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domingo, 29 de diciembre de 2019

13 DE DICIEMBRE DE 1955, MUERE PANCHO PEPE por Frankie Cróquer


El 13 de diciembre de 1955 viajamos el grupo de venezolanos que estudiábamos en la academia militar de Riverside en la ciudad de Gainsville del estado de Georgia integrados entre otros por mi primo Héctor José y los hermanos Malavé Rizzo; desde allí nos trasladamos por tierra hasta Atlanta luego tomamos un vuelo a la ciudad de Miami y después hasta Venezuela; arribé el día 15 en horas de la noche y al llegar al aeropuerto mi madre Amanda me manifestó que descansaríamos en el mismo terminal pues a las seis de la mañana del otro día debía continuar viaje hacia Barranquilla ya que mi padre había dejado apartado el pasaje para que lo acompañara en la carrera de La Cordialidad, una competencia tipo rally de velocidad que tendría lugar el día 18.
Llegué a Barranquilla y alguien a quien no recuerdo me buscó en el aeropuerto y de una vez me llevó al sitio donde se encontraba el mecánico de confianza de mi padre un reconocido italiano de apellido Cavicchioli quien poseía un taller especializado en Alfa Romeo por la zona de Puente Hierro; Pancho Pepe no se encontraba pues probaba el comportamiento del carro en la ruta que unía a las ciudades de Barranquilla y Cartagena; luego de varias horas de espera lo vi llegar, nos besamos y abrazamos estrechamente, se sorprendió de mi mayor tamaño, teníamos seis meses sin vernos y luego de preguntarme sobre mis experiencias se dirigió a Cavicchioli y le dijo algo así como que era necesario cambiar la transmisión del Maseratti a otra ajustada a la competencia de ruta, el veterano mecánico le manifestó su preocupación por el poco tiempo del que disponía para hacerlo y probar el vehículo, pero la personalidad y carácter tozudo de mi padre prevalecieron sobre las recomendaciones técnicas y comenzó el proceso de la modificación del vehículo, esa noche cenamos juntos sin poderlo hacer en la intimidad pues cada cierto tiempo nos interrumpían los admiradores de ambos sexos quienes requerían su firma autógrafa; nos retiramos a la habitación y allí seguimos conversando como dos amigos cuestiones íntimas relacionadas con las primeras experiencias de la sexualidad de un niño de doce años.
El día después estuvimos permanentemente en el taller, trabajo contra reloj, pues a las doce de la noche el automóvil debía ser consignado en los terrenos del estadio de Barranquilla, so pena de ser descalificado si llegada la hora límite el vehículo no había llegado el sitio; muchos problemas surgieron incluso la rotura de un tornillo que hubo necesidad de rehacer en una herrería cercana, cualquier otra persona hubiese entendido las dificultades como signos de advertencia y desistido de participar, pero Pancho Pepe, nunca y apenas diez minutos antes del vencimiento del plazo me pidió le acompañara a llevar la máquina al estadio, en el trayecto quiso demostrarme la potencia de uno de esos vehículos que en cuestión de segundos podían pasar de cero a cien kilómetros y yo que lo había acompañado siempre en sus viajes me sentí impresionado por el potente arranque; llegamos al estadio cinco minutos después de la hora, pero por tratarse de Pancho Pepe hicieron la excepción de permitirle entregar el auto.
Retornamos al hotel y ciertamente dormí profundamente apenas apoyé la cabeza en la almohada, nos despertamos muy temprano en la mañana y observé el momento en el cual con su pañuelo intentaba contener una pequeña hemorragia nasal, lo que logró sin mayores problemas; luego del desayuno nos trasladamos al punto de partida de la carrera, donde le hicieron su última foto en vida junto a su bello automóvil identificado con el número 12 y luego conmigo a su lado.
Nos despedimos con un abrazo deseándole suerte, todavía recuerdo al momento de partir, ver su cabeza ladeada hacia la izquierda mientras aceleraba con la idea de percibir el sonido del cambio hacia la segunda velocidad en un gesto muy característico.
No habían terminado de salir los otros vehículos cuando anunciaron por los parlantes dispuestos en el lugar de largada acerca de un grave accidente ocurrido al volante venezolano Pancho Pepe Cróquer justo a 17 kilómetros del sitio de la partida y antes de llegar a la población de Galapa, el Cónsul de Venezuela presente y Cavicchioli cruzaron sus miradas con la mía, hubo mucha angustia por no poder salir de inmediato hacia el sitio del accidente pues todavía se encontraban saliendo otros coches participantes; una vez partido el último nos trasladamos lo más rápido que pudimos y al llegar ví el Maseratti volcado a la derecha de la carretera, totalmente destrozado, me acerqué corriendo al lado contrario donde me intentaron contener, pero logré zafarme y ver el cuerpo de mi padre ya sin vida con traumatismos múltiples en el rostro, los dos brazos entablillados y su cuello hinchado; me abrazé a su cuerpo mientras le pedía inútilmente que sobreviviera, solo la sapiencia del Presbítero Pérez Gómez, párroco del pueblo de Galapa quien lo había atendido, dirigiéndome palabras reconfortantes me permitió soportar el terrible golpe, mientras todos los allí presentes elevamos una plegaria por el descanso de su alma.
Qué le sucedió?, cuál fue la razón por la que una curva aparentemente insignificante, de amplio radio no haya podido ser tomada de manera segura, se le trancó la palanca de cambios, se descuidó momentáneamente al momento de realizar la maniobra?.
Fueron interrogantes que nunca encontraron respuesta, lo cierto fue que una vez el auto derrapó en la curva cayó en un terraplén y seguramente dio vuelta en el aire expulsando su cuerpo fuera hasta caer ambos como fueran encontrados por los soldados que se encontraban dispuestos a cada lado de la carretera para evitar el tránsito de personas.
La carrera que implicaba ir y retornar desde Barranquilla a Cartagena fue ganada por un piloto luso venezolano de nombre Rezende Dos Santos y el tercer lugar lo logró otro piloto venezolano Ramón Lopez; esa noche los restos de Pancho Pepe fueron velados en capilla ardiente y flanqueado por miembros del ejército colombiano en el Círculo de Periodistas Deportivos, mientras yo era hospedado en la casa de habitación del Cónsul de Venezuela.
El certificado de defunción expedido por el Dr. Adalberto Amador manifestó como causa de la muerte “compresión toráxica, fractura del húmero izquierdo y de los huesos de la pelvis ocasionados por aparatosa volcadura en la carrera automovilística Vuelta de la Cordialidad”; fueron testigos del acto José María Somoza y Humberto Rodríguez así como el Cónsul General Carvelión Fortoul Pineda.
El día después el gobierno de Venezuela liderado por Marcos Pérez Jiménez envió un avión pilotado por el capitán Lomeña donde vinieron familiares y amigos a quienes el gobierno colombiano otorgó un visado colectivo y así pude estar acompañado por personas conocidas; muchos fueron trasladados al sitio donde había ocurrido el accidente y atendidos por el Presbítero Pérez Gómez quien explicó a los amigos y familiares los momentos finales de Pancho Pepe y posteriormente a la iglesia de la ciudad de Barranquilla donde le ofrecieron una misa justo antes de ser trasladado al aeropuerto para proceder al retorno de todos nosotros y del féretro con sus restos al aeropuerto de la Carlota.
El pueblo barranquillero no permitió inicialmente el traslado del féretro en la carroza fúnebre y lo condujo en hombros por una distancia de dos kilómetros aproximadamente, luego llegamos al aeropuerto desde donde levantamos vuelo.
Al llegar, un gran número de personas nos esperaban en la Carlota y sus restos fueron trasladados de nuevo en hombros de autoridades y amigos hasta el carro fúnebre y desde allí a nuestra casa en la calle Olimpo de la urbanización San Antonio donde le colocamos en la sala central y pude por fin abrazar a mi madre, mi hermana Beatriz de apenas cinco años de edad se encontraba en la casa de nuestros amigos María Victoria y Anselmo Alvarado, directores del Instituto Escuela.
La prensa de Venezuela y muchos países latinoamericanos reseñaron la muerte de quien fuera reconocido como la Voz Deportiva de América, innumerables manifestaciones de duelo, páginas enteras de periódicos de circulación nacional invitaban al acto del sepelio donde aparecían los nombres de sus amigos encabezados por el presidente de la República.
El día del sepelio arrancó la caravana con la urna en su carroza cubierta de coronas de flores, al llegar al estadio de la ciudad universitaria pidieron se detuviera para ofrecer un minuto de silencio a quien fuera considerado por muchos como el mejor narrador del béisbol, una multitud venía detrás y en algún momento alguien propuso llevarlo en hombros hasta el Cementerio General del Sur y así comenzó un doloroso pero muy sentido homenaje a su figura; ocho horas duró la lenta marcha que alcanzó su clímax cuando las personas asomadas a los balcones en los edificios de la avenida Victoria e incluso apostadas en aquellos que todavía estaban en fase de construcción y de la principal del Cementerio lloraban desconsoladas mientras lanzaban ramos de claveles rojos en señal de admiración, amor y respeto por su figura, atrás venía acompañado por familiares y amigos de la familia con mi uniforme de la academia militar norteamericana.
Momentos difíciles se vivieron en el cementerio con desmayos, mareos y escenas de dolor indescriptibles mientras el féretro era depositado en su tumba definitiva, allí quedó el cuerpo inerte de quien no solo fuera locutor deportivo y animador pionero de la radio y televisión venezolana sino también del automovilismo nacional.
Esta es la historia de un ícono nacional cuya figura aún después de medio siglo es recordada por las viejas generaciones que disfrutaron sus narraciones cuando no existía sino la radio y posteriormente los inicios de la televisión; fueron esas generaciones de mujeres y hombres quienes se encargaron de transmitir a sus hijos y nietos estos recuerdos que han permitido su permanencia en el tiempo y que he querido con este homenaje a su memoria, certificarlos con mi historia vivida al lado de esa gran figura durante los doce años que pude disfrutarlo.
Después de su muerte el poeta Víctor Vera Morales escribió unos sentidos versos con el título Adios a Pancho Pepe Cróquer y que he querido reproducir:

Mi llanto de luto entero
llora en la palma del viento
Mi guitarra es un lamento, triste, dolido y ceñero
porque se fué el compañero del sentir venezolano
Pancho Pepe el gran hermano adalid del entusiasmo
de sangre le brotó un ramo en el suelo colombiano.
Por las calles van llorando con claveles de amargura
la mujer con su dulzura
el hombre va sollozando
el sacerdote rezando le pide a Dios el perdón
por el que fue un galardón fino y gentil de nobleza.
Pancho Pepe es la tristeza que canta mi corazón
triste una lágrima vuela con un inmenso pesar
y quedó mudo el cantar enlutando a Venezuela.
La poesía se desvela, el deporte se persigna
y desde la cumbre andina
hasta el pueblo de Turmero
campana sin campanero es un lamento de endrina.
Nunca tu voz está ausente
ni tu palabra marchita
se quedó bien sembradita en el alma de la gente.
Pancho Pepe fue tu muerte una espina ensangrentada
que punza el alma enlutada
de todos tus compañeros
y un preludio en los luceros
te alumbra en la madrugada

En el año 2006 Pancho Pepe es exaltado al Salón de la Fama del béisbol venezolano conjuntamente con las figuras de Baudilio Díaz, Emilio Cueche, Ramón Monzant, Teolindo Acosta y los héroes del 41; entre una pléyade de figuras venezolanas se encuentra la escultura dedicada a su memoria de pie frente al micrófono.

EPÍLOGO
Han transcurrido 64 años desde que Pancho Pepe Cróquer muriera y todavía su nombre es recordado no solo por personas ancianas y generacionalmente cercanas a su edad, nacido en 1920 de haber permanecido vivo tendría actualmente 98 años, quienes le escucharon y han transmitido a sus hijos y nietos sus opiniones sobre la forma única de narrar béisbol o boxeo como lo hacía Pancho Pepe.
Cómo explicar la trascendencia de su nombre a través de los años?….cómo hacerlo a través de generaciones?….jóvenes que ni siquiera le escucharon y al sentir el apellido preguntan con curiosidad: usted tiene algo que ver con Pancho Pepe Cróquer?, ante la respuesta afirmativa y la consabida repregunta sobre el conocimiento de su nombre mencionan las historias que le contaron sus abuelos a sus padres y éstos a su vez a ellos quienes con tan solo 20 o 30 años muestran curiosidad por el personaje o hacen alusión al autódromo de Turagua al cual en su momento de apogeo dieron su nombre o al estadio de béisbol de San Juan de los Morros que también fuera dedicado a su persona.
Ídolos como Pancho Pepe muy pocos, su forma de ser campechana, el no olvidar sus orígenes, ni enfermarse por el éxito, mantener la amistad por encima de todo, ayudar a sus familiares y amigos, el repartir el dinero ganado sin miramientos, el encontrarse permanentemente con su pueblo mezclándose en las oportunidades que se le presentaban que fueron muchas, su sencillez y la forma trágica de su muerte a tan temprana edad fueron condiciones que se sumaron para mantener el mito de Pancho Pepe vivo y por ello es que he querido hacer uso de las redes sociales para dar de nuevo vida a su vida y así mantener su imagen imborrable entre las personas que quieran saber más de un verdadero pionero de la radio, televisión y automovilismo en Venezuela.

El autor…..su hijo Frankie
Caracas diciembre 2019

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