Argentina no permitió ninguna ilusión a la Vinotinto en un partido intrascendente para la clasificación mundialista, pero sí para el honor de cada nación representada. Y digo que no fueron muchos esos tres goles recibidos comparándolos con aquellos tiempos que este escribidor vivió.
Se trataba del verano venezolano de 1975 cuando tocó eliminarse contra Argentina y Brasil para el Suramericano próximo, creo del 76.
La expedición criolla, a cuyo frente estaba el seleccionador Cata Roque, viajó a Buenos Aires en pleno invierno austral. Nada más aterrizar en Ezeisa nos recibió un embate de frío y humedad que hizo que los venezolanos, capitaneados por Iriarte, recularan hasta las últimas filas de asientos del avión.
Nadie se atrevió a pisar tierra, ni ellos ni nosotros los periodistas enviados especiales: Jorge Calderón, por El Globo, Fredy Rosas, por El Mundo y este contador, por Meridiano.
Entre el frío y la lluvia y la piscina de la cancha de Rosario Central, los pupilos de Menotti, encabezados por Marito Kempes, le endosó a la Vinotinto la friolera de 12 goles por uno, creo que marcado por Ramoncito Iriarte.
Por eso digo y afirmo que ese 3-0 recibido hace un par de días en la Bombonera de Buenos Aires, es un resultado incluso honroso.
El que no se conforma es porque no quiere.
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