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lunes, 30 de abril de 2018

EL BEISBOL DE MIS RECUERDOS (10) Víctor José López MÁS QUE UNA PASIÓN, YANKEES - RED SOX

  

Víctor José López

LA rivalidad Yankees de Nueva York y Medias Rojas de Boston se fundamenta en un hecho que la gran mayoría de los fanáticos más apasionados desconocen. Este enconado pique creció sólido a principios del pasado siglo XX. Son varios los protagonistas y múltiples las razones que nos llegan a este siglo XXI convertidos en pasión por el juego de béisbol. 
Para algunos se desarrolló cuando Babe Ruthfue cambiado a Yankees de Nueva York cuando se encendió este conflicto de pasiones, lo que no es del todo cierto. Aunque, por
 qué negarlo, algo de razón tienen en lo referente a la confrontación entre bostonianos y neoyorquinos.



Todo comenzó en el tranquilo amanecer del siglo pasado, con un Medias Rojas de Bostonconvertido en orgullo de la ciudad, por su imbatibilidad. Había sido Campeón de la Serie Mundial de 1903 – con el nombre de Pilgrims (Peregrinos) -, venció en la primera Serie Mundial de la historia a Piratas de Pittsburgh,  y luego coronó en la inauguración del Fenway Park, en 1912. 
Tres años más arde, 1915, pulverizó a Filadelfia (4 x 1) dándose el lujo de dejar a Babe Ruth en el banco cuatro juegos y sacarlo a que cogiera sol un solo juego y en un turno al bate como emergente.
 Boston dio cuenta rápida (4 -1) de Brooklyn en 1916,  y luego en medio de muy serios conflictos logró el pennat en 1918 cuando en Europa se libraba la Gran Guerra y en los despachos de las grandes ligas una huelga de peloteros suspendía el inicio de la Serie Mundial.

 Newton Baker, Secretario de Guerra de los Estados Unidos, ordenó a los ciudadanos “¡A la guerra o al trabajo!”, mientras el béisbol era considerado  "necesario en un momento difícil para la nación”.

 Los peloteros, liderados por dos jardineros, Harry Cooper, leftfield de Boston, y Leslie Mann, rightfield de Chicago,  exigían más dinero por participar en la Serie Mundial. El torneo entre los campeones de la Nacional, Cachorros de Chicago, y Medias Rojas de Boston, había sido adelantado por razones de la guerra europea que reclamaba los mejores hombres de la Unión Americana en los campos de batalla, y ellos estaban en los campos del béisbol. 



Aquella serie del 18 fue ganada por Boston 4 x 2.
Ese era el equipo al que la ciudad de Boston sentía tanto como orgullosa estaba de su tradición  histórica, sus universidades como Harvard y el MIT, conocido como el Tecnológico de Massachusetts, el hecho de ser Boston cuna del conflicto independentista, la Revolución de los Estados Unidos. Pues bien, conocidos estos antecedentes en 1917 se atraviesa en la historia de Medias Rojas de Boston un señor de nombre Harry Frazee, empresario de teatro y productor de obras musicales en Broadway.  Harry Frazee compró en 1917 a Medias Rojas por 400 mil dólares, un equipo lleno de salud profesional con los mejores peloteros de las grandes ligas. Esa reunión de estelares jugadores fue para Frazee una especie de cuenta bancaria, pues los vendía para costear sus obras de teatro en Broadway. Yankees de Nueva York  fue el equipo que más se benefició en los traspasos y negocios de Frazee, lo que no fue bien visto por los aficionados de Boston y denunciado muchas veces por la prensa de Massachusetts.

La situación no mejoró con dos cambios que fueron fundamentales: el pitcher Carl Mays, uno de los grandes lanzadores entre 1916 y 1926, a quien se le recuerda  porque uno de sus lanzamientos mató el 16 de agosto de 1920 a Ray Chapman, al golpearlo en la cabeza provocándole fractura de cráneo. Chapman fue la segunda víctima fatal en las grandes ligas. Carl Mays, además del gran talento en el montículo era muy indisciplinado, rebelde, y en medio de una rabieta, un día de 1919, abandonó la ciudad de Boston y a Medias Rojas, lo que aprovechó Harry Frazee para negociarlo con Yankees de Nueva York. Esta acción comercial encolerizó a Ban Johnson, presidente de la Liga Americana, quien vetó la transacción señalando que Mays en vez de ser negociado debería de ser suspendido. El pleito llegó a la corte, y Yankees fue favorecido. Más leña para el fuego.
El otro personaje al que nos referimos fue George Herman Ruth, un muy joven pitcher zurdo quien, curiosamente, tenía un devastador poder al bate. Ruth había sido adquirido por Boston de la organización Orioles de Baltimore, un equipo de ligas menores, donde había ido a parar aquel huérfano del Saint Mary´s School, y fue vendido a Nueva York el 26 de diciembre de 1919 por 125 mil dólares y un préstamo de 300 mil dólares a Frazee, para cubrir los gastos de la puesta en escena de la obra “No, No, Nannett”, donde trabajaba una bella artista que llevaba por la calle de la amargura al señor Frazee. La obra de teatro dio espléndidas ganancias, pero los fanáticos de Boston se enojaron con el dueño de Medias Rojas y cuenta la leyenda que Babe Ruth, cuando abandonaba la ciudad, maldijo al Fenway Park.
Estos elementos, agregados a la olla donde ya existían condimentos que enturbiaban el caldo, como las diferencias religiosas, políticas y circunstanciales, le dieron al caldo de la confrontación deportiva un sabor de apasionada competencia sólo comparable con la que viven los grandes clubes del fútbol en Europa o Sur América. Nos referimos al United y al City en Manchester, Inglaterra, el Inter y el AC Milan en Italia, el Real Madrid y el Barcelona en España, Boca y River en Buenos Aires, o Flamingo y Fluminense en Rio de Janeiro … En fin, un Caracas Magallanes, pero en las grandes ligas.



viernes, 27 de abril de 2018

EL BEISBOL DE MIS RECUERDOS (9) Víctor José López EL MEJOR ZURDO CUBANO





Cuando Mike Cuéllar
descubrió “el tenedor” 
comió completo en las Grandes Ligas




VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ “EL VITO”
vjlopez7@gmail.comTwitter vjll



La primera vez que Mike Cuéllar estuvo en Venezuela participó en una monumental tángana en el Estadio Universitario de Caracas. Fue en la XI Serie del Caribe, cuando Cuellar vino con el Almendares, Campeón de Cuba.  El 15 de febrero de 1959 se enfrentaron Oriente y Almendares, sexto juego de la serie. Cuba había derrotado a Venezuela 11 ‘ 1 en el tercer encuentro, y aquella noche de febrero nos vencía 7 – 0 cuando a la altura del séptimo episodio un grupo de fanáticos en las gradas del parque de Los Chaguaramos comenzaron a lanzarle objetos a los jugadores cubanos que se encontraban calentado en el bull pent. Uno de ellos, Mike Cuellar, muy enojado comenzó a regresarle a los fanáticos las cosas que habían lanzado al terreno de juego. 

El  ambiente político en Venezuela estaba muy caliente, el presidente de la República encargado era el doctor Edgar Sanabria y por aquellos días la policía actuaba con notables excesos. Todo fue provocado por una mala decisión del chief umpire Frank Walsh ante el inicialista del Almendares, Rocky Nelson. La reyerta, en vez de ser aplacada por la policía se acaloró aún más cuando los rolitos le cayeron a palos a los fotógrafos, quienes en aquella época trabajaban detrás del home plate y cerca de las esquinas del diamante. No les bastó a los gendarmes golpear a los periodistas, sino que arremetieron contra los umpires Rubén Sánchez y Roberto “Tarzán” Olivo, golpeándolos con sus rolas.


Fue aquella la 19 victoria de un equipo cubano, contra 3 derrotas, ante combinados venezolanos.
Viene el recuerdo de Mike Cuéllar, quien más tarde regresaría a Venezuela con Valencia Industriales, porque la noche del viernes mientras estábamos en la redacción  llegó el despacho procedente de Miami en el que informó el fallecimiento de este gran lanzador de Santa Clara, Las Villas, considerado por los seleccionadores de los equipos cubanos como el “mejor pitcher zurdo” de Cuba de todos los tiempos.
Cuéllar pertenece a una generación de lanzadores cubanos muy ligada a Venezuela, y es esa que nació entre 1937 y 1940, la que para cuando triunfa la revolución cubana oteaba el futuro profesional en las grandes ligas. Cuéllar pertenece al grupo que integran Diego Seguí, Orlando Peña, los hermanos Pascual, Camilo y Potato y el gran Luis Tiant.
En Venezuela Mike Cuéllar vistió dos uniformes en la pelota venezolana: el de los pericos de Industriales de Valencia y el Oriente en la temporada 1961- 1962. Con los del Cabriales, según datos de la Enciclopedia del Béisbol en Venezuela,  Cuéllar lanzó 63 innings para 5 victorias y 5 derrotas en 11 juegos, para una efectividad de 3,69. Reforzó en la final al Oriente y tiene “infinito” en efectividad ya que no logró cerrar un episodio, perdió el juego y le anotaron 4 carreras. 

EQUIPOS DE ENSUEÑO DE CUBA



El periodista e historiador cubano Ángel Torres, autor de varios libros y una permanente referencia de los pasos de los peloteros cubanos por el mundo, hizo en una oportunidad varias selecciones a las que denominó “equipos de ensueño de Cuba”. Una de ellas, la primera, incluye los más destacados entre los cubanos que vistieron uniformes de los equipos de las grandes ligas entre 1871 y 1996; otra desde 1950 a 1996 una tercera denominada la Gran Selección como el equipo de todos los tiempos, entre 1871 y 1996
Da la casualidad que en todas las selecciones aparece Mike Cuellar como el lanzador zurdo del equipo de peloteros escogidos; y lo más destacable es que en todos es el único lanzador zurdo de la novena.
Imagino que nuestros lectores se preguntarán quienes son estos peloteros que Ángel Torres seleccionó en 1996 como los más destacados de Cuba. Desde 1950 a 1996 el equipo coloca a Ray Noble, como receptor; Rafael Palmeiro, primera base; Cookie Rojas, 2B; Tany Pérez, 3B; Bert Campaneris, SS; y en los jardines Miñoso, Oliva, Amorós y el Haitiano González. Los lanzadores ¡derechos Luis Tiant y Camilo Pascual y el zurdo Cuellar.
La selección de todos los tiempos tiene como receptor a Gervasio González, Tany Pérez 1B; Cookie Rojas, 2B; Héctor Rodríguez 3B; Silvio García, SS; y en el outfield Minnie Miñoso, Cristóbal Torrente; Alejandro Oms. Lanzador derecho, José de la Caridad Méndez y el zurdo Mike Cuellar.

LOS FABULOSOS SUGAR KINGS

Refiriéndonos a los cubanos que han vestido uniforme de grandes ligas, estos forman el equipo escogido por Ángel Torres en 1996: Catcher, Fermín Guerra; 1B Tany Pérez; 2B Cookie Rojas; 3B, Héctor Tony Taylor; SS, Campaneris; jardineros Miñoso, Palmeiro y Tony Oliva y los pitchers Luis Tiant y Mike Cuellar. Mike Cuéllar vestía el uniforme de los Havana Sugar Kings en el Estadio del Cerro en La Habana, equipo de la Liga Internacional convertido en el reducto de los peloteros hispanos en los Estados Unidos. A mitad del partido, milicianos fidelistas irrumpieron en el terreno de juego con sus armas de fuego y comenzaron a disparar al aire. El estruendo sembró el terror y la consecuencia fue la fuga inmediata de los peloteros norteamericanos que participaban en la serie con los Reyes del Azúcar. Hasta esa fecha vivió la pelota organizada en Cuba. Los Sugar Kinas se convirtieron en un equipo de Nueva Jersey y sus peloteros, entre ellos Cuéllar, comenzaron a deambular por otros equipos de las ligas menores y de México.
La Liga Internacional, y en especial el equipo Sugar Kinas, marcó un hito en la pelota hispanoamericana. Cuando se fundó en 1954 lo hizo con grandes estrellas de nuestro béisbol del Caribe, como lo eran Conrado Marrero, Mike Guerra, Perico Formental, Roberto Ortiz, Patato Pascual, Emilio Cueche, Camaleón García, Julián Ladera, Pompeyo Davalillo, El Carrao Bracho y el panameño Pat Scantleburry. Ese año, su primero año en la Internacional, Sugar Kinas disputó el play off de la Liga, y en 1959 fue Campeón de la Liga Internacional con un equipo que contó con la participación de Cookie Rojas, Mike Cuéllar, Leo Cárdenas, Orlando Peña, Raúl Sánchez, Vicente Amor, José Azcue, Saturnino Escalera, Pompeyo Davalillo, Elio Chacón, Daniel Morejón, Borrego Álvarez, Rodolfo Arias, Haitiano González, Julio Bécquer, Tite Arroyo ... Pléyade de peloteros que más tarde vestirían los uniformes de los mejores equipos en las Grandes Ligas. 

EL MÁS GRANDE ENTRE LOS ZURDOS

Cuando Mike Cuéllar brillaba con los Sugar Kings en la Liga Internacional el Ché Guevara  libraba la batalla de Santa Clara, para convertirse en el más sangriento ejecutor de los fusilamientos al alba de la revolución en Cuba.
 Santa Clara, en Las Villas, es famosa por los grandes peloteros que la tuvieron por cuna Las Villas. Uno de ellos fue Mike Cuéllar quien además de brillar con Sugar Kinas en la Internacional los años de 1957 (8-7) y 1958 (13 - 12), estuvo brevemente a las mayores con Cincinnati para regresar luego a La Habana con los Sugar en 1961 y penosamente ser testigo del punto y final al que el terrorismo de los milicianos comunistas condujeron al béisbol profesional en Cuba. 
Los Sugar Kings cambiaron de sede, a Nueva Jersey y luego sus peloteros se diluyeron como terrones de azúcar en el café entre los equipos del béisbol organizado.
Mike Cuéllar fue a parar al Indianápolis y luego al Monterrey en la Liga Mexicana, donde desarrolló un lanzamiento conocido por “The Fork Ball”, o el “Split Finger” y que los peloteros latinos conocen como “La bola de tenedor”, un tenedor que le permitió a Mike comer caliente, y con abundancia de las Grandes ligas pues en su condición de relevo se convirtió en un maestro de la “bola del tenedor”.
 Más tarde vestiría con grandeza los colores de las divisas de Rojos de Cincinnati, Cardenales de San Luis, Astros de Houston, Orioles de Baltimore y Angelinos de California durante los 15 estelares años que permaneció en el béisbol grande.
El zurdo de Santa Clara logró con Orioles de Baltimore dos títulos divisionales, y una Serie Mundial. En 1969 compartió con Denny McLain el Cy Young de la Liga Americana, fue el Mejor Pitcher de la Liga Americana en 1970 (24-8); 1974 (22-10). En cuatro temporadas superó los 20 triunfos. Participó en 4 Juegos de Estrellas, 5 Series por Campeonato y 3 Series Mundiales.
Hoy le recordamos entre los grandes del béisbol hispano americano, y compartimos el criterio de don Ángel Ramos que Mike Cuéllar, de Santa Clara, ha sido el mejor lanzador zurdo en la pelota cubana de todos los tiempos.

martes, 24 de abril de 2018

EL BEISBOL DE MIS RECUERDOS Víctor José López (8) BOB FELLER NACIÓ EN EL TERRENO DE LOS SUEÑOS





¿Recuerdan ustedes la película “Field of Dreams” protagonizada por Kevin Costner? Igualito fue la infancia de Bob Feller. Su padre limpió un maizal en el terreno de su finca en Iowa, y lo arregló como campo de entrenamiento para su hijo. 

Tenía un poco más de una hectárea, recordaba Feller en sus muchas biografías; y allí se jugaba pelota. Bob Feller se reunía con otros muchachos y aprendió todo lo que necesitaba para llegar a las grandes ligas y asombrar a los más experimentados scouts que exploraban aquellos predios donde muchos muchachos jugaban pelota.   


Bob Feller de niño, según contaba su padre, fortaleció su brazo ordeñando vacas en aquella finca, una finca que hoy aparece en el National Register de los Estados Unidos, como un sitio histórico donde nació un hombre ejemplar, un gran pelotero y un ciudadano que estuvo dispuesto a dar la vida por la nación que le diera cuna al nacer. Bob Feller fue un héroe nacional y un ícono deportivo.

Feller fue firmado por el scout de Indios de Cleveland, Cy Slapnicka, por ¡Un dólar y un autógrafo!.  

Debutó en 1936 a los 17 años, sin haber jugado un inning en ligas menores, contra Saint Louis Browns. Aquellos famosos “carmelitas”: En su estreno, ante una novena integrada por peloteros de las grandes ligas, aquel muchachito con apenas 17 años ponchó a 15 bateadores. 

Después del partido regresó a Van Meter, Iowa donde aquel verano tenía que concluir sus estudios del bachillerato. 

Aquellos años 30

Aquel año de 1936 cuando Bob Feller llegó al beisbol de las grandes ligas, un joven de San Francisco, California, también lo hizo un muchacho con 17 años de edad y de origen italiano. Su nombre era Joe DiMaggio, que un par de años antes había hecho su estreno en un juego de exhibición como short stop. DiMaggio cometió 11 errores en aquella exhibición. Todos, tiros desviados a la inicial. Lo que no fue motivo para que su primer equipo en la pelota organizada, San Francisco Seals le rechazara. Más bien fue transferido a los jardines, colocaron DiMaggio como jardinero central y en la temporada regular conectó imparables en 61 partidos consecutivos en su primera temporada. Para su segundo año como profesional con Seals tuvo un promedio al bate de .398. 

En las grandes ligas ya vistiendo la camiseta de Yankees de Nueva York, DiMaggio conectó 29 jonrones, empujó 121 carreras, bateó para .323 y conectó 15 triples. “El yankee clipper”, como lo llamaban los periodistas, condujo a Yankees a los títulos de las series mundiales de 1936 y 1937, contra los Gigantes un equipo tenía a Carl Hubbel en el montículo. Nueva York con Cachorros de Chicago en 1938 y en 1939 dio cuenta de Rojos de Cincinnati 

más al norte, en el Estado de Nueva York, en Cooperstown un oficinista que había sido ayudante de Edward Clark convertía en realidad un sueño. Alexander Cleveland era un fanático de la pelota que coleccionaba los más diversos items. Uno de los que guardaba con gran celo era una pelota, que decían había sido manufacturada por el propio Coronel Abner Doubleday, a quien Albert Spalding le inventó la leyenda de haber siso el creador del juego de beisbol en 1839. Una leyenda que creció más allá de 1869 y que tuvo el propósito de alimentar el espíritu nacionalista entre los ciudadanos de un país fracturado por una terrible Guerra Civil. 

Eduard Clarke heredó una fortuna como heredero de la Singer Sewing Machines, una fábrica de máquinas de coser que nuestras tatarabuelitas hicieron famosa en Venezuela, como ocurrió en otras partes del mundo. Clarke invirtió parte de su fortuna en organizar en Cooperstown un Museo de Arte, y le permitió a Alexander Cleveland ocupar un rincón de la casa destinada a la exposición. 

Para 1936 Ford Frick era presidente de la Liga Nacional, y como para 1939 se organizarían los actos del Primer centenario del Beisbol, según la leyenda de Albert Spalding que señalaba a Cooperstown cuna de la pelota, acordó la creación de un edificio para la construcción del Salón de la Fama del Beisbol. 

El primer seleccionado fue Ty Cobb, luego siguieron Babe Ruth, Honus Wagner, Walter Johnson y Christy Mathewson. 

En 1939, cuando el beisbol conmemoraba el Primer Centenario una nueva generación de peloteros era encabezada por Joe DiMaggio, Ted Williams y Bob Feller. DiMaggio tuvo el mejor año en su brillante carrera. Bateó para .381 y conquistó con Nueva York su cuarta serie Mundial consecutiva. Williams debutó con Medias Rojas con unos números jamás logrados por otro Rookie: un promedio de .327, 31 jonrones y 145 carreras empujadas. Feller con 20 años de edad ganó 24 desafíos y logró abanicar a 246 rivales. 

Aquella Guerra

La II Guerra Mundial involucró a grandes peloteros en el conflicto bélico. Al día siguiente del ataque a Pearl Harbour, Feller se enlistó en la Armada de los EUA, a pesar que por se hijo único y sostén de una viuda, su madre, habría podido reclamar excepción. 

Feller no sólo participó sino que se enlistó para servicio de combate siendo el primer pelotero de grandes ligas en hacerlo. Como Capitán de Cañoneros en el USS Alabama, perdió cuatro temporadas del beisbol durante su servicio naval en la II Guerra. Fue condecorado y es el único oficial con rango de Héroe Militar en el Salón de la Fama. 

DiMaggio y Williams también vistieron uniformes, y Luke Appling les acompañó. Cuando la esposa de Appling se enteró que iba a la guerra, comentó: “Esto va a durar poco, porque todo lo que Luke a hecho fuera del beisbol dura poco tiempo”. 

Cuando Feller habló de su época en el ejército, nunca mostró arrepentimiento. "Cualquier otra cosa que hubiese hecho, habría sido egoísta de mi parte". 

Bob Feller estuvo 18 años como pelotero activo con Indios de Cleveland, excluyendo los 4 años en el servicio con la Armada de los Estados Unidos. Integró la rotación de los Indios que recuerdan como "The Big Four" en 1950, con Bob Lemon, Early Wynn y Mike García. Terminó su carrera con 266 victorias y 2.581 ponches liderando la Liga Americana en siete oportunidades. A su bola rápida la llamaban la “Van Meter Heater”. Lanzó tres juegos sin hits y carreras y comparte el record de 12 partidos permitiendo apenas un imparable. Fue el primer en ganar 20 o más juegos con 21 años y elegido al Salón de la Fama en 1962 en el primer año de elegibilidad. Bob Feller, murió la semana pasada a los 92 años de edad, destacó. Lo llamaron "Rapid Robert'' cuando crecía como pelotero en Iowa y que lo erigió en uno de los más grandes lanzadores en la historia de las mayores, Feller abandonó el beisbol en la cúspide de su carrera para pelear por su país. 
 

viernes, 20 de abril de 2018

EL BEISBOL DE MIS RECUERDOS Víctor José López (7) CUANDO MURIÓ JUAN VICENTE GÓMEZ NO MURIÓ EL BEISBOL

  


Víctor José López


Cuando murió Juan Vicente Gómez, creían que había muerto el beisbol. Todo estaba revuelto y la gente de la pelota había bajado la santamaría luego de una de las mejores series de la historia, aquella disputada por los campeones de Maracaibo, el Gavilanes, y Royal en Caracas.

Los maracuchos llegaron al Estadio San Agustín con la boca seca de venganza. “Venimos a vengarnos” le repetía José Villasmil, dueño de la novena zuliana, al periodista caraqueño AVJ (Juan Antillano Valarino). Aquel Gavilanes de Villasmil Gómez trajo toda una constelación que recordaban de memoria los “viejos” aficionados por el mote de cada uno de los peloteros. 

Los seudónimos en el beisbol han sido siempre distintivos a los peloteros. Como Ernesto Aparicio“El Comandante”, Luis Aparicio“La Estrella”, Felipe Baptista “Sulfúrico”, Orlando Cepeda“Peruchín”, Agustín Daviú“Tingo”, José Antonio Fuenmayor “Fausto”, Balbino Fuenmayor“El Trabuco”, Jesús Hernández “El Pesao”,Manuel Martínez“La Morfina” y Adolfo Ugueto“Marquesito”. 

 Alejandro Charrasqueo seguía en la lomita del Royal caraqueño, tal y como lo estuvo en 1933 cuando “el patas largas” le propinó cuatro derrotas al hilo a las aves rapiñas del Zulia. 
Aquella histórica Serie se inauguró el 10 de noviembre de 1935 con una blanqueada por parte de Alejandro Carrasquel, quien dejó en dos hits a los maracuchos. Con la misma cuchara El Patón le repitió el caldo a Gavilanes, combinándose con Vidal López“El Muchachote” para vencer a Gavilanes 3 a 1.

 La segunda confrontación favoreció a los rapaces  2 por 1, con “El Pesao” Hernández inspirado en la lomita el 24 de noviembre; pero a Carrasquel le gustaba mucho el caldo de gavilán y volvió a dominarlos en el cuarto juego de la serie, 4 por 3, para poner la 4 triunfos de Royal y una victoria para Gavilanes.

Relatan Javier GonzálezCarlos Alarico Gómez Carlos Figueroa Ruizen el estupendo libro El Patón, que “todo parecía indicar que los caraqueños rasparían la olla mucho antes de lo pensado, pero no fue así. En los siguientes dos encuentros, los dirigidos por Pelayo (Chacón) reaccionaron para empatar la serie a tres triunfos por lado. El 3 de diciembre apalearon a Plácido Delgado y Vidal López para cargar con el lauro8 por 1; y el 15 del mismo mes derrotaron por fin al “Patón” 1 por 0, con sensacional pitcheo de Pesao” Hernández, quien maniató a los royones por completo. Apenas tres inatrapables permitió el serpentinero marabino.”

Así llegamos al 15 de diciembre y la ciudad se llenaba de bolas y de rumores, porque corría de boca en boca como un pesado rumor el estado de salud del presidente de la República, General Juan Vicente Gómez quien gobernaba la nación desde 1908, hacía ya 27 años, con mano de hierro y ninguna garantía ciudadana.

El juego decisivo de la serie Gavilanes – Royal sería al domingo siguiente del 15 de diciembre de 1935, y en medio del entusiasmo que semejante acontecimiento provocaba dada la rivalidad entre caraqueños y zulianos en horas tempranas del 18 de diciembre peloteros, periodistas y aficionados estaban reunidos en el lobby del Hotel Windsor de Caracas, cuando fueron sorprendidos con un Jesús Coraoexaltado que gritó, como respuesta a la pregunta de si el domingo sería la final de la serie de pelota, con un “¡Qué domingo ni qué domingo! … ¡Aquí no hay más beisbol! … ¡Se murió Gómez!”




Gonzalo Gómez se fue de Venezuela el 19 de diciembre, lo hizo junto a su madre doña Dionsiáa Bello; pero dejó la orden que en las oficinas de la administración de la Lotería de Caracas le abonaran a los peloteros la última mensualidad, y las utilidades de la serie de Beisbol entre Gavilanes y Royal. Esto último no sucedió, de acuerdo a la denuncia del “Pollo” Malpica en su libro “Historias del Beisbol” preguntándose “¿Quién sabe dónde fueron a parar esos reales?”


¿Se había acabado el beisbol? Según el profesor Eleazar Díaz Rangel “el beisbol en Venezuela nació en 1941”, lo que protesta la periodista Thamara Nieves, hija de “La escoba criolla” César Nieves, protesta que apoyan los autores del magnífico libro “El Patón”, Alarico Gómez, Javier González y Carlos Figueroa Ruiz.
¿Había sido la pelota antes de 1941 un “sport” alejado de la identidad del venezolano? Thamara en su libro “Lo que los  cronistas deportivos nunca contaron”, pelando la cebolla de la vida del beisbol en Venezuela, como diría Günther Grass, desempolva hemerotecas, propias y extrañas, descubre lo no contado, y recurre al testimonio foráneo para confirmar lo sospechado aunque jamás revelado de aquella época que ella, la autora Nieves, considera se jugó y vivió una pelota de mucha vitalidad nacional como para ignorar su existencia. 
Algo similar sucede con Javier González, que reclama para la pelota criolla su capacidad policlacista, al extremo en su igualitarismo al darle al país identidad beisbolera. La misma que al llegar 1941 tiene la capacidad de exaltar hasta el rango de heroico lo hecho por hombres del común, sin charreteras y con mucha identidad. Los “héroes sin charreteras”, subraya el joven historiador, que hoy invaden tierras extrañas con guantes, bates y pelotas llevando la mejor imagen de Venezuela.  

Con aquella serie inconclusa entre Gavilanes  y el Royal, no se cumplió el pronóstico de Jesús Corao, por que con la muerte del dictador no murió el beisbol.
 Todo lo contrario, en medio de una terrible crisis creció la pelota en tierras de Barquisimeto, Valencia, Maracaibo y Caracas y a pesar de la situación económica vinieron grandes peloteros de República Dominicana, Cuba y Puerto Rico. 
Magallanes, que había desaparecido de la pelota en 1933 reapareció en 1936 para enfrentar al Royal Criollos. Los magallaneros iniciarían ese día, con un stand de San Agustín vacío, comiéndose nueve arepas propinadas por Vidal López y diez imparables conectados por “Marquesito” Ugueto, “Sulfúrico” Batista” y “El Pollo” Malpica. AVJ, reclamó un no hit no run pero el anotador oficial convirtió un error que cometió César Nieves,  en un tiro desde segunda a la inicial, en un hit. Magallanes se recuperó, venció al Royal en los dos partidos siguientes y ganó la Copa de la Serie. Había nacido una gran rivalidad que heredaría el Cervecería de Caracas y en tercera cuarta generación Leones del Caracas. Entre Royal y Cervecería estuvo el Cervecería Princesa 

Entre 1935, año de la muerte de Gómez, y 1941, cuando se dice nació el beisbol en Venezuela, hay seis años de mucha pelota, con grandes peloteros que llevaron el nombre de Venezuela a México, Puerto Rico, Cuba, República Dominicana y hasta los Estados Unidos como lo hiciera Alejandro Carrasquel “El Patón” en 1938. 

Pero mejor recurramos a la anécdota, al discurso deAndrés Eloy Blanco,  quien recibió a los Campeones Mundiales de 1941 en el Estadio Nacional, hoy “Brígido Iriarte” de El Paraíso, con un discurso improvisado, como le confesara a Miguel Otero Silva“con gran emoción de venezolano y de beisbolero”. Andrés Eloy jugó pelota, y lo hizo con el famoso club caraqueño “Los Samanes” en 1917, un equipo rival del Independencia con el que nació la primera gran rivalidad en el beisbol venezolano. 

Aquel discurso, convertido en el “Romance del Campeonato”, comienza 

“Con matrimonio canónico”
 en La habana se han casado
la bandera de Juan Bimba
y el pendón del campeonato.” 

lunes, 16 de abril de 2018

ELBEISBOL DE MIS RECUERDOS (6) CUANDO EL CARRAO VOLÓ AL CIELO





Cuando
El Carrao
voló al cielo




Desapareció la estrella que le dio brillantez a la constelación del Caribe en el Havana Sugar Kings, que vivió su gloria con el histórico Cervecería Caracas

VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ

Cuando Bobby Maduro organizó el equipo de los Sugar Kings, concretó una vieja idea que había nacido a finales del siglo XIX en Nueva York, cuando surgieron equipos con denominaciones cubanas. Ken Burns en su célebre investigación que hizo junto a Geoffey C. Ward hace referencias a los Cubans, Cuban Stars, Cuban Giants, Black Cubans y New York Cubans como expresiones de conjuntos que buscaban con sus nombres exaltar los valores del beisbol antillano. El New York Cubans fue un equipo controlado por un  inmigrante cubano, Alex Pompez, hombre de confianza del famoso gánster  Don Schütz, cuando “Dutch” controlaba Harlem en los días de los terribles Al Capone, Frank Costello y Lucky Luciano.
La presencia cubana en la pelota de los Estados Unidos siempre ha sido notable, fue la que irrigó por el Caribe el entusiasmo de nuestras organizaciones en la pelota de Venezuela. Tal y como lo ha expresado el historiador Javier González,  en su libro Orígenes del Beisbol en Venezuela. Cuenta González que “En 1902 nuestro béisbol recibe un gran impul­so con la presencia del cubano Emérito Agudín, quien no sólo fundó y dirigió el primer periódico deportivo de Venezuela, Base Ball, y tradujo y pu­blicó, también por primera vez en el país, las re­glas del juego, sino que dictó las primeras «clases de béisbol»” Emérito Agudín, agrega Javier, “enseñó diversas técnicas desconocidas por los jugadores locales y, por si fuera poco, fue la estrella de los dos pri­meros juegos que realizó una selección criolla con­tra una extranjera, al conectar cuatro cua­dran­gulares; dos de ellos, en el segundo encuentro, dieron el triunfo al equipo Caracas frente a los marinos del buque de guerra norteamericano «Ma­rietta», surto en el puerto de La Guaira desde principios de octubre de 1902”.
Desde aquel instante la relación en el beisbol entre Cuba y Venezuela ha sido notable. Al extremo que aunque teniendo héroes individuales que han destacado en la pelota de las Grandes Ligas, como Luis Aparicio en el Hall de la Fama, Carrasquelito, primer latino en participar en un Juego de Estrellas, Galarraga y Carlos González, campeones bate de la Liga Nacional, Johan Santana y Félix Hernández, premios “Cy Young”, nuestro más grande orgullo en la pelota no es ninguno de ellos, sintiéndonos legítimamente orgullos de cada uno de nuestros “héroes sin charreteras”, sino aquel equi`po que en el Mundial de Beisbol Amateur en La Habana le ganó el Campeonato Mundial a Cuba en 1941. 
Bobby Maduro en 1954 compró una franquicia y denominó al equipo Havana Sugar Kings y lo inscribió en la Liga Internacional Triple A, de Florida, como un equipo granja de Cincinnati Reds.



Vivió el equipo hasta que los comunistas de Fidel Castro lo permitieron, desde su nacimiento en 1954 hasta 1959 cuando en La Habana los barbudos provocaron la suspensión de un juego de pelota descargando sus armas de fuego en medio del partido. El hecho salvaje provocó que los Azucareros abandonaran la isla, a mitad de la temporada el 8 de julio de 1960. Los Kings se trasladaron a Jersey City y desapareció con el nombre de Jerseys en 1961.
Antes, entre 1954 y 1960, el Havana Sugar Kings fue el reducto de un sueño latino americano en el beisbol. Entre grandes peloteros vistieron su uniformes los venezolanos Emilio Cueche, Camaleón García, Julián Ladera, Pompeyo Davalillo,  Elio Chacón y El Carrao Bracho, inspirador de estas líneas cuando ayer  conocimos de su fallecimiento en Maracaibo, a los 82 años.
El Carrao siempre se negó viajar en avión, y por ello no llegó a las mayores; pero los cubanos sabían de su existencia por las veces que El Carrao los enfrentó en las series del Caribe. Nos cuenta José Antero Núñez en sus libros sobre el Clásico del Caribe cómo El Carrao le dio los dos únicos triunfos a  Magallanes, que representó a Venezuela en 1955. Victorias a costa de Panamá, permitiéndoles a los istmeños apenas una carrera en 14 episodios, pues Lázaro Salazar consideró “sacarlo de la hoguera” en el quinto inning, para relevarlo con Bill Kennedy.
El Havana Sugar Kings fue Campeón de la Triple A, cuando derrotó a Minneapolis Mills en la llamada Pequeña Serie Mundial. Fue un equipo prácticamente imbatible en aquella división, con jugadores de gran calidad como Ray Noble, Perico Formental, Patato Pascual, Cookie Rojas, José Azcué, Borrego Álvarez y Daniel Morejón que le dio el título a los Kings en 1959 con un imparable para remolcar a “Salivita” Sánchez con la rayita del triunfo.  
En ese equipo hubo en su historia tres pitchers venezolanos, dos de ellos, Cueche y Bracho, estrellas grandes entre los más grandes de Latinoamérica, como lo fueron el Mike Cuéllar, Patato Pascual y Tite Arroyo o hablándole golpeado a quienes luego fueron superestrellas en las mayores como Leo Cárdenas, Sandy Escalera, Julio Bécquer y otros miembros de una gloriosa constelación. 
Haber visto a José de la Trinidad “Carrao” Bracho, es haberlo admirado. Y más cuando con Valentín Arévalo, El Mono Zuloaga, Julio Bracho y El Patón Carrasquel formó el bullpen del querido Cervecería de Caracas.  

lunes, 9 de abril de 2018

ELBEISBOL DE MIS RECUERDOS (5) VENEZUELA CAMPEÓN PANAMERICANO 1959



Eduardo “Tata” Amaya, Dámaso Blanco, Enrique Capecci, Lucas Ferreira, José Flores, Tadeo Flores, Miguel Girón, Luís Manuel Hernández, Raúl “Cigarrón” Landaeta, Francisco “La Manca” López, Domingo Martín Fumero, Rubén Millán, Francisco Oliveros, Luís Antonio Peñalver, Manuel Pérez Bolaño, José Pérez y William Troconis



HEMOS LLEGADO A CASA

“Hemos llegado al templo del deporte, estamos en casa…”.­­
Esa fue la frase resaltante, la que mereció haber sido titular de las portadas de las páginas deportivas en Venezuela, que se acuñó en medio de un discurso ardiente pronunciado por Luis Manuel Hernández, integrante de la gran combinación en la intermedia con Domingo Martín Fumero, en el histórico Universidad Central. 
Fumerito, para muchos, digno de recordar entre los grandes shorts de Venezuela.
Fue la de Luis Manuel una  frase lapidaria, acuñada entre las palabras que cerraron el noveno episodio de un desafío iniciado hace 50 años, medio siglo atrás, en la ciudad de Chicago, cuando en los Juegos Panamericanos de 1959 Venezuela logró su primera Medalla de Oro para un Equipo de Conjunto.
Ya lo diría el profesor Eduardo Ávarez, presidente del Comité Olímpico Venezolano, que “es tan difícil, tiene tanto mérito lograr el podium un equipo de conjunto, que en las 74 oportunidades que hemos concurrido a citas olímpicas y panamericanas sólo dos selecciones lo han logrado la Medalla de Oro: el voleibol, el año pasado, y hace 50 años el béisbol”.
Al Voleibol, con justificada razón y motivos, le exaltaron, condecoraron a los jugadores y los llenaron de promesas en el Alto Gobierno. 
Para el béisbol hubo que esperar medio siglo, y eso que la pelota es el deporte nacional.
Nos preguntamos si la Orden del Libertadorcon la que semanas atrás se condecoró a un militar tropero, que convirtió en galimatías lo que su desordenado razonamiento intentó fuera una arenga, incapaz de coordinar, al momento de enfrentar a una muchacha con un micrófono en sus manos, una periodista, nos preguntamos:
 ¿Qué Orden y en qué alto grado habría merecido este puñado de hombres?
“Fuimos un puñado de hombres”, dijo Luis Manuel Hernández – a quienes se escondió por 50 años en el silencio. 
La puerta al Templo del Deporte, como califica Hernández este hecho de justicia histórica, fue abierta, repetimos, gracias al empeño de Eduardo Álvarez en rescatar los valores del nacionalismo deportivo, con decidido apoyo de Jesús Eduardo LizarragaHernán RomeroAntonio LaresRubén Mijaresy el pigmentado “Cheo” Fernández Freitas.
 “Cheo” abrió unas cuartillas en el atril, que se convirtieron en abanico de recuerdos al nombrar a cada uno de los integrantes de aquel equipo Campeón Panamericano al que un federativo de verdad verdad, como el presidente de la FVB,  Ángel Zambrano, dirigente de aquellos con los que Venezuela, sin plata y con amor propio, lograba victorias históricas como esta de 1959 en Chicago, o como la que alcanzaría en Pista y Campo, un par de años más tarde en Madrid en el Iberoamericano de Atletismo con la capitanía de otro grande, como Eduardo Alfonzo. Además de Zambrano y de Antonio Laresestuvo en el terreno el “Capablanca” del béisbol venezolano, José Antonio Casanovacomo Manager, con la ayuda del “Isleño” Andrés Quintero, un grande de los montículos, ignorados por quienes sólo tienen para el béisbol memoria de las barajitas o de la fantasía de las grandes ligas.
Aquel equipo fue un buril para inscribir nombres en la más honesta de todas las gestas del béisbol aficionado venezolano: “Cigarrón” Landaeta, Francisco Olivares, Dámaso Blanco, el zurdo José Pérez, Miguel Girón, Luis Peñalver, Luis Manuel Hernández, “La Manca” López, “El Negro” Flores, “Tata” Amaya, Enrique Capecci, Pedro Lucas Ferreira, Rubén Millán, Domingo Martín Fumero, Manuel Pérez Bolaños, Tadeo Flores y William Troconis. 

¿MIEDO YO? ¡QUÉ VA!

Tras la introducción del profesor  Fernández Freitas, se montó en la lomita Rubén Mijares. Y como todo un Randy Johnsondijo: -¿Miedo yo? ¡Que va! Y lanzó para la goma un sabroso recordatorio de magistral jerarquía donde recordó “el béisbol que llevaban dentro” cada uno de estos muchachos, a quien él, Rubén, había visto desarrollarse desde preinfantil hasta integrar equipos como el INOS, Intendencia, OSP o el glorioso UCV (Universidad Central).- “Y no tenían tanta pelota dentro de ellos como la que tuvieron los integrantes del equipo del ´41”, dijo Mijares, dirigiéndose a los muy ovacionados Luis Romero Petit,Héctor BenítezEl Conejo Fonseca, invitados de honor por el COV, “como para enfrentarse a equipos como Estados Unidos, que en sus filas tenían prospectos con boleto para las Grandes Ligas, como Lou Brock, o Cuba, con  un conjunto de muy experimentados profesionales”.
La disertación de Mijares fue toda una joya catedrática, una lección de historia con ejemplos para la vida y para el deporte, dichas y expuestas con sabrosura provocando aclamaciones, hilaridad y, sobre todo, volver a vernos hacia adentro de nosotros mismos.  
En el cierre del noveno llegó Luis Manuel Hernández, con la frase “Hemos llegado al templo del deporte, estamos en casa”.
 ¿Reclamo? De ninguna manera, cierre de una jornada sí, aquella que relata con brillantez el general José Antero Núñez, quien con su piolet “Oro Panamericano”, desenterró la ignominia del olvido,  con la que pretendían enterrar la gesta de “un puñado de hombres”. Un puñado que han sembrado el ejemplo que como dijo Hernández hubo “disciplina, coraje, unión, mística, ética y sobre todo amos por una camisa que escondía un pecho dispuesto a partirse por amos a su patria.”
Nadie daba un centavo por el equipo venezolano, un equipo que llegó sin recursos y en el anonimato. Un equipo de 18 jugadores, selección hecha entre 62, que fue dirigido por José Antonio Casanova con la asistencia del “Isleño” Quintero.
Sin ruido, pero de gran efectividad fue el Delegado del equipo, Antonio Lares, encargado de casi todo lo que ocurría fuera de los diamantes de pelota.
Aquella Federación de Beisbol funcionaba, por que la mística y el cumplimiento del deber estuvieron siempre más allá de las apetencias personales y de los beneficios que por ejercicio del cargo puedan obtenerse. Lo contrario a lo que hoy, lamentablemente, vivimos con nuestro equipo, en la Copa Mundial. Un conjunto escogido a la ligera, un  “vente tú”, con peloteros que pudieron haber sido,  pero que hoy no representan al pelotero venezolano. 



CON UNO MENOS
Antes del viaje Venezuela perdió al catcher Emilio Vargas, excluido al presentar una falla cardíaca.  Todo equipo debía estar formado por 18 jugadores y se consideró el caso venezolano, que tendría una nómina de 17 efectivos ante la baja de Vargas. Un día antes del viaje, Casanova declaró  que el conjunto tenía como mayor virtud su calidad defensiva y que confiaba en una buena actuación. Los hechos probarían que había sido comedido en su juicio y que sería el pitcheo y no básicamente la defensa, la llave que abriría las puertas de la gloria.


EN LA CASA DE MEDIAS BLANCAS
En el Comiskey Park, derrotamos a Estados Unidos 11 carreras por 6. Con un jonrón del “Negrón” Flores- El valenciano Manuel Pérez Bolaño aisló 8 hits para acreditarse el triunfo, ayudado, además de Flores, por los bates de William Troconis y de Rubén Millán, quienes golpearon tres hits por lado.


Y EN LA DE LOS CACHORROS
En el Wrigley Field se disputó la final entre Venezuela y Puerto Rico. Casanova puso la bola en manos de Luis Peñalver, sin experiencia internacional, lo que parecía una verdadera temeridad de su parte. Peñalver, con apenas 16 años de edad y con el temple que le caracterizó en toda su extensa carrera, afrontó el reto. Transitó toda la ruta al ritmo de apenas media docena de imparables en contra, mientras sus compañeros le daban apoyo frente a los envíos de Calderón, Santiago y Pagán, los tres lanzadores que utilizó la tropa borincana y que más tarde fueron a las grandes ligas. Ese mismo día, en horas de la tarde, los héroes tomaron el avión de regreso a una casa a la que retornaban y a la cual llegaron en el más absoluto y sepulcral silencio, sin estridencias triunfalistas. Hasta hoy que han llegado al Templo del Deporte, el Comité Olímpico de Venezuela. 


domingo, 8 de abril de 2018

EL BEISBOL DE MIS RECUERDOS (4) Víctor José López LAS TRANSMISIONES RADIOFÓNICAS , CUANDO LA PELOTA ERA CUESTIÓN DE HONOR NACIONAL



No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró  lo que vio: multitud en busca de ídolos en busca de multitud, rencor sin rostro y sin máscara, adhesión al orden, sombras gobernadas por frases, certidumbre del bien de pocos consuelo de todos (sólo podemos asomarnos al reflejo), fe de la durabilidad de la apariencia, orgullo y prejuicio, sentido y sensibilidad, estilo, tiernos sentimientos en demolición, imágenes que informan de una realidad donde significan más las imágenes, represión que garantiza la continuidad de la represión, voluntad democrática, renovación del lenguaje a partir del silencio, eternidad gatada por el uso, revelaciones convencionales sobre ti mismo, locura sin sueño, sueño sin olvido, historia de unos días.

CARLOS MONSIVÁIS/ Día de guardar.



El 22 de octubre de 1941 se disputó en La Habana el juego decisivo por el Campeonato Mundial de Beisbol, entre la novena anfitriona, Cuba, y Venezuela. Cuenta El Pollo Malpica (Historias de Beisbol, las que me contaron y las que viví) que “parecía que se iba a disputar la supremacía mundial de aquel país. (Cuba) Los negocios cerraron a las once de la mañana, los medios de comunicación ya no hablaban de la Guerra Mundial sino de béisbol, y sobretodo  del juego a efectuarse ese día”. Fue un día muy importante en La Habana, y el más importante en toda Venezuela. 
Cuba era la superpotencia del béisbol aficionado, tenía equipos en las Ligas Negras, New York Cubans, de Alejandro Pompez,  donde brillaron sus mejores peloteros como Carlos y Heberto Blanco, Sungo Carrera, Perucho Cepeda,  el boricua de Coamo, Pancho Coimbre, Carlos Colás, q quien en la temporada 50 – 51 reforzó las filas patriotas del Venezuela de Yanesito,  Silvino Ruiz y el dominicano Tetelo Vargas. Tuvo representación en las Grandes Ligas, con más de una veintena de peloteros  como El Jíbaro González, Senadores, Chicho Hernández, catcher de Cachorros, Jack Aragón y Oberto Ortíz. Estos dos últimos subieron a la gran carpa aquel año de 1941, convirtiéndose en los grande ligas 25 y 26 de Cuba. Eso sin contar la constelación que jugaba en las Ligas Negras, donde militaba Martín Digo considerado el mejor peloteros de todos los tiempos. … ¡Y sus torneos “amateurs”, mucho más importantes que el deporte profesional! 
Estos cubanos, “amateurs” colocaban en la lomita a lanzadores como Rodolfo Fernández,  quien en el Estadio  La Tropical de La Habana se dio el lujo de dominar desde la lomita a Gigantes de Nueva York y Dodgers de Brooklyn.
Entonces, sí era una cuestión de honor para los cubanos  vencer a Venezuela, y, sobre todo, derrotar al Chino Canónico que ya en el torneo había dominado a la selección de Cuba ( 4 x 1), como lo había hecho con Puerto rico (12 x 1), México (5 x 2) y Panamá (4 x 1).

LA RADIO Y LA INFLEXIÓN

Venezuela en 1941 aún llevaba en las hombreras el polvo de la terrible dictadura de Juan Vicente Gómez. Era un pueblote que salía de la Edad de las Tinieblas, y como algunos han señalado con acierto los venezolanos recién nos despertábamos al alba del Siglo XX. Hombres de avanzada, como Jesús Corao y Abelardo Raidi, se atrevieron emprender la aventura de la participación de la Serie Mundial en Cuba, contando con la complicidad de Herman “Chiquitín” Ettedgui quien en 1940 estaba en La Habana, participando en la Conferencia de Cancilleres. Aunque “Chiquitín” no estaba autorizado a comprometer a Venezuela en III  Mundial de Beisbol Amateur, se arriesgó. Los cubanos felices inscribieron a Venezuela en el torneo, y en Caracas la noticia fue respaldada por el gobierno. Corao, con influencia en el gobierno de Medina y Raidi, con el Circuito Morales y Raidi, del que era socio el tío de Abelardo,  comenzaron acciones importantes. Se hizo una campaña popular para la recaudación de fondos para el viaje, ya que el doctor Uslar Pietri, a la sazón Ministro del Interior, se había opuesto a sufragarle los gastos a la selección de Venezuela restándole importancia al deporte. 
Al año siguiente se celebró el IV Mundial de Beisbol, y gracias a la buena actuación de los venezolanos en 1940 el viaje se organizó desde muy temprano. Los juegos se retransmitía desde La tropical de La Habana, donde narraban y comentaban los partidos para emisoras de Cuba Manolo de la Reguera, -célebre por aquellos del “fatídico 222”-, Pedro Galiana y Rafael Rubiera

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Venezuela fue uno de los primeros países latinoamericanos en utilizar la radio en transmisiones regulares. Los primeros intentos se remontan al año 1926, cuando una emisora, identificada con las siglas AYRE, fue instalada cerca de la esquina de El Tejar, en Caracas, con torres ubicadas en los corrales del "Nuevo Circo".

En esa época aún no se pensaba en la radio comercial y la empresa AYRE funcionaba por medio de un sistema de suscripción, alquilando aparatos al público. También aparecieron en el mercado pequeños receptores, los llamados "Radios de Galena", que contribuyeron a  popularizar los programas iniciales. Sus promotores fueron el capitán Arturo Santana y Roberto Sholtz, con el apoyo de José Vicente Gómez, hijo del general Juan Vicente Gómez.

Este primer esfuerzo radiofónico contó con animadores como Rafael Guinand y Alfredo Möller, y hasta con una orquesta dirigida por Pedro Elías Gutiérrez, el autor de Alma Llanera. Por razones económicas y presiones de índole política, esta emisora tuvo muy corta vida.

Los conocedores del medio han coincidido en señalar como gran década de la radio en Venezuela a aquella que abarca desde 1945, a raíz de los acontecimientos  políticos que le abrieron los caminos de la información y la opinión, hasta 1955, un poco después que llegara la televisión al país. Esto quiere decir que la radio mantenía enterada a la población en todo: música, noticias, deportes, hipismo, etc.
De esta década se recuerdan acontecimientos como "El Derecho de Nacer", radionovela que paralizaba la ciudad a las 6:30 de la tarde. El ídolo era "Albertico Limonta", representado por Luis Salazar; y junto a él se destacaban América Barrio y Olga Castillo. Esta radionovela, original de Félix B. Caignet, batió todos los records de sintonía, por la emisora RADIO CONTINENTE, entre 1949 y 1950.