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jueves, 27 de enero de 2022

Omar Romero, sueños infinitos, Por Mari Montes en Prodavinci

 

por Caracas Press Club

Fotos cortesía de la familia Romero


Muchas veces, cuando veo a los Grandes Ligas en sus prácticas previas al juego, pienso en la cantidad de años que tienen haciendo lo mismo; seguramente desde niños, cuando comenzaron a jugar. Llegar al estadio temprano, alistarse para comenzar a “estrechar”, hacer las rutinas de ejercicios, practicar fildeo y bateo. Al terminar la práctica recoger las pelotas, sin importar la jerarquía; una súper estrella debe recoger las pelotas, igual que un novato, como cuando eran muchachitos. Verlos siempre me ha hecho pensar sobre la cantidad de años que han estado en la pelota, siguiendo la misma rutina.

Están ahí porque es su trabajo, ciertamente. Pero, sobre todo, están ahí porque soñaron con llegar e hicieron todo lo posible para conseguirlo. No es fácil. Muchos niños juegan béisbol con la ilusión de llegar a las Grandes Ligas, pero para eso es mucho lo que deben hacer. 

La historia es más o menos así: deben estar en dos o tres prácticas semanales de varias horas, y en un juego o dos el fin de semana. Cuanto más pequeños, más temprano, así que deben madrugar para poder desayunar y estar a tiempo en el estadio para hacer el trabajo antes de la hora de inicio. Otros juegos son al mediodía (depende de la categoría), y en la tarde o en la noche. No siempre son los fines de semana, a veces les toca salir de clases, hacer la tarea y luego un juego. De acuerdo con cómo les vaya, los partidos no solo son en la propia liga. Si quedan campeones y van a torneos contra otras ligas, hay que viajar a otras ciudades. En eso pasan años, muchos, desde categorías que, para tener una idea, se definen como “semillas” o “compoticas” (4 años). La familia es muy importante siempre, pero en estas etapas, más, porque los niños dependen totalmente de sus madres, padres o abuelos.

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