstein. The New York Times. 02 de octubre de 2020.

 


Bob Gibson, Temido lanzallamas de los Cardenales de San Luis, Fallece a los 84 años de edad.

Gibson, quien ganara dos premios Cy Young y lanzara 56 blanqueos en su carrera, fue uno de los pitchers del beisbol más dominante e intimidante.

   

   Bob Gibson, el derecho inquilino del Salón de la Fama de los Cardenales de San Luis, quien se convirtiese en uno de los pitchers más dominantes del beisbol, al ganar 251 juegos en 17 temporadas con una recta intimidante y una actitud competitiva, falleció este viernes 02 de octubre en Omaha.

  La causa del deceso fue el cáncer pancreático, dijeron los Cardenales. Gibson declaró en julio de 2019 que tenía la enfermedad.

  A través de los veranos de los años 1960s y comienzos de los 1970s, Gibson mostró una fuerza implacable, y estuvo inmejorable en la Serie Mundial.

   Ganó el premio al jugador más valioso de la Liga Nacional y el premio Cy Young, como mejor pitcher de la liga en 1968, cuando ganó 22 juegos, ponchó 268 bateadores, lanzó 13 blanqueos y tuvo una efectividad de 1.12, la más baja en más de 50 años (una marca que permanece vigente). El año siguiente, aunque Major League Baseball bajara el montículo de los pitchers para darles un respiro a los bateadores, Gibson ganó 20 juegos y ponchó 269.

   Ganó al menos 20 juegos cinco veces en una temporada y ponchó 3.117 bateadores, dependiendo de dos tipos de recta y una slider que lanzaba a tres cuartos de velocidad. Lanzó 56 blanqueos en su carrera y capturó el segundo premio Cy Young en 1970. Participó en el juego de estrellas ocho veces, ganó el guante de oro por su defensiva nueve veces y pitcheó un juego sin hits ni carreras contra los Piratas de Pittsburgh en 1971.

   Al pitchear para tres equipos de los Cardenales ganadores del banderín, Gibson ganó siete juegos seguidos de Serie Mundial, perdió solo sus aperturas del primer y último juego en la serie. Su físico no era especialmente imponente, medía 1,86 metros y pesaba alrededor de 95 kg, pero tiene la marca de más ponches en un juego de Serie Mundial con 17, y en una Serie Mundial con 35, ambas ante los Tigres de Detroit en 1968.

   Fue elegido al Salón de la Fama del beisbol en 1981, su primer año de elegibilidad.

  Gibson desdeñaba de las conversaciones con los peloteros rivales, hasta en los juegos de estrellas. Se erizaba ante las preguntas de los reporteros que consideraba necias. Y era temido por sus rectas altas y pegadas cuando los bateadores buscaban pitcheos en la esquina de afuera.

   “Bob no era solo implacable cuando lanzaba, le dijo Joe Torre, compañero en los Cardenales quien luego empleó a Gibson como coach cuando dirigió a los Mets, Bravos de Atlanta y los Cardenales, al periodista Roger Kahn en un artículo para The New York Times previo a la inducción de Gibson en el Salón de la Fama. “Diría que era más que odioso”.

   “Mi punto era ganar”, dijo Gibson en su autobiografía, “Stranger to the Game” (“Extranjero del Juego”), escrita con Lonnie Wheeler y publicada en 1994. “No veía como ser agradable o amigable tuviera nada que ver con ganar, así que no era agradable en el montículo y no era amigable fuera de este”.

   “Para mí, el pitcher más intimidante y arrogante que pateara la tierra de un montículo es Bob Gibson”, recordó Tim McCarver, cátcher de los Cardenales y comentarista de radio y televisión por mucho tiempo, en su memoria, “O, Baby, I Love It!” (escrita con Ray Robinson).

    “Si alguna vez se observó el trabajo de Gibson”, dijo McCarver, “nunca se olvidará su estilo: su gorra bien hundida sobre sus ojos, el agarre de la pelota, casi deformándola, detrás de su cadera derecha, los ojos estrellándose sobre cada bateador casi acusadoramente”.

   Al escribir un perfil de Gibson para la revista The New Yorker en septiembre de 1980, Roger Angell recordó que después de su juego de 17 ponches ante los Tigres de Detroit, un reportero preguntó si Gibson siempre había sido tan competitivo como había parecido ese día.

 “Él dijo que sí”, escribió Mr. Angell, “y agregó que había jugado centenares de juegos de tick-tack-toe (juego de saltos en una figura dibujada en el piso) contra una de sus pequeñas hijas y que ella todavía no le había ganado la primera vez. Dijo eso con una pequeña sonrisa, pero me pareció que lo decía en serio: No podía permitirse perder con nadie. Entonces alguien le preguntó si se había sorprendido por lo que había hecho en el terreno, y Gibson dijo, ‘Nunca me sorprendo de lo que hago’”.

 Pack Robert Gibson nació el 9 de noviembre en Omaha, el menor de siete hijos, creció allí en un desarrollo habitacional. Su padre, Pack Gibson, falleció pocos meses antes de su nacimiento; su madre, Victoria, trabajaba en una lavandería. Su hermano Josh, un graduado de Creighton University en Omaha, se convirtió en su mentor y lo introdujo en los programas recreacionales que supervisaba. Bob Gibson se convirtió en un baloncestista reconocido en toda la ciudad en la escuela secundaria y jugaba varias posiciones en un equipo de beisbol American Legion que ganó el título de la ciudad. Su deporte favorito era el baloncesto, y se convirtió en el primer atleta negro que practicó baloncesto y beisbol en Creighton. Promedió más de 20 puntos por juego para su equipo en su carrera de baloncesto colegial, y pitcheaba, fungía de receptor y jugaba varias posiciones con su equipo de beisbol.

 

   Luego de graduarse en Creighton, Gibson firmó con la organización de ligas menores de los Cardenales.

 

  Pitcheó en la American Association y en la South Atlantic  League ese año, jugó baloncesto para los Trotamundos de Harlem en el receso de la temporada de beisbol, entonces se enfocó únicamente en el beisbol. Debutó con los Cardenales en 1959 y empezó a surgir como pitcher estelar dos años más tarde, bajo la tutela del manager Johnny Keane, quien lo había dirigido en las menores.

 

  Gibson ayudó con su pitcheo a llevar a los Cardenales a ganar el banderín de la Liga Nacional en 1964, cuando superaron a los colapsados Filis de Filadelfia, y él venció a los Yanquis en el séptimo juego de la Serie Mundial, al lanzar con solo dos días de descanso. Fue su segunda victoria en la serie, y fue nombrado jugador más valioso.

 

  Perdió dos meses de la temporada regular de 1967 luego que un linietazo de Roberto Clemente le fracturara la pierna, pero derrotó a los Medias Rojas de Boston del “Sueño Imposible”, tres veces en la Serie Mundial, incluyendo una victoria en el séptimo juego, y volvió a ganar los honores del jugador más valioso.

 

   En la Serie Mundial de 1968, Gibson derrotó dos veces a Denny Mclain de los Tigres, un ganador de 31 juegos ese año, pero perdió el decisivo séptimo juego ante Mickey Lolich.

  

Gibson enfrentó la segregación racial del sur como jugador de ligas menores en Columbus, Ga., y luego con los Cardenales cuando sus jugadores negros fueron vetados del hotel del equipo en el entrenamiento primaveral en St. Petersburg, Fla.

 

  Cuando Gibson estaba en su apogeo con un equipo de los Cardenales que también contaba con otras estrellas negras como Lou Brock, Curt Flood y Orlando Cepeda, su reputación como presencia intimidante pudo haber sido influenciada por temas raciales.

 

  “Pitcheé en una época de agitación civil, de poder negro y puños crispados, y edificios en llamas, y asesinatos, y disturbios en las calles”, recordó Gibson en su memoria. “había un país lleno de gente negra furiosa en aquellos días, y por extensión, y por mi conducta en el montículo, fui percibido como uno de ellos. Había algo de verdad en eso, pero eso tenía muy poco que ver con la manera como yo enfrentaba a los bateadores. No veía el color del bateador. Veía su estilo, su zona de strike, la velocidad de su bate, su poder y sus debilidades”.

 

  Gibson se torció el cartílago de la rodilla en 1973, pero el año siguiente se convirtió en el segundo pitcher, después de Walter Johnson, en ponchar al menos 3.000 bateadores en su carrera. (Otros pitchers, mas recientemente Justin  Verlander, han alcanzado esa marca desde entonces).

 

   Gibson se retiró después de la temporada de 1975 con una marca vitalicia de 251-174 y una efectividad de 2.91. También bateó 24 jonrones de temporada regular, más dos en la Serie Mundial.

 

   Además de ser coach con Torre después de retirarse como pelotero, Gibson se convirtió en comentarista nacional y de los Cardenales y se desempeñó en actividades comerciales en Omaha, donde fue dueño de un restaurant y director de un banco que sirvió por mucho tiempo a los residentes negros de Omaha.

 

  La información completa de sus sobrevivientes no estuvo disponible inmediatamente.

 

  Gibson estuvo preocupado de que su conducta pudiese haber ensombrecido su brillantez a los ojos de alguien. Pero concedió que su reputación de dureza estaba bien merecida.

   “Nunca golpeé a un  bateador por el placer de hacerlo”, dijo él. “En mis días, pitchear adentro era un elemento fundamental de estrategia. Era asunto de hacer lo que fuese necesario para hacer out al bateador; y si eso me hacía cruel, entonces que carrizo, me parece que era cruel”.

 

Michael Levenson contribuyó reportando. 

 

Traducción: Alfonso L. Tusa C. 04 de octubre de 2020.

 

Nota del Traductor: Números de pitcheo de Bob Gibson en Venezuela,  con los Indios de Oriente en la temporada 1960-61: 21 J, 11 JC, 4 JR, 7 G, 10 P, 142 IL, 118 HP, 40 CL, 134 K, 62 BB, 2.54 EFE.

                                 Números de bateo de Bob Gibson con los indios de Oriente en la temporada 1960-61: 24 J, 54 VB, 6 CA, 10 H, 2 HR, 8 CE, .185 AVG.