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martes, 13 de junio de 2017

NELSON "FOSFORITO" RODRÍGUEZ, “UN LUCHADOR INSIGNE”


  
Jesús Elorza

En la segunda mitad de la década de los años 60, se presentó al Estadio Nacional ¨Brígido Iriarte un joven cumanés cargado de ilusiones y esperanzas. Su objetivo era transformarse en un atleta destacado que le permitiera representar a su país en competencias internacionales.
Así comenzó Nelson Augusto Rodríguez Freites su transitar por el mundo deportivo. Para ese entonces, su contextura física era de extremada delgadez y cada vez que participaba en su distancia preferida los 400 metros planos, sus compañeros del equipo ¨UNION¨ al verlo correr expresaban que parecía a un ¨fosforito¨ ya que solo destacaba en la pista, su cuerpo delgado y su cabeza. Ese apodo vino a ser su segundo nombre (¿o quizás el primero?) para el resto de su vida. Posteriormente, la manera como discutía para defender sus ideas o rebelarse contra las injusticias, consolidó por siempre el nombre de ¨FOSFORITO¨.
El atletismo fue el alma de su vida, a él, se entregó por completo. Su experiencia como atleta los llevo a inscribirse en el Escuela Nacional de Entrenadores Deportivos (ENED) de donde egresó en 1970 con el título de Entrenador de Atletismo que siempre exhibió con profundo orgullo.
Durante sus estudios propició la fundación del Centro de Estudiantes de la ENED siendo él su primer presidente.
Los acontecimientos mundiales conocidos como: El Mayo Francés, la protesta del Black Power en los Juegos Olímpicos de México y el boicot de los países africanos contra el APARTHEID en Sudáfrica, motivaron en él la necesidad de prepararse cada vez más para así tener una visión integral del acontecer deportivo nacional e internacional.
Por estas razones no vaciló ni un instante en acompañar a Carlos Sánchez en el movimiento de re-estructuración del Colegio de Entrenadores, para desde allí, impulsar las luchas reivindicativas por condiciones laborales más justas y la inserción de los técnicos en la estructura deportiva venezolana.
De todos es conocido que el episodio más significativo que marcó para siempre el papel de los entrenadores en el deporte, fue la huelga de mayo en 1975, hito histórico en las luchas gremiales del mundo entero y en ella Nelson fue uno de los coordinadores principales de esa gesta.
En los años sucesivos, participó plenamente en el proceso de democratización de las federaciones deportivas, luchando en el frente jurídico para lograr el derecho pleno de los entrenadores a ser dirigentes deportivos. Lucha que alcanzó su máximo nivel cuando en 1980, es electo como miembro del Comité Ejecutivo del Comité Olímpico Venezolano y de la Federación Venezolana de Atletismo. En ambos organismos, defendió su visión estratégica de “Un deporte mejor en una sociedad mejor”.
Ese andar permanente por los distintos caminos del deporte, lo llevo a ser miembro del Consejo Nacional del Deporte, de la Comisión Permanente para la Reforma de Estado (COPRE). También representó a Venezuela en la Cumbre de los Países No Alineados y Altos Dirigentes del Área Deportiva celebrada en la Habana, donde defendió magistralmente los valores de Democracia y Libertad como fundamentos del desarrollo deportivo de un país.
Formó parte de la Comisión Presidencial para el estudio de factibilidad del Instituto Universitario del Deporte y ocupó el cargo de Asesor Permanente de la Comisión de Juventud y Deporte de la Cámara de Diputados del Congreso de la República para la promulgación de la Ley del Deporte de 1995.
Además, se desempeñó como docente en el área de Organización y Legislación Deportiva en la ENED y en los estudios de post grado de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL Maracay) y la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (UNELLEZ).
Asumió la representación laboral en el directorio del IND y la presidencia de la Caja de Ahorros del IND (CAPINDE).
Asistido por los abogados Getulio Romero y Fabián Chacón, introdujo en la Corte Suprema de Justicia un recurso en el que solicitaba que el Bono Compensatorio formara parte del salario de los trabajadores, la Corte, en una histórica decisión falló a su favor.
Así mismo, fue el primer dirigente en introducir un Recurso de Amparo ante los tribunales de la república para proteger los derechos de los atletas.
Como Presidente del Colegio de Entrenadores Deportivos de Venezuela (CEDV) llevó sobre sus hombros lo concerniente al proceso de descentralización y reestructuración del IND. Junto al ingeniero de PDVSA, presidente del IND para ese entonces, Luis Cedeño Bond, logró establecer las Normas y Procedimientos que regularían todo lo concerniente a la descentralización institucional.
En su búsqueda de nuevos horizontes, impulsó el Programa Nacional de Mejoramiento Profesional, cuyo objetivo fundamental fue elevar el nivel académico de los entrenadores para que prosiguieran sus estudios a nivel universitario. Marcó el camino a seguir con su ejemplar conducta de dedicación y esfuerzo permanente al obtener el título de abogado de la república. Decenas de sus compañeros le secundaron y hoy son profesionales universitarios en diferentes áreas.
A nivel internacional, se hizo presente en un sin número de congresos deportivos o científicos. Además fue designado Vice-presidente de la Confederación Suramericana de Atletismo y representó a nuestro país en diferentes ediciones de los juegos olímpicos, panamericanos, centroamericanos, suramericanos, bolivarianos y campeonatos mundiales de atletismo.
A siete años de su partida, su ejemplo como atleta, entrenador, dirigente, docente, abogado, amigo, esposo y padre de familia está por siempre grabado en los corazones y pensamientos de los que como él luchan por Un deporte mejor en una sociedad mejor”.

Esquina de las Barajitas: Jim Roland 1972.


  


Bruce  Markusen

    Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.


   Esta barajita será para siempre conocida como la “Badger Camp Card”.
    Esa denominación podría parecer un poco incoherente, así que tratemos de explicarla. En el verano de 1972, hace 45 años, asistí por primera vez a Badger Camp. Localizado en el condado de Westchester del estado de Nueva York, Badger Camp es un campamento deportivo que ofrece un poco de cada cosa: Natación, trampolín, baloncesto, tiro con rifle, arquería, tennis y softbol. El campamento todavía funciona a todo dar por estos días, lo cual es más que notable debido a nuestra siempre cambiante cultura y la tendencia de los jóvenes a usar computadoras y otras formas de tecnología antes que salir a la intemperie.
    Pasé una buena parte de la década de 1970 en Badger Camp.  Cada verano yo intentaba evitar ir a ese lugar, le decía a mis padres que prefería quedarme en casa y “jugar en el vecindario”, aún si eso significaba ver juegos repetidos de beisbol por televisión la mayoría de las tardes. De acuerdo a su mejor juicio, mis padres insistían en que yo tenía que ir a Badger Camp, debido a que allí tendría la oportunidad de participar en una variedad de deportes mientras hacia nuevas amistades en el proceso. Y a mediados de cada verano, me daba cuenta de que ellos tenían razón.
    La mejor parte de Badger Camp era su falta de oficialidad respecto al tema del beisbol. Nos daban asignaciones por grupos o equipos, cada uno moderado por varios consultores y cada uno tenía el nombre de un equipo de grandes ligas, como los Bravos, o los Yanquis o los Dodgers. Y como el campamento coincidía con la temporada regular de beisbol, pasábamos mucho tiempo hablando de las luchas por el banderín, de los peloteros que merecían estar en el equipo de estrellas, y de las historias de los titulares diarios. A través de los años en Camp Badger, debatimos y disecamos algunos de los progresos más importantes del juego, incluyendo la persecución exitosa de Hank Aaron de la marca de jonrones de Babe Ruth y la contratación de Frank Robinson como el primer manager afroamericano del juego. También hablamos de las muertes de peloteros activos, especialmente la de Roberto Clemente en aquel accidente de aviación de víspera de año nuevo y la de Danny Frisella en un accidente de buggy en 1976. Esas muertes nos afectaron mucho.
          En Badger Camp, el beisbol era el rey. Tenías que ser capaz de hablar de beisbol, el estado del juego en la década de 1970 y su historia, o estabas en problemas. Si no podías hablar de beisbol, no podías permanecer ahí.
         ¿Qué tiene que ver todo esto con un pitcher llamado Jim Roland? 1972 no solo representó mi primer año en Badger Camp, sino que también marcó el inicio de mis días como coleccionista. Ese año me convertí en un apasionado coleccionista de barajitas, particularmente cuando salió la primera serie de barajitas en la primavera. Pero más adelante en el verano, dejé de comprar tantas barajitas, porque me había quedado sin dinero. Un día, uno de los muchachos de nuestro grupo trajo sus barajitas más nuevas, incluyendo la de Jim Roland, la cual formaba parte de la última serie de Topps. Le pedí que me dejara ver la barajita más de cerca. Me gustó la fotografía de esa barajita, junto con la pose inusual que Roland tenía allí. Esa era una barajita que quería tener.
        Le ofrecí a mi compañero de campamento un cambio de barajitas, varias de las mías, por la de Roland. Él rechazó la oferta, y todas las ofertas posteriores que le hice. A pesar de mis mejores esfuerzos, la barajita de Roland me eludió, al menos en 1972.
       Muchos años después, la barajita de Roland aun destaca. Roland está sonriendo ampliamente, casí a carcajadas, como si estuviese haciendo una pose especial para el fotógrafo de Topps. La forma como él está inclinado, con sus brazos extendidos hacia adelante, lo hace lucir como si estuviera gritando: “¡Batea la pelota hacia mí!” O tal vez está tratando de darle un susto repentino al fotógrafo. Lo que sea que esté haciendo, Roland parece vivir un gran momento. Y ¿no es así como todos deberían lucir en su barajita de beisbol?
    Para hacer las cosas más divertidas, Roland nos da una imagen de las preferencias de vestimenta de los peloteros a principios de la década de 1970. Nótese como él lleva puesto una sudadera sintética debajo de su uniforme de los Atléticos de Oakland. Esto es algo que los peloteros ya no hacen, pero era una tendencia común entre ellos para esa época. Los grandes ligas pensaban que un sudadera debajo de la camiseta del uniforme les hacía lucir muy bien, un sentimiento con el cual estoy de acuerdo por completo.
    Si no hubiera sido por esta barajita, yo nunca habría profundizado acerca de Roland. Después de todo, él era un pitcher poco conocido de la década de 1960 y comienzos de la de 1970. Pero su historia es interesante, una que vale la pena indagar. Luego de su graduación en la escuela secundaria en Raleigh, N.C., los Mellizos de Minnesota lo firmaron y le dieron un bono de 45.000$, principalmente porque el delgado zurdo podía lanzar la pelota alrededor de las 95 millas por hora.
    Después de menos de dos temporadas de ligas menores de aprendizaje, Roland se ganó la promoción a Minnesota. El 20 de septiembre de 1962, debutó, una exitosa aparición de dos innings en blanco, en relevo de Jim Kaat. Mientras mostraba pocas señales de nerviosismo, Roland permitió un imparable, y ninguna carrera en dos innings. Esa resultaría ser su única aparición con los Mellizos en 1962, pero dejó una impresión favorable.
   En 1963, Roland emergió como la sensación del campamento primaveral de los Mellizos. No solo pitcheó bien, sino que hizo muchos amigos con su gran personalidad. Constantemente sonriendo y siempre dispuesto a conversar, Roland se hizo popular con sus compañeros de equipo y los medios. Gracias a esa actitud y a su pitcheo, el joven de 20 años estaba en el roster de Minnesota para el día inaugural, proyectado como quinto abridor ocasional y relevista largo.
   Por momentos, Roland pitcheaba brillantemente. Lanzó un blanqueo de tres imparables un día y un juego completo de cinco incogibles otro día. Entonces llegó el juego del 5 de junio, cuando Roland mantuvo a los Atléticos de Kansas City en dos imparables por siete innings. Aunque pitcheó bien, sintió que algo le molestaba en el codo.
    “Un nervió tronó en mi codo”, recordó Roland para el Sporting News muchos años después. “Recuerdo cuando me levanté la mañana siguiente. Tenía un saco marrón y no podía pasar el brazo a la altura del codo porque lo tenía muy inflamado”. El médico del equipo diagnosticó a Roland con cicatrices de tejidos que estaban afectando el músculo del codo. A excepción de una breve aparición como relevista, no pitcheó más con los Mellizos esa temporada.
     Roland se sintió mejor del brazo en 1964, pero también aumento 15 kilos de peso. Él era quizás muy delgado antes, pero ahora se había ido al otro extremo de la escala. “Roland tiene como 5 kilos de sobrepeso”, le dijo el manager de los Mellizos, Sam Mele, al periodista que cubría al equipo, Max Nichols. “Principalmente alrededor de su estómago. Estamos detrás de él para que se deshaga de ese exceso de peso”. Sin ser más el tipo delgado, Roland se ganó un puesto en la rotación y agregó un slider a su repertorio, pero luego de un buen comienzo, empezó a tener dificultades. Eso provocó que lo enviaran al bullpen para trabajar como relevista largo. Su principal problema seguía siendo el control, concedía un promedio de seis boletos por cada nueve innings.
       La primavera de 1965 trajo poca comodidad para Roland. Mientras muchos de los pitchers de los Mellizos se adaptaron al nuevo coach de pitcheo Johnny Sain, Roland no. También tuvo un tirón muscular en la cadera y fue enviado a AAA. Roland pasaría toda la temporada en las ligas menores, una gran desilusión para un pitcher quien había hecho 41 apariciones en su carrera de grandes ligas. También se perdió el primer viaje de los Mellizos a la Serie Mundial.
      Roland esperaba regresar en 1966. Usó anteojos por primera vez, indicó que la pobre profundidad perceptiva había afectado su pitcheo en el pasado reciente. Roland no lanzó mal en el entrenamiento primaveral, pero la profundidad del cuerpo de lanzadores de los Mellizos creó un ambiente desfavorable para el lanzador zurdo. Sin espacio en la nómina, Roland regresó a AAA, donde pasó la mayor parte de la temporada antes de un breve llamado en septiembre. Aún en las menores, Roland tuvo dificultades, al perder 19 juegos con efectividad de 4.80.
      Para 1967, Roland se había quedado sin opciones en las ligas menores, así que los Mellizos tuvieron que mantenerlo en su roster. Lanzó esporádicamente las próximas dos temporadas, perdió el ritmo de su mecánica debido a la baja frecuencia de su uso. Roland tuvo entrenamiento extensivo con el coach de pitcheo Early Wynn, quien sentía que el pitcher zurdo tenía el mal hábito de doblar la muñeca durante sus envíos. Pero las sesiones con Wynn no produjeron resultados tangibles. Así que los Mellizos dejaron a Roland disponible para el draft de expansión, pero ninguno de los dos equipos nuevos de la Liga Americana se interesó por el veterano pitcher zurdo.
    Roland regresó a los Mellizos en la primavera de 1969, pero no seguiría con ellos por mucho tiempo. A fines de febrero, los Mellizos finalmente consiguieron  alguien interesado en Roland. Vendieron su contrato a los Atléticos de Oakland. La transacción  casi pasó por debajo de la mesa, pero Roland tendría buenas actuaciones con los Atléticos en 1969 y 1970. Lanzando casi exclusivamente como relevista, Roland logró efectividades de 2.19 y 2.70 respectivamente. Aunque no tenía la recta poderosa de su juventud, su habilidad para mezclar el cambio, la curva y la slider lo hizo efectivo.
     La efectividad de Roland se desvaneció levemente en 1971, quizás debido a los problemas con su rodilla derecha, la cual se había lesionado en un choque en el plato en agosto de 1970. Regresó con los Atléticos para la inauguración de la temporada de 1972, pero para el momento cuando su barajita llegó a los estantes de las farmacias y puestos de revistas, ya no estaba en Oakland. Luego de solo dos apariciones al inicio de la temporada, los Atléticos lo vendieron a los Yanquis de Nueva York.
    El movimiento no solo impidió que Roland ganara un anillo de Serie Mundial con los Atléticos (quienes lo ganaron todo en 1972), sino que tuvo una estadía desastrosa en Nueva York. En 16 juegos, la efectividad de Roland subió hasta 5.04. Para finales de agosto, los Yanquis habían visto suficiente. Lo cambiaron a los Rangers de Texas por el relevista Casey Cox. Roland lanzó aun peor con los Rangers que con los Yanquis. Al final de la temporada, con una efectividad por encima de 8.00, Roland solicitó su despido.
   A la edad de 29 años, la carrera de Roland había terminado. Aunque su efectividad vitalicia fue un respetable 3.22, Roland  se había quedado corto ante las expectativas que los Mellizos una vez tuvieron en los envíos rápidos del pitcher zurdo.
   Roland regresó a su nativa Carolina del Norte, donde ingresó al negocio de los implementos deportivos como consultor de ventas. Lo hizo bien en ese cargo y continuó trabajando con implementos deportivos hasta enero de 2010, cuando fue diagnosticado con cáncer. Menos de tres meses después, Roland falleció a la edad de 67 años.
    Aunque Roland había salido de la luz pública desde sus días de pelotero activo, su barajita me ha dado periódicamente razones para detenerme y considerar su importancia. Cuando veo esa barajita, pienso en Badger Camp, y los buenos tiempos que tuvimos hablando de beisbol y cambiando barajitas durante aquellos veranos de la década de 1970. También pienso en la pose de Roland en la barajita.  Basado en todo lo que he leído acerca de él, el Roland de la vida normal era como el de la barajita, lleno de ridiculez, alegría e inocencia infantil. Más allá de eso, sus amigos lo elogiaban por su naturaleza generosa y su voluntad para ayudar a otros.
      Para aquellos quienes dicen que Roland era solo un zurdo común, están equivocados. Jim Roland fue mucho más que eso.

Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.


Nota del traductor: Actuación de Jim Roland con los Tigres de Aragua en la temporada 1967-68:  9 J, 3 completos, 2 relevos, 5 G, 3 P, 58.0 IL, 51 HP, 17 CL, 33 K, 19 BB, 2.64 Efect.
   Roland regresó con los Navegantes del Magallanes en la temporada 1971-72:  4 J, 1 G, 3 P, 19.2 IL, 22 HP, 4 CL, 10 K, 4 BB, 1.86 Efect.


Cincuentenario del primer juego sin hits ni carreras de Don Wilson.


    
Donald Edward Wilson


Astros de Houston 2, versus Bravos de Atlanta 0.

    No Hitters. Rich Westcott and Allen Lewis. McFarland & Company, Inc. Publishers Jefferson, North Carolina and London. 2000. 418 p.

    Durante la mayor parte de su carrera, Donald Edward Wilson, tuvo la mala fortuna de lanzar para equipos de los Astros de Houston con marcas negativas que terminaban bien abajo en la tabla de posiciones de la Liga Nacional. Con un equipo mejor el espigado lanzador de poder pudo haber conseguido números muy buenos. Sin embargo, aún con los Astros, sus estadísticas fueron muy respetables. Wilson tuvo números de doble dígito en la columna de juegos ganados durante sus ocho temporadas completas antes de su inesperado deceso en 1975. Fue solo el tercer pitchers de Houston en ganar al menos 16 juegos en una temporada. Nació el 12 de febrero de 1945, en Monroe, Louisiana. Wilson insurgió con el Cocoa en la Florida Rookie League en 1964. Llegó a las ligas mayores al final de la temporada de 1966.  Wilson falleció el 5 de enero de 1975, un suicidio, por intoxicación con monóxido de carbono en el garaje de su casa.
    Totales de grandes ligas: 9 años (1966-1974). 266 juegos. 104 ganados. 92 perdidos.

    Antes de la temporada de 1967, Don Wilson solo había lanzado un juego en las mayores. Para el momento cuando enfrentó a los Bravos de Atlanta que marchaban en  la sexta posición, el domingo 18 de junio de 1967 en el Astrodomo, ya había dado muestras de que era un lanzador a ser tomado en cuenta.
    El novato de 22 años había ponchado a 13 Gigantes de San Francisco en su salida anterior. Ahora, lanzaría con tres días de descanso, Wilson tenía marca de 3-3 para unos Astros que ocupaban el noveno lugar de la Liga Nacional, ese día enfrentarían al nudillista Joe Niekro ante una multitud de 19.199 personas.
     Wilson estuvo brillante. Con una recta poderosa, se convirtió en el undécimo novato que lanzaba sin permitir imparables ni carreras, mientras silenciaba a Atlanta con una obra maestra de quince ponches. Wilson caminó a tres mientras enfrentaba solo a treinta bateadores.
      El rey del jonrón, Hank Aaron, se ponchó tres veces. Wilson lanzó escon de ponches una vez y ponchó dos bateadores en un inning cuatro veces. Ningún Bravo le llegó a segunda base.  
     Wilson retiró los primeros 14 bateadores que enfrentó, empezando en el primer inning cuando dominó a Felipe Alou con roletazo por segunda base, a Tito Francona con elevado al campocorto, y a Aaron con ponche.
     El lanzallamas de los Astros abanicó a Bob Uecker y a Niekro en el tercer inning, y a Francona y Aaron en el cuarto. En el quinto concedió boleto a Dennis Menke luego de dos outs, pero no pasó de primera base porque Uecker entregó el tercer out con elevado a la izquierda.
      Para entonces, Houston había sacado ventaja de 2-0 ante Niekro, quien lanzaría un juego sin imparables ni carreras seis años después. Los Astros anotaron en el cuarto inning sin outs, cuando Sonny Jackson sencilleó y anotó con doblete de Jim Wynn. Luego que un sencillo de Rusty Staub lo llevara a tercera base,  Wynn anotó con un roletazo de Eddie Mathews que forzó a Staub en la intermedia.
      Lo más cerca que los Bravos estuvieron de conseguir un imparable fue en el sexto inning cuando, luego de dos outs, Alou  bateó un roletazo candente a la izquierda del tercera base Bob Aspromonte. El antesalista de los Astros se lanzó de cabeza y atrapó la pelota, se levantó de un salto y disparó un strike al mascotín de Matthews para completar el out en primera base.
     Esa fue la única jugada defensiva difícil de los Astros. Wilson concedió boleto a Aaron con un out en el séptimo, pero entonces ponchó a Mack Jones y obligó a Mike de la Hoz a elevar al centro.
    Menke volvió a negociar boleto para abrir el octavo, pero Wilson apretó el brazo y ponchó los siguientes tres bateadores- quienes fueron los emergentes Rico Carty, Charley Lau y Clete Boyer.
    Eso llevó a Wilson al noveno inning, a terminar la tarea. Alou abrió el episodio y levantó un elevado detrás el plato ante el cual el cátcher Dave Adlesh giró hacia el lado equivocado y se perdió, pero Aspromonte adelantó desde la antesala y atrapó la pelota a último momento.
    De seguidas, Francona se ponchó con tres envíos. Entonces vino a batear el peligroso Aaron. El gran toletero se fajó con Wilson hasta la cuenta de 3 y 2, entonces conectó una larga línea en foul por la raya del jardín izquierdo. Con el próximo envío, Aaron abanicó para entregar el out final.
   Luego el dueño de Houston disolvió el contrato y le dio un aumento de 1000$. Wilson terminó la temporada con marca de 10-9.

  Traducción: Alfonso L. Tusa C