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domingo, 29 de noviembre de 2020

EL DEPORTE DICE SI-SI-SI A LA CONSULTA POPULAR Por Jesús Elorza

 





Venezuela, en los últimos 22 años, se ha visto conducida a un abismo político, social y económico como nunca lo había experimentado en su existencia republicana, pero, aunque parezca mentira que hay algo más que agregar a una lista tan desastrosa, al régimen se le ha ocurrido en medio de la pandemia el llamar a un proceso electoral para el 6D. Usted, amigo lector, podría preguntarse: ¿pero, eso no es lo que establece la constitución?, claro que sí, así está señalado expresamente en el articulado constitucional, lo que no se puede ni se debe aceptar es que, para llevar a cabo dicho proceso, el régimen abuse descaradamente del poder y proceda a entregar por la fuerza las directivas de los principales partidos de oposición a un grupo de quinta columnas, que el pueblo ha dado en llamar “alacranes”, para que sean estos los que participen con las tarjetas expropiadas y contribuyan a lavarle la cara al desgobierno reinante; y que previo a ello, se haya designado un espurio cne a través de la írrita asamblea constituyente, en abierta violación de esa misma constitución en que pretenden basar sus actos, revestidos con evidentes visos de nulidad absoluta; además de que no se permite una sana y amplia Observación Internacional, la oposición está prácticamente vetada en los medios de comunicación, ya que, gracias a la Censura imperante, a ellos acuden solo los oficialistas o los señalados alacranes. A ello hay que agregar que el material electoral, antes y después del proceso “electoral”, va a estar bajo el “resguardo” o “cuidado” de unas fuerzas armadas “bolivarianas” que, como vemos a cada rato en los actos oficiales, para saludar, levantan el brazo izquierdo empuñado para gritar: “Chávez vive”, de donde se puede deducir su clara “imparcialidad”.

Para justificar su participación, algunos seguidores de los alacranes se limitan a señalar que VOTAR es un derecho establecido en la constitución, lo cual es verdaderamente cierto y no admite discusión alguna; pero, les cuesta aceptar que, en esa misma constitución, a la cual el régimen ha violado en sopotocientas oportunidades y no han dicho nada, deja claramente establecido que, como tal derecho, el Ciudadano queda en Libertad de ejercerlo o no en su oportunidad, es decir, LA ABSTENCIÓN es igualmente su derecho constitucional ya que el voto no es obligatorio; en virtud de lo cual se ha Gente del Deporte hace un llamado a todos los ciudadanos planteado a no acudir a votar el 6D . El Deporte expresa un NO rotundo al régimen.
Por el contrario, a partir del 5D hasta el 12D,  el llamado es a participar en la CONSULTA POPULAR, 

La consulta no es para averiguar el ya conocido rechazo al régimen. Es para que el mundo y nosotros mismos nos escuchemos en un sí rotundo y unitario al cambio.

Estas son las preguntas:

1) ¿Exige usted el cese de la usurpación de la Presidencia de parte de Nicolás Maduro y convoca la realización de elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables?

2) ¿Rechaza usted el evento del 6 de Diciembre organizado por el régimen de Nicolás Maduro y solicita a la comunidad internacional su desconocimiento?

3) ¿Ordena usted adelantar las gestiones necesarias ante la comunidad internacional para activar la cooperación, acompañamiento y asistencia que permitan rescatar nuestra democracia, atender la crisis humanitaria y proteger al pueblo de los crímenes de Lesa Humanidad?

Atletas, Entrenadores y Dirigentes diremos SI-SI- SI a la Consulta Popular.


sábado, 28 de noviembre de 2020

El regreso de Mike Tyson vs Roy Jones: hora y dónde ver la pelea del año

 



Tyson, el legendario excampeón de 54 años, rechazó el calificativo de “exhibición” que se le ha dado al encuentro: “Vengo a pelear y espero que él (Jones) venga a pelear y eso es todo lo que se necesita saber”, dijo.


El regreso de Mike Tyson vs Roy Jones: hora y dónde ver la pelea del año
El regreso de Mike Tyson vs Roy Jones: hora y dónde ver la pelea del año - Foto:

Luego de más de diez años, el legendario excampeón de los pesos pesados Mike Tyson, de 54 años, volverá a los cuadriláteros este sábado 28 de noviembre en Los Ángeles.

Por ahora tanto Tyson como su rival Roy Jones, de 51 años, aseguraron que se trata de una verdadera batalla y no una simple exhibición.

Tyson abandonará su retiro de 15 años para este combate a puerta cerrada que, según se anunció el jueves, se celebrará en el Staples Center, la cancha de Los Ángeles Lakers, recientes campeones de la NBA.

En una videoconferencia de prensa, ambos púgiles rebatieron ferozmente las voces que menosprecian el combate y afirmaciones como las del director ejecutivo de la Comisión Atlética de California (CSAC), Andy Foster, que recientemente dijo que este combate de ocho asaltos no sería una “pelea real”.

“¿No es una pelea real? Es Mike Tyson contra Roy Jones. Vengo a pelear y espero que él venga a pelear y eso es todo lo que se necesita saber”, declaró Tyson.

Por ahora se cree que por la pelea, Tyson recibirá 10 millones de dólares, mientras que su rival recibiría un millón.

Jones, cuya última pelea fue en 2018 con una victoria por decisión unánime sobre Scott Sigmon, también rechazó la etiqueta de pelea de exhibición.

“El último tipo que intentó una exhibición con Mike Tyson cayó en el primer asalto”, dijo Jones.

“¿Quién sube al ring con el gran y legendario Mike Tyson y piensa: “Esto es una exhibición”? ¿Guantes de doce onzas? ¿Sin protector de cabeza ¿En serio esto es una exhibición? Vamos, seamos realistas”, afirmó.

Los boxeadores también mostraron su descontento con la decisión de la CSAC de que los asaltos duren dos minutos en lugar de tres.

“Estoy seguro de que tienen sus razones para hacerlo”, dijo Tyson. “Pero, ya se sabe, las mujeres pelean durante dos minutos. Supongo que la Comisión tiene más influencia que yo. Simplemente estoy feliz de que hagamos esto”.

Jones fue todavía más crítico con el formato. “No estoy contento para nada”, afirmó. “Esto es para las mujeres. ¿Por qué hacemos asaltos de dos minutos? Somos dos de los mejores en esto. Dos minutos no son nada para mí o para él”.

“Era un fantasma de mí mismo”

La expectativa alrededor de un posible regreso de Tyson al ring se aceleró a principios de este año al difundirse un video en el que lucía en buena forma durante un entrenamiento.

“La última vez que pesé 215 libras (97,5 kilos) tenía como 17 o 18 años”, recordó Tyson. “Estoy realmente feliz con todo lo que he estado haciendo. Tengo una confianza total. Es asombroso. Estoy listo para hacer estas cosas”.

Tyson sostuvo que no se parece en nada al peleador que fue sorprendentemente noqueado por el irlandés Kevin McBride en su último combate en Washington en 2005 con 38 años.

“Temía estar en el ring en ese momento”, recordó. “Yo estaba peleando por motivos financieros. Estaba metido en drogas en ese entonces. Era una persona totalmente diferente”.

“Aquel tipo en Washington era solo un fantasma de mí mismo. Estoy listo para hacer esto. Me siento muy bien y quiero que el mundo vea lo bien que estoy”, afirmó.

Tyson concluyó su carrera con un balance de 50 victorias y 6 derrotas con 44 nocauts, mientras que Jones Jr., que fue campeón mundial en cuatro categorías entre 1993 y 2004 y luchó por última vez en febrero de 2018, cuenta con un registro de 66-9 con 47 nocauts.

La pelea, que se difundirá por el sistema pay per view, será el primer evento deportivo que se dispute en el Staples Center desde la suspensión de la NBA y el resto de competiciones el pasado marzo a causa de la pandemia de coronavirus.

El combate de Tyson estaba originalmente previsto para celebrarse en el Dignity Health Sports Arena, en las afueras de Los Angeles, el 12 de septiembre, pero posteriormente fue retrasado a noviembre coincidiendo con el fin de semana en que Estados Unidos celebra el Día de Acción de Gracias.

*Con información de AFP

viernes, 27 de noviembre de 2020

MARADONA por Jorge Valdano

   


  

Aquellos que arrugan el rostro pensando en el último Maradona, con dificultades para caminar, problemas para vocalizar, abrazando a Maduro y haciendo de su vida lo que le daba la gana, harán bien en abandonar esta despedida que abrazará al genio y absolverá al hombre. No van a encontrar un solo reproche porque el futbolista no tenía defectos y el hombre fue una víctima. ¿De quién? De mí o de usted, por ejemplo, que seguramente en algún momento lo elogiamos sin piedad.

Hay algo perverso en una vida que te cumple todos los sueños y Diego sufrió como nadie la generosidad de su destino. Fue el fatal recorrido desde su condición de humano al de mito, el que lo dividió en dos: por un lado, Diego; por el otro, Maradona. Fernando Signorini, su preparador físico, tipo sensible e inteligente y, posiblemente, el hombre que mejor le conoció, solía decir: "Con Diego iría al fin del mundo, pero con Maradona ni a la esquina". Diego era un producto más del humilde barrio en el que nació. A Maradona lo sobrepasó una fama temprana. Esa glorificación provocó una cadena de consecuencias, la peor de las cuales fue la inevitable tentación de escalar todos los días hasta la altura de su leyenda. En una personalidad adictiva como la suya, aquello fue mortal de necesidad.

Si el fútbol es universal, Maradona también lo es, porque Maradona y fútbol ya son sinónimos. Pero a la vez era inequívocamente argentino, lo que explica el poder sentimental que siempre ha tenido en nuestro país y que lo hizo impune. Un hombre que, por su condición de genio, dejó de tener límites desde la adolescencia y que, por su origen, creció con orgullo de clase. Por esa razón, y también por su fuerza representativa, con Maradona los pobres le ganaron a los ricos, de manera que las adhesiones incondicionales que tenía allá abajo fueron proporcionales a la desconfianza que le tenían los de arriba. Los ricos odian perder. Pero hasta sus peores enemigos tuvieron que sacarse el sombrero ante su descomunal talento futbolístico. No había más remedio.Hay algo perverso en una vida que te cumple todos los sueños y Diego sufrió como nadie la generosidad de su destino

Con poco más de 15 años empezó a concursar para dios del fútbol. Lo hizo, además, en un país que lo acogió como a un mesías sentimental, porque el fútbol, en Argentina, es un juego que solo llega a la mente después de pasar por el corazón. La fascinación por el arte barrial que Diego llevó a los estadios trascendió al hinchismo. No importaba la camiseta que llevara, era un genio, era argentino y eso resultaba suficiente para desatar el orgullo.

Domador de la pelota

Como es su obra lo que lo hizo grande, y no su vida, empecemos por ahí. Hay una primera imagen de Diego dominando la pelota en un escenario humilde, concentrado como un burócrata y feliz como un niño que arma y desarma la pelota, el juguete de su vida. Primero la zurda y luego la cabeza, no la dejan caer en lo que parece una amable discusión con esa pelota que aún se le rebela. Está a punto de escaparse, pero Diego no la deja, la somete, como si la estuviera domando más que dominando. Tiene poco más de diez años y ya apunta para virtuoso, aunque la pelota y Diego aún se estén conociendo.

El idilio del domador con la pelota creció con el tiempo hasta llegar a un punto en que ver a Diego manejarla era un espectáculo aparte. Cuando entrenaba, y solo para dar un ejemplo, la tiraba hasta el cielo con un efecto que solo él entendía y, mientras la pelota viajaba, Diego hacía ejercicios como si no se acordará de lo que había dejado colgado en el aire. Pero cuando la pelota, ya cayendo, llegaba a su altura, volvía a mirarla haciéndose el sorprendido, para devolvérsela al cielo con otro efecto y olvidarse de ella otro ratito. Sabía exactamente el momento y el lugar del reencuentro. Lo demás corría a cuenta de su precisión milimétrica. Su infinito repertorio acomplejaba.

Si el fútbol es universal, Maradona también lo es, porque Maradona y fútbol ya son sinónimos

Estábamos en Berlín esperando un partido con Argentina y Bilardo insistía en la necesidad de depurar la técnica y, como las obsesiones nunca se quedan cortas, repetía sin parar que un jugador argentino tenía que vivir con la pelota en los pies: "Mañana, tarde y noche, siempre con la pelota". 

Días repitiendo lo mismo. Así las cosas, a la hora de comer Diego salió de su habitación dominando una pelota, tomó un ascensor en el que siguió haciendo jueguitos, llegó al comedor, se sentó y la pelota seguía sin caerse mientras picoteaba el pan. Bilardo entró, lo vio y con una sonrisa de oreja a oreja se llenó de razón: "¿Ven? Por eso es Maradona"

Este episodio que siempre evoqué con una sonrisa, hoy llega envuelto en una inevitable tristeza.

El virtuosismo que alcanzó con la pelota, y que todos admiramos, lo llevó luego a la concepción del juego hasta hacer de la perfección una costumbre. Con esa mirada periférica de lechuza, con la noble elegancia de un mago para engañar y la potencia de un cuatro por cuatro para escapar, con pases sin defectos para asociarse, con tiros letales y con una personalidad napoleónica para afrontar las grandes batallas...

En ningún lugar fue tan feliz como dentro de una cancha. Ahí tenía una cita con su amor, la pelota, pero también un dominio espectacular de la escena, como si no se sintiera parte de un equipo, sino único. Como un roquero enloqueciendo a la multitud, antes que un futbolista. La seguridad que tenía con la pelota y la superioridad abusiva de su juego, la fue incorporando a su mentalidad hasta que llegó el día fatídico en que el personaje supero a la persona. Era distinto, se sentía distinto y actuaba distinto.

Un solista

En algún momento de la anterior reflexión se me escaparon dos conceptos que, mal interpretados, son injuriosos y conviene aclarar. El primero, cuando dije que era más cantante que futbolista. La imagen la escribí para exaltar al solista, pero nunca para rebajar al futbolista. Fue y murió con alma de jugador de fútbol. La segunda aclaración es sobre su condición de "solista". Sobresalía del equipo con un brillo incomparable, pero no solo se sentía parte, sino que era muy generoso con los compañeros. La felicidad que sentía dentro de una cancha lo convertía en solidario, valiente, hábil hasta el exhibicionismo y competitivo como un hambriento. Por esa razón, estoy convencido de que, solo por haber pisado gloriosamente esos cien metros por setenta, la vida le mereció la pena.

Como hizo Homero con su Ulises, conviene no hacer descripciones externas y reservar para Diego los mismos calificativos que para el héroe de la Odisea: "Sagaz", "mañoso", "certero", "de muchos trucos"

Como este recuerdo se propone también llamar la atención sobre la exagerada vida de Diego, hay que llegar a Nápoles, donde en ocho años intensos como un siglo, su fútbol alcanzó alturas desconocidas para el club y gloriosas para él mismo, pero donde su vida descarriló. El goce y el dolor, la luz y la oscuridad, la cima más alta y el pozo más profundo. La salud, que era el fútbol; y la enfermedad que le contagió la vida. Nadie, que yo conozca, hizo una travesía tan larga y sinuosa.

En las dos puntas (la de la cancha y la de la vida) habitó un superhombre. En la cancha porque, rodeado de jugadores normales, fue más fuerte que los árbitros, que el poder del norte, que el súper Milan de Sacchi y que la pobre historia del Nápoles. Era él contra el mundo. Y ganaba él. 

En el Mundial 86, donde jugó en estado de gracia, su genialidad conoció el punto más alto el día que venció a Inglaterra. Como hizo Homero con su Ulises, conviene no hacer descripciones externas y reservar para Diego los mismos calificativos que para el héroe de la Odisea: "Sagaz", "mañoso", "certero", "de muchos trucos". El fútbol de Diego estaba hecho de belleza, de creatividad, de orgullo, de hombría y, aquella tarde frente a Inglaterra, de argentinidad al palo, con proporciones parecidas de viveza y habilidad. Diego marcó un gol estratosférico y otro tramposo. Aquí está el mejor ejemplo de esa frase que aplicamos en ocasiones menos oportunas que esta: estaba por encima del bien y del mal.

También en la vida habitó un superhombre porque, si bien Jesucristo resucitó al tercer día, cosa que no es sencilla, Maradona resucitó por lo menos tres veces, que tampoco es fácil. Era tan fuerte físicamente, como grande era su genio futbolístico. De hecho, todos sus excesos fueron un atentado contra el deporte y, sin embargo, no lograron empañar su descomunal talento, aunque en ocasiones jugara en condiciones alarmantes.

En la admiración y en la pena caben distintos tipos de emoción. Hoy hasta la pelota, el juguete más comunitario que existe, se sentirá más sola y llorará desconsolada a su dueño. Todos los que amamos el fútbol auténtico, lloramos con ella a Maradona. Y quienes lo conocimos, lloraremos aún más por aquel Diego que, en los últimos tiempos, casi había desaparecido bajo el peso de su leyenda y de su exagerada vida. Adiós, gran Capitán.


 

 


LA NOTICIA DE MARADONA EN EL MUNDO

 


jueves, 26 de noviembre de 2020

CUANDO MARADONA NO ENTENDÍA POR QUÉ CAROLINA DE MÓNACO Y ÉL NO ESTABAN JUNTOS


 

A principios de los ochenta, a Diego le obsesionaba la princesa.... Que vivía un romance con el tenista argentino Guillermo Vilas.


POR JAVI SÁNCHEZ

25 DE NOVIEMBRE DE 2020 · 18:00



Maradona estaba convencido de que a Carolina le tenían que gustan los deportistas argentinos triunfadores. Y tenía razón.

GETTY IMAGES

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FÚTBOL CAROLINA DE MÓNACO

Aprincipios de los ochenta, Maradona y su amigo y manager, Jorge Cyterszpiler, eran prácticamente familia. Este último se las apañó para en tan sólo cuatro años multiplicar el valor de Diego hasta cifras que el fútbol nunca había visto. Gracias a la predisposición del Barça de Núñezpresident obsesionado con el astro. Por entonces, en 1982, Maradona aún no había descubierto las drogas, aunque estaba "obsesionado con el sexo". Tanto, que aquella hepatitis B que le consumió en su primer año en el Barça, se cree que vino por vía sexual. Cyterszpiler y su entorno, compuesto por amigos de juventud de Maradona, habían convertido la vida del 10 en un no parar de fiestas al límite, adulaciones hasta más allá, y caravanas de mujeres traídas específicamente desde Madrid.

Y contaba uno de los periodistas que más le ha investigado y conocido, Emilio Pérez de Rozas a principios de los noventa (entonces en El País, luego en El Periódico), que al menos una persona con la que Maradona compartió esos años del Barça aseguraba que el Pelusa estaba enamoradísimo de Carolina de Mónaco. Y que estaba dispuesto a todo para conseguir conocerla y tener al menos una aventura con ella (su novia Claudia Villafañe, con la que se casaría en 1984, vívía en Barcelona junto a Diego y su familia) . Todo, hasta –contaba la fuente– "proponerle, casi a exigirle a Cyterszpiler que convenciera a Núñez para que el Barça aceptase jugar un partido amistoso en Mónaco y así poder entablar contacto con la princesa".




Pérez de Rozas no pudo desvelarnos quién era esa fuente pero, "y he vivido bastantes confidencias con Maradona", nos contó en conversación telefónica en 2018, "es algo que no me extraña nada de él". Sin embargo, Maradona nunca consiguió ese sueño. Ni siquiera cuando, ya en el Napoles, cambio de manager y de hábitos –más drogas, más sexo, más violencia– . Aunque a mediados de los 80, Maradona sí consiguió –contaba en su columna de El Sensacional Guillermo Coppola, rememorando sus años como agente del jugador– conocer a Carolina y a Estefanía y hasta vivir una noche en la que Alberto de Mónaco dejó una cuenta pendiente de casi 5.000 dólares en el Jimmy'z de Montecarlo que tuvo que pagar el jugador.

El otro romance deportivo argentino de Carolina

Pero Diego Armando Maradona no pudo conseguir lo que el otro ídolo del deporte argentino sí llevó a cabo en el 82: conquistar a Carolina de Mónaco. La princesa y el tenista Guillermo Vilas vivieron un romance a ritmo de torneos de la ATP mientras Inglaterra y Argentina se enfrentaban por las Malvinas. Iniciado el 11 de abril de 1982, tras recibir el trofeo del Torneo de Montecarlo de manos de Grace Kelly sobre la tierra batida del Monte Carlo Country Club. Esa noche, Vilas tuvo la ocasión de conocer mejor a la hija de Gracia de Mónaco, precisamente en el Jimmy'z.




©PASCAL ROSTAIN

Y vivir una historia de amor que se prolongó durante cinco meses y tuvo su escándalo inmortalizado por el fotógrafo Pascal Rostain en Hawai. Hasta que el trágico accidente en el que murió Grace Kelly en septiembre de ese año hizo que Carolina volviese a Mónaco y se olvidase de aventuras durante un tiempo. Especialmente con deportistas argentinos.

Artículo publicado originalmente el 26 de junio de 2018 y actualizado

miércoles, 25 de noviembre de 2020

MURIÓ DIEGO ARMANDO MARADONA / CLARÍN Buenos Aires

 Tenía 60 años

Conmoción mundial: 

Sufrió un paro cardiorrespiratorio en la casa de Tigre en la que se había instalado tras su operación en la cabeza.

 

Y un día ocurrió. Un día lo inevitable sucedió. Es un cachetazo emocional y nacional. Un golpe que retumba en todas las latitudes. Un impacto mundial. Una noticia que marca una bisagra en la historia. La sentencia que varias veces se escribió pero había sido gambeteada por el destino ahora es parte de la triste realidad: murió Diego Armando Maradona.


El campeón del mundo con la Selección Argentina se descompensó en la mañana de este miércoles en la casa del barrio San Andrés, en el partido bonaerense de Tigre, donde vivía desde hacía algunos días luego de haber sido operado de la cabeza. El 30 de octubre había cumplido 60 años. 

Villa Fiorito fue el punto de partida. Y desde allí, desde ese rincón postergado de la zona sur del Conurbano bonaerense se explican muchos de los condimentos que tuvo el combo con el que convivió Maradona. Una vida televisada desde aquel primer mensaje a cámara en un potrero en el que un nene decía soñar con jugar en la Selección. Un salto al vacío sin paracaídas. Una montaña rusa constante con subidas empinadas y caídas abruptas.

Nadie le dio a Diego las reglas del juego. Nadie le dio a su entorno (un concepto tan naturalizado como abstracto y cambiante a la lo largo de su vida) el manual de instrucciones. Nadie tuvo el joystick para poder manejar los destinos de un hombre que con los mismos pies que pisaba el barro alcanzó a tocar el cielo.

Quizá su mayor coherencia haya sido la de ser auténtico en sus contradicciones. La de no dejar de ser Maradona ni cuando ni siquiera él podía aguantarse. La de abrir su vida de par en par y en esa caja de sorpresas ir desnudando gran parte de la idiosincrasia argentina. Maradona es los dos espejos: aquel en el que resulta placentero mirarnos y el otro, el que nos avergüenza.

A diferencia del común de los mortales, Diego nunca pudo ocultar ninguno de los espejos.

Es el Cebollita que solo tenía un pantalón de cordero  y es el hombre de las camisas brillantes y la colección de relojes lujosos. Es el que le hace cuatro goles a un arquero que intenta desafiarlo y al mismo tiempo el entrenador que intenta chicanear a los alemanes y termina humillado. Es el que se va bañado de gloria del estadio Azteca y el que sale de la mano de una enfermera en Estados Unidos. Es el que arenga, el que agita, el que levanta, el que motiva. El que tomaba un avión desde cualquier punto del mundo para venir a jugar con la camiseta de la Selección. El del mechón rubio y el que estaciona el camión Scania en un country. Es el gordo que pasa el tiempo jugando al golf en Cuba y el flaco de La Noche del Diez. El que vuelve de la muerte en Punta del Este. Es el novio de Claudia y es también el hombre acusado de violencia de género. Es el adicto en constante lucha. El que canta un tango y baila cumbia. El que se planta ante la FIFA o le dice al Papa que venda el oro del Vaticano. El que fue reconociendo hijos como quien trata de emparchar agujeros de su vida. Un icono del neoliberalismo noventoso y el que se subió a un tren para ponerse cara a cara contra Bush y ser bandera del progresismo latinoamericano. Es cada tatuaje que tiene en su piel, el Che, Dalma, Gianinna, Fidel, Benja… Es el hombre que abraza a la Copa del Mundo, el que putea cuando los italianos insultan nuestro himno y el que le saca una sonrisa a los héroes de Malvinas con un partido digno de una ficción, una pieza de literatura, una obra de arte.

Porque si hubiera que elegir un solo partido sería ese. Porque no existió ni existirá un tramo de la vida más maradoneano que esos cuatro minutos que transcurrieron entre los dos goles que hizo el 22 de junio de 1986 contra los ingleses. El mejor resumen de su vida, de su estilo, de lo que fue capaz de crear. Pintó su obra cumbre en el mejor marco posible. Le dijo al mundo quién es Diego Armando Maradona. El tramposo y el mágico, el que es capaz de engañar a todos y sacar una mano pícara y el que enseguida se supera con la partitura de todos los tiempos.

Barrilete cósmico. Y la pelota no se mancha. Y las piernas cortadas. Y que la sigan chupando. Y la tortuga que se escapa. Y el jarrón en el departamento de Caballito, el rifle de aire comprimido contra la prensa, la Ferrari negra que descartó porque no tenía estéreo, la mafia napolitana y toda una ciudad que elige vivir en pausa, rendida a su Dios. Es el de las canciones, el los documentales a carne viva y las biografías siempre desactualizadas. El que levanta el teléfono y llama cuando menos lo esperás y más lo necesitás. El que jugó partidos a beneficio sin que nadie se enterara. El que pasa del amor al odio con Cyterszpiler, con Coppola o con Morla. El que siempre vuelve a sus orígenes y le presta más atención a los que menos tienen.

Es el abuelo baboso y el papá inabordable.

Es antes que todo y por sobre todas las cosas el hijo de Doña Tota y de Don Diego.

Y Maradona es en presente pese a que de los que mueren haya que escribir en pasado. Es el que en Dubai se codeaba con jeques y contratos millonarios y el que en Culiacán y con 40 grados a la sombra pedía un guiso a domicilio. El que internaron en un neuropsiquiátrico. El que pudo dejar la cocaína. El que hizo jueguitos en Harvard. Es el que como entrenador de Gimnasia vivió un postergado homenaje del fútbol argentino. Aquel que había dirigido a Racing y a Mandiyú no era este último Diego de las rodillas chuecas, las palabras estiradas y las emociones brotando sin filtro.

Es también Maradona el hombre que se fue apagando. Se resquebrajó su cuerpo y empezó a sacar a la luz tantos años de castigo físico, de desbordes, de excesos, de patadas, de infiltraciones, de viajes, de adicciones, de subibajas con su peso, de andar por los extremos sin red de contención.

Y el alma se fue apagando al compás del cuerpo. En el último tiempo ya no quería ser Maradona y ya no podía ser un hombre normal. Ya nada lo motivaba. Ya no servía el paliativo de los antidepresivos ni las pastillas para dormir. Y la combinación con alcohol aceleraba la cinta. Cada vez menos cosas encendían su motor: ni el dinero, ni la fama, ni el trabajo, ni los amigos, ni la familia, ni las mujeres, ni el fútbol. Perdió su propio joystick. Y perdió el juego. 

Lo llora Fiorito, escenografía inicial de esta historia de película y pieza fundacional para comprender al personaje. Lo lloran los Cebollitas donde se animó a soñar en grande. Lo llora Argentinos Juniors donde no solo es nombre del estadio sino el mejor ejemplar de un molde que genera orgullo. Lo llora Boca y toda la pasión que unió a un vínculo que fue mutando pero conservó el amor genuino. Lo llora Nápoles, su altar maravilloso en el que con una pelota cambió la vida de una ciudad para siempre. Lo lloran también Sevilla, Barcelona y Newell’s, que infla el pecho por haberlo cobijado.

Y lo llora la Selección porque nadie defendió los colores celeste y blanco como él. En definitiva, lo llora el país entero y el mundo.

Entre tantas cosas que hizo en su vida, Maradona hizo una particularmente exótica: se entrevistó a sí mismo. El Diego de saco le preguntó al de remera de qué se arrepentía. “De no haber disfrutado del crecimiento de las nenas, de haber faltado a fiestas de las nenas… Me arrepiento de haber hecho sufrir a mi vieja, mi viejo, mis hermanos, a los que me quieren. No haber podido dar el 100 por ciento en el fútbol porque yo con la cocaína daba ventajas. Yo no saqué ventaja, yo di ventaja”, se contestó en una sesión de terapia con 40 puntos de rating.

En ese mismo montaje realizado en 2005 en su programa “La noche del Diez”, el Diego de traje le propuso al de remera que deje unas palabras para cuando a Diego le llegue el día de su muerte. “Uhh, ¿qué le diría?”, piensa. Y define: “Gracias por haber jugado al fútbol, gracias por haber jugado al fútbol, porque es el deporte que me dio más alegría, más libertad, es como tocar el cielo con las manos. Gracias a la pelota. Sí, pondría una lápida que diga: gracias a la pelota”.

JPE

domingo, 22 de noviembre de 2020

Iker Casillas, el guardameta que fue santo por Pablo de Llano / El Pais MADRID

 

Iker Casillas.
Iker Casillas. 

Un infarto cortó en seco en 2019 su carrera y todo basculó en la vida de Iker Casillas, uno de los grandes guardametas de la historia del fútbol. Pero el portero de los milagros del Real Madrid, la selección española y el Oporto renació y lo vio todo de otro color. Ahora, un documental se adentra en su remontada personal y evoca su leyenda.

El 1 de mayo de 2019, Día de los Trabajadores, el flujo mitológico de buena suerte de Iker Casillas Fernández (Móstoles, 1981) se taponó exactamente en su arteria coronaria derecha. Un infarto agudo de miocardio lo tumbó sobre el césped cuando se disponía a iniciar un entrenamiento con el Oporto. Lo primero que notó fue “una bocanada de aire que sabía diferente”, según relata en Colgar las alas, la serie sobre su carrera que estrena Movistar el 27 de noviembre. “Era como un aire seco”, precisa a principios de este mes en una entrevista con El País Semanal al hilo del documental. Le cuesta describir con palabras aquella angustia. “Era como si intentara aprovechar el mismo aire que tenía dentro, como si mi cuerpo intentase sobrevivir respirando lo que fuera. Sentía un dolor tan fuerte en el pecho que parecía que me lo estaban aplastando. ¿Te imaginas estar sumergido en una piscina y que haya un cristal en la superficie que te impide salir?”.

El hombre que fue santo, el superdotado de la portería cuyas paradas inverosímiles parecían del orden de lo milagroso, experimentó lo vulnerable que puede ser el corazón de un ser humano. Con la tensa hora que transcurrió entre el inicio del infarto, su traslado al hospital y el cateterismo que le limpió el coágulo arranca una serie que muestra cómo se salvó la vida de la persona y se cerró el recorrido del mito, y que da un banderazo de salida a la puesta en valor de la leyenda; un concepto del que Casillas huye con la modestia relativa de quien todavía conserva en las yemas de los dedos el tacto ­áureo de la Copa del Mundo.

“Cuando oigo esa palabra, me digo: ‘¿Estarán hablando de mí o se estarán equivocando?”, dice durante el encuentro en un impersonal chalé a las afueras de Madrid de la agencia que lo representa. Prefiere mantener la privacidad de su hogar, y que no se aborden temas de su intimidad. Hace años trascendió un conflicto grave con sus padres por el control de sus propios negocios. La prensa rosa lo escruta desde que en 2010 mostró su noviazgo con la periodista Sara Carbonero dándole un beso ante las cámaras en pleno éxtasis mundialista. Hoy son padres de dos niños. Ella fue operada de un tumor maligno tres semanas después del infarto de su marido. Tras su malhadado 2019, prueban nuevos rumbos. Carbonero con la moda. Casillas con la parte política del fútbol. En febrero se postuló a presidente de la Federación Española —aunque desistió en junio con todo patas arriba por la pandemia— y en verano se rumoreó en distintos medios que esta temporada podría volver con algún cargo al Madrid. Entretanto, va y viene al cole a recoger a sus críos, Martín y Lucas. Por las mañanas toma clases de inglés.

La mano derecha del santo.
La mano derecha del santo. 

La entrevista se realizó en un cuartito en presencia de un representante suyo —los héroes de nuestro tiempo ya no se suelen quedar a solas con los periodistas— y del reportero que lo siguió meses para Colgar las alas, Luis Fermoso. “Lo más interesante”, dice el periodista, “ha sido acompañar a un personaje extraordinario en un momento extraordinario. Acompañarlo en el proceso de recuperación y, sobre todo, en la toma de una decisión difícil, porque yo siempre he pensado que para el futbolista existen dos grandes demonios: las lesiones y la retirada”. Fermoso, discípulo del maestro Michael Robinson, y sus compañeros han elaborado un relato que cruza el repaso de la descomunal carrera de Casillas con el seguimiento de su tenaz rehabilitación cardiaca. En una escena de sus primeros ejercicios de fuerza, Iker trata de levantar unas pesas, se fatiga y necesita sentarse en una banqueta. Se queda mirando para las pesas, lívido, frotándose la cara con la mano, como incrédulo, y dice: “Son 30 kilos, ¿no?”.

Al guardameta le quedaban dos años de contrato con el Oporto y pensaba retirarse a los 40. Aunque había empezado a prepararse para la vida después del fútbol y la retirada no le daba pánico, el infarto lo precipitó todo con una violencia que describe como si se hubiera cortado “un filete” de golpe. Para un hombre acostumbrado desde que era un porterito prodigio en la cantera del Real Madrid al control y a la suficiencia, fue desconcertante perder el mando —“¿Por qué no puedo cerrar mi capítulo cuando yo quiera y como yo quiera?”, se preguntaba— y ver su cuerpo doliente: “Mi mayor frustración era que yo el día anterior estaba volando de palo a palo de la portería y al día siguiente no podía ni caminar los ocho metros entre mi camilla y el baño”.

Cuando Fermoso se encontró con él por primera vez para ponerse con el documental, dos meses después del infarto, se quedó impactado por lo castigado que estaba. Enjuto, con los pómulos marcados y la mirada apagada. “Físicamente parecía un zombi de esos de The Walking Dead”, ilustra Casillas, que ahora presenta un aspecto formidable, con una bonita figura, de espaldas anchas y con ese explosivo tren inferior que le permitió brincar tanto y tan rápido como para realizar una parada como la que le hizo en Sevilla a Perotti —“¡Atención. El portero levita!”, improvisó el locutor Manolo Lama— u otras menos famosas como el gol que evitó ante un testarazo a bocajarro y a puerta vacía de Saizar en Eibar en 2004, recordado con deleite durante una conversación telefónica por Manuel Amieiro, el exentrenador de porteros del Madrid que lo pulió desde que era niño. “Vi desde el principio que era muy observador”, dice Amieiro. “Siempre estaba con los ojos y los oídos como platos”.

Han pasado tres décadas y uno tiene la impresión de que Casillas —después de todas las Ligas de Campeones, las Ligas españolas, la Copa del Mundo, las dos Eurocopas, los récords; después de todos esos trofeos de club, de selección e individuales, y de los millones y millones de euros— mantiene esa inteligencia de zorro. A diferencia de otras grandes figuras del deporte o de otros ámbitos, o directamente del común de la población, es capaz de callar, mirar y escuchar al otro. Iker Casillas es una estrella que presta atención. Su tono de voz es juvenil y su actitud tiene notas adolescentes de candidez y vacile, pero sobre la mascarilla asoma una mirada inspectora, de ojos pequeños y lindos, que conduce a una mente madura y pragmática cada vez más ejecutiva. Ya no estamos ante “el Iker futbolista”, sino ante el “Iker directivo”, dice, o más bien, podría precisarse, ante un Casillas en cuidada transición del terreno de juego al del poder.

Casillas en la Torre de Cristal de Madrid, el rascacielos más alto de España, construido al igual que otros altos edificios de negocios sobre los terrenos de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, donde se formó él de niño.
Casillas en la Torre de Cristal de Madrid, el rascacielos más alto de España, construido al igual que otros altos edificios de negocios sobre los terrenos de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, donde se formó él de niño. 

Tras el infarto pasó unos meses desubicado y tratando de comprender lo que había pasado. Los doctores le explicaron que forma parte del reducto de población joven que sufre una cardiopatía sin motivo aparente. Juan Villoro, autor de Dios es redondo, una crónica del fútbol como religión laica, ha escrito: “El guardameta es el pararrayos, el fusible que se calcina para evitar daños”. ¿Pudo tener que ver el haber estado sometido a estrés durante años como portero de élite? “Pues es que eso lo llevo soportando desde que tengo 15 años”, responde. “Y ahora estaba en mis últimos momentos en el fútbol, disfrutando sin ningún tipo de presión. No lo entiendo. A lo mejor puede ser una acumulación de tanto tiempo, que un día explota. No sé. Tampoco quiero darle más vueltas”, dice. Con los meses, su preocupación por el infarto se ha ido rebajando. Ya no cuenta cada mañana cuántos días han pasado desde aquello, pero, veloz con los números, le bastan un par de segundos para calcularlo: “Hoy va un año, seis meses y tres días”. A finales de 2019 su proceso de recuperación cogió ritmo y volvió a sentirse en forma. La serie de Movistar refleja cómo el portero va sopesando qué hacer. No dejó de plantearse la posibilidad de volver a jugar hasta que la respetuosa capacidad de persuasión de los médicos portugueses le hizo asumir que no era lo más sensato. “Fui colocando el puzle y al final me dije: ‘¿Y si un chico que tiene hambre y le quiere meter un gol a Iker Casillas llega en un córner y te pega un codazo o te da un golpe fuerte? ¿Otra vez a dar preocupaciones a tu familia y a tus amigos?”. En otra escena del documental, cuando aún no había tomado la decisión, visita en Doha a su amigo Xavi, que entrena a un club catarí. En un lujoso vestíbulo, el exbarcelonista le sugiere que pare y deje paso a la leyenda.

—Que ya está, máquina, ya está.

Según dice Casillas, se involucró en el proyecto del documental por dos razones. “Una, reencontrarme conmigo mismo y saber si podía superar la incertidumbre que surge cuando te pasa algo así. La otra, hacerle ver a la gente que a pesar de un contratiempo tan grande te puedes reconvertir y puedes volver a ser tú”.

El pasado 4 de agosto comunicó su retirada con un mensaje en el que decía adiós: “Hoy dejo atrás esos tres palos a los que tanto debo y que echaré de menos”.

Casillas de niño (segundo por la izquierda) con otros compañeros de las categorías inferiores del Madrid.
Casillas de niño (segundo por la izquierda) con otros compañeros de las categorías inferiores del Madrid. 
Casillas, con 16 años, en su primer viaje con el primer equipo, a Trondheim (Noruega). A su izquierda, Víctor, y a su derecha Seedorf.
Casillas, con 16 años, en su primer viaje con el primer equipo, a Trondheim (Noruega). A su izquierda, Víctor, y a su derecha Seedorf.
Iker Casillas levanta la Copa del Mundo en Sudáfrica en 2010.
Iker Casillas levanta la Copa del Mundo en Sudáfrica en 2010. 

Ahora, aparte de sus intereses directivos, espera con ilusión a que France Football anuncie el 17 de diciembre a quién entrega su Balón de Oro a mejor portero de la historia. Compite con otros nueve, con tan grandes contemporáneos como Buffon o Schmeichel y con glorias del pasado como Yashin, Banks o Maier. “Él es desde luego uno de los más grandes”, dice por teléfono Arconada, el portero que marcó época en España cuando Iker era un niño y oía todo el rato repetir el nombre de aquel señor. El periodista Santiago Segurola lo define con una singular paradoja: “Era un portero más preparado para lo extraordinario que para lo ordinario”, y menciona su parada cumbre, cuando en el mano a mano con Robben en la final de Sudáfrica, Casillas aguantó en la salida ante el holandés sin tirarse al suelo, provocó un lapso de indecisión en aquel habilidoso Robocop zurdo y en el instante en que Robben tiró a portería tuvo la intuición de sacar la pierna derecha para —en palabras de Segurola— “desviar con la badana de la bota un balón que prácticamente valía un Mundial”. El hombre que estuvo más cerca de esa jugada fue Joan Capdevila. Por teléfono cuenta que solo trató de que Robben notase su aliento y que lo único que pasó por su cabeza en el instante que duró la jugada fue la palabra “quiricocho”. Iba Capdevila esprintando y repitiendo “¡quiricocho, quiricocho, quiricocho!”, un conjuro que le enseñó un técnico argentino para invocar el mal fario hacia los jugadores contrarios.

Cuando el balón desviado salió por la línea de fondo, el narrador Carlos Martínez hizo lo que Víctor Hugo Morales cuando Maradona metió su gol alienígena en México 86: entrar en trance.

“¡Casillas que vuelve a ser santo! ¡Casillas que nos vuelve a iluminar! ¡Casillas que cierra la portería! ¡Casillas que anula a Robben!”.

Sería bonito que en las escuelas de España los niños viesen esta jugada y escuchasen la intensa narración de Martínez, que viesen la de Diego y también la narración de Morales, que llegó al paroxismo de la locución épica, y que luego en un viaje al pasado leyesen en silencio la Oda a Platko, de Rafael Alberti,dedicada a un portero del Este que brilló en el Barça hace un siglo.

Y el aire tuvo piernas,

tronco, brazos, cabeza.

¡Y todo por ti, Platko,

rubio Platko de Hungría!

Todos nos acordamos de aquella parada, del gol de Iniesta, de la selección española con Casillas de capitán levantando la codiciada copa de oro con dos bandas de malaquita mientras este sufrido país llamado España atravesaba una gran depresión económica. Pero él dice que su recuerdo más querido es el de sus primeros tiempos en la antigua Ciudad Deportiva del Madrid, adonde llegó gracias a su padre, José Luis Casillas, un guardia civil natural del gélido pueblo de Navalacruz (Ávila), empeñado en que le hiciesen pruebas al muchacho.

—Todo aquello era muy familiar —dice Iker.

—¿Y ahora todo es demasiado empresarial?

—No. Es necesario. Los tiempos que corren han hecho que el fútbol y el club hayan ido por ahí, y creo que la perspectiva con la que lo enfocó en su día Florentino [Pérez] ha sido la acertada. No hay duda. Y más con lo que está haciendo ahora.

El Real Madrid se encuentra inmerso en una reforma faraónica del Bernabéu para la que ha pedido un crédito de 575 millones de euros.

—¿Y cuál es tu peor recuerdo?

—El recuerdo de mi salida del Madrid. Yo creo que esa salida no fue acorde al club ni a un jugador que llevaba tanto tiempo —dice Casillas, que en uno de los capítulos del documental sostiene que en aquel momento hubo fallos por ambas partes. En su caso, considera que en el mal desenlace influyó también su “ímpetu por querer salir”.

La corrosiva etapa de José Mourinho en el Madrid (2010-2013) lo dejó tocado y, pese a ganar en 2014 su tercera Liga de Campeones con el club, el 12 de julio de 2015 anunció que se marchaba. El periodista de EL PAÍS Diego Torres escribió: “No lo acompañó ni el apuntador cuando se abrió la puerta de la sala de conferencias, mal iluminada, y apareció este hombre triste enfundado en una camisa oscura”. Según el periodista Juanma Trueba, director de A La Contra, “su salida ha sido uno de los más grandes agravios del deporte español”. “Yo creo que no se había visto nunca un desplome tan drástico de un mito como él, provocado por la toxicidad de un entrenador, sin que nadie se rasgase las vestiduras”.

En la entrevista le enseño a Casillas el recorte de una viñeta publicada días atrás en EL PAÍS por El Roto. La viñeta no hace ninguna referencia a él, pero aparece un santón con su cabeza nimbada por un aura dorada y unas palabras que podrían evocar su herida de aquel entonces. Casillas toma el trozo de papel de periódico y lee en alto la leyenda.

—Extrajeron el oro de su aura, y al santo lo desecharon.

Piensa un instante. Sonríe.

—¿Qué te sugiere?

—Pues ¿sabes qué ocurre? Que cuando me fui de aquí me fui triste, pero después de estos cinco años en Oporto he vuelto y siento mucho más cariño. Hoy en día en Madrid, allá donde voy la gente solo tiene palabras de agradecimiento.

El día de la primera cita para preparar esta entrevista, a inicios de octubre, Iker Casillas acudió a un estudio para ver la grabación de la banda sonora de la serie de Movistar. Antes de marcharse, una empleada le pidió que le firmase un guante minúsculo para su niño de cuatro años.

—Es muy fan del fútbol —explicó—, e igual que hay niños que se vuelven locos con el Pollo Pepe, pues él lo mismo con Iker.

El chiquillo quiere ser portero. Ahora tiene un amuleto: una manopla con la rúbrica de un guardameta al que se le atribuían intervenciones divinas, si bien detrás de toda esa imaginería lo que hubo fue un individuo con un don natural para su oficio, un club ideal para llegar lejos, una gran confianza en sí mismo y una competitividad de acero. Andoni Zubizarreta, exportero del Barça y de la selección, dice: “He jugado demasiados años en la portería para creer en la fortuna. Lo que él tenía era la capacidad de aparecer en los momentos decisivos, y eso es una calidad, una virtud”.

Casillas ratifica la importancia de esa autoconfianza que lo caracterizó desde aquel lejano día de 1999 en que siendo juvenil debutó con el primer equipo contra el Athletic de Bilbao en un San Mamés a reventar, sin mover una pestaña. “Es que si tienes confianza en ti mismo es como si el resto del mundo te importa tres pelotas, o sea, hablando mal”, dice. “No puedes dudar de ti mismo”.

Y cuando parecía que le venían mal dadas, sobrevenían hechos que reconoce como soplos de una fortuna inexplicable. “Creo que también he tenido suerte. Ha habido circunstancias en las que parecía que las cosas se torcían y sin embargo se recolocaban”, rememora. Fue un accidente clave la lesión de César durante la final de la Liga de Campeones de 2002. Iker tenía 21 años y no veía tan claro que pudiera ser titular contra un meta tan experimentado. Pero le tocó salir al campo y el Madrid conquistó la copa tras un asedio del Bayer Leverkusen en el que el guardameta paró todo y consolidó para siempre la base de su culto.

La última sesión de fotos se hace en el enclave financiero que se levanta sobre los terrenos de la vieja Ciudad Deportiva del Real Madrid, a la que el portero llegó con nueve años. Subimos a la sede de la multinacional KPMG en la Torre de Cristal, el rascacielos más alto de España. Iker Casillas aparece vestido con su habitual indumentaria —moderna, sobria— y con una mascarilla con la rojigualda y el toro. Mientras es fotografiado, mira por la ventana. Su expresión es neutra, quizá un punto nostálgica.

—¿En qué piensas?

—En los campos que había aquí abajo y donde entrenábamos. A veces hasta te da la sensación de que todo aquello nunca estuvo aquí.