Bruce Markusen
The
Hard Ball Times.
Los Piratas eran el cuarto equipo de Ken
Brett en sus primeras siete temporadas de Grandes Ligas. A primera vista, hay
claramente algo raro con la barajita de Ken Brett de Topps 1974. Si, la
gorra de los Piratas ha sido pintada por uno de los fotógrafos de Topps.
Pero no hay nada inusual en eso; la compañía pintó cientos de barajitas durante
los años ’70.
Este ejemplo de pintura no solo luce crudo
en su rudo acabado; también contiene un error obvio. Al cubrir los colores
rojizos del equipo de Brett en 1973, los Filis, el artista coloreó la gorra
completa de los Piratas con el dorado característico del equipo. Aparentemente,
el artista de Topps no estaba completamente familiarizado con el esquema
de colores de los Piratas a principios de los años ’70. Las gorras de los
Piratas de esa era tenían dos tonos de color. Solo la corona de la gorra era
dorada; la visera era negra, el otro color primario del equipo.
Más allá de eso, notamos que Brett muestra
asomos de una sonrisa en su barajita. Eso es una característica consistente en
todas las barajitas de Brett. Era imposible verlo triste o mal encarado, o
serio, en cualquiera de sus barajitas. La eterna sonrisa nos dice mucho. Brett
era un tipo popular y llevadero, conocido por su sentido del humor y
disposición a reir. Eso solo hizo que su temprana muerte de cáncer fuese más
dificil de aceptar, especialmente para alguien quien llegó a saber de él
mediante sus repetidas conexiones con el norte de Nueva York.
Para 1974, Brett se había establecido como
uno de los pitchers situacionales consumados del juego. Los Piratas
representaban su cuarto equipo en las primeras siete temporadas de su carrera.
Para los aficionados que recordaban a Brett ser drafteado y firmado por los
Medias Rojas en 1966, este desarrollo debió parecerles impactante. Cuando los
Medias Rojas lo seleccionaron en la cuarta escogencia del draft amateur
de 1966, los scouts elogiaban su talento y potencial. Era el más
celebrado de los cuatro hermanos Brett, incluyendo al hermano más joven,
George. Ken Brett no solo era reconocido exclusivamente como pitcher en ese
momento. No, los scouts a lo largo del país, también veían a Brett como uno de
los mejores jardineros jóvenes.
Un scout consideraba a Brett el mejor
pelotero amateur que hubiese visto en persona. “Él era el mejor prospecto que
nunca vi”, dijo el veterano scout de los Medias Rojas Joe Stephenson,
“una combinación de George Brett, Fred Lynn y Roger Maris”.
Dadas tales comparaciones, no sorprende que
la mayoría de los equipos en posición de draftear a Brett en 1966 habían
enfocado sus talentos para jugar en los jardines y batear. Con su poderoso y
suave swing zurdo y un cañón por brazo de lanzar, Brett tenía las herramientas
de un jardinero central Todos-Estrellas. Sin embargo, la oficina principal de
los Medias Rojas, veía a Brett un poco diferente. Los Medias Rojas necesitaban
desesperadamente brazos jóvenes, así que decidieron encauzar a Brett hacia el
pitcheo. Luego de firmarlo con un bono de 85.000 $, y asignarlo a los Red Sox
de Oneonta de la NY-Penn League, los Medias Rojas esperaban que Brett
iniciara una rápida escalada en su escalera organizacional.
Ubicada a 22 millas de Cooperstown,
Oneonta, no es una ciudad grande, pero Brett de alguna manera se las ingenió
para perderse en su primer intento de llegar al estadio. La oficina principal
del Oneonta se preocupó tanto que puso una denuncia en la policía para que
rastrearan a Brett.
Finalmente, Brett apareció, y se registró
en un hotel cercano. Entonces caminó tres cuadras desde el hotel hasta Damaschke
Field. Su llegada ocasionó otra agitación, cuando el cuerpo técnico del
Oneonta notó los pies de él; por alguna razón, Brett estaba descalzo.
Extrañamente, Brett tampoco llevaba zapatos con él. “Me estaban doliendo los
pies”, explicó Brett a The Sporting News. “Había pasado la mayor parte
del verano en la playa y no estaba acostumbrado a usar zapatos”. Además, para
empezar, a Brett no le gustaba usar zapatos.
Una vez que Brett se reportó a salvo,
procedió a tener dificultades con su pitcheo en la NY-Penn League. A
pesar de su difícil debut al norte de Nueva York, los Medias Rojas lo movieron
a una clasificación superior en 1967. Primero, fue a Winston-Salem de la
Carolina League. Y entonces, a media temporada, los Medias Rojas lo
mandaron al Pittsfield AA. De manera impresionante, Brett pitcheaba
mejor mientras subía de clasificación. Lanzó tan bien en Pittsfield, con una
efectividad de 1.80 en 25 aperturas, que los Medias Rojas lo compensaron con un
llamado de fin de temporada a Boston. Mientras los Medias Rojas batallaban con
varios equipos en una frenética carrera por el banderín de la Liga Americana,
Brett hizo una aparición en relevo, terminó un juego que perdieron ante
Cleveland el 27 de septiembre.
Aunque Brett todavía era un adolescente, su
personalidad lo convirtió en un éxito inmediato en el clubhouse de los
Medias Rojas. “Él era muy maduro para su edad y muy bien-querido”, le dijo el
campocorto de los Medias Rojas al Boston Globe años después. “Encajó
perfectamente en el clubhouse. Todos éramos jóvenes y todos tomábamos
las cosas con ligereza”.
Brett lanzó en un solo juego de la
temporada regular para los Medias Rojas, pero el manager Dick Williams
se enamoró inmediatamente de su brazo. Williams también tenía alta estima por
el nivel de coraje de Brett, lo acreditó por tener “las agallas de un ladrón”.
Cuando Sparky Lyle dejó el equipo por una lesión que terminó su temporada, los
Medias Rojas solicitaron a la oficina del comisionado permitir a Brett ser su
reemplazo en la postemporada. Spike Eckert dio su aprobación; con algo de duda.
Williams incluyó a Brett en el roster de los Medias Rojas para la Serie
Mundial.
Brett hizo dos apariciones en la Serie
Mundial, no permitió carreras en un inning y un tercio contra los
Cardenales y se convirtió en el jugador más joven en la historia del clásico de
otoño. Aunque los Medias Rojas perdieron la serie en siete juegos, Brett de 19
años de edad, había pasado su primera prueba.
A pesar de su impresionante demostración de
octubre, Brett claramente no estaba listo para un trabajo a tiempo completo en
Grandes Ligas. Los Medias Rojas lo veían como abridor a tiempo completo, no
como un pelotero accesorio del bull pen. Aún de 19 años, regresó a las
ligas menores, esta vez al Louisville AAA de la International League,
pero los problemas en el brazo lo limitaron a solo nueve apariciones. Retrasado
por la lesión, Brett regresó a Louisville en 1969, hizo 19 aperturas, y
entonces fue a la liga instruccional para trabajar con su curva y su cambio.
En 1970, Brett se ganó otro llamado a
Boston, esta vez para bien. Al necesitar pitcheo abridor, los Medias Rojas
pusieron a Brett en la rotación, pero fue muy bateado en ocho aperturas, tuvo
efectividad de 5.26. El manager de los Medias Rojas, Eddie Kasko, trató
con Brett como relevo en 1970 y mostró mejoría, poncho 155 bateadores en 139 innings,
pero su efectividad permaneció por encima de 4.00. Entonces vino una desastrosa
temporada de 1971, en la cual Brett lanzó casi exclusivamente en relevo, su
efectividad llegó hasta 5.34.
Frustrados por la falta de mejoría de
Brett, los Medias Rojas decidieron seguir adelante. Mientras negociaban un
cambio monstruoso con los Cerveceros ese octubre, los patirrojos decidieron
incluir a Brett en la transacción. El cambio de diez peloteros envió a Brett,
al pitcher derecho Jim Lonborg, el toletgero George Scott y los jardineros
Billy Conigliaro y Hoe Lahoud a Milwaukee por Tommy Harper y dos lanzadores,
Lew Krausse y Marty Pattin. La carrera de Brett en Boston había terminado
aparentemente antes de haber empezado.
Como una franquicia relativamente nueva,
que había entrado a la liga como Pilotos de Seattle en 1969, los Cerveceros
estaban emocionados por tener a un talentoso pitcher zurdo como Brett. El manager
de los Cerveceros, Dave Bristol, incluyó a Brett en su rotación de abridores,
pero ni Bristol ni Brett terminaron la temporada en sus respectivos puestos.
Bristol terminó despedido en mayo, mientras Brett tuvo dificultades en 22
aperturas antes de ser sacado de la rotación. En total, fue una temporada de
disgustos para los Cerveceros, quienes terminaron últimos, y Brett, quien solo
ganó siete juegos y tuvo una efectividad de 4.53.
Los Cerveceros estaban tan disgustados con
la actuación de Brett que perdieron las esperanzas en él después de un verano y
lo incluyeron en otro cambio grande al final de la temporada. Esta vez fue una
negociación de ocho peloteros entre los Cerveceros y los Filis. El cambió envió
a Brett, Lonborg, y al as relevista Ken Sanders a Filadelfia por el tercera
base Don Money, el infielder utility John Vucovich, y el pitcher derecho
Billy Champion.
El cambio de escenario, junto al cambio de
liga, le sentó bien a Brett. Se convirtió en miembro regular de la rotación
abridora de Danny Ozark, surgió como un sólido abridor número 3 detrás de Steve
Carlton y Wayne Twitchell. Brett bajó su efectividad a 3.44, ganó 13 juegos, y
acumuló 211 innings. Por primera vez en su carrera, Brett lanzaba como
el prospecto que los Medias Rojas y otros equipos habían visualizado alguna
vez. Como bono adicional, Brett bateó jonrones en cuatro apariciones seguidas,
para recordar la explosión de poder que una vez había sido la envidia de los scouts
a mediados de los años ’60.
La primera temporada positiva de Brett en
Filadelfia debería haberle suministrado un hogar permanente, pero en realidad
tuvo el efecto opuesto. Al subir su valor de cambio, Brett se convirtió en el
señuelo para resolver el problema de vieja data de los Filis con la segunda
base. A los Filis les gustaba Dave Cash de los Piratas, un jugador que no solo
podía jugar en la mitad del infield sino que podía ser abridor de la
alineación. A su vez, los Piratas necesitaban algo de pitcheo, especialmente
brazos zurdos. Así que los dos equipos hicieron un cambio a la antigua de uno
por uno, al canjear a Cash por Brett.
Brett le dio a los Piratas exactamente lo
que ellos querían. De hecho, reprodujo casi idénticamente los números que había
logrado en Filadelfia. De nuevo tuvo marca de 13-9, agenció una efectividad de
3.30, y lanzó 191 innings. Lanzó tan bien en la primera mitad de la
temporada que fue seleccionado para el Juego de Estrellas y procedió a
apuntarse la victoria para las estrellas de la Liga Nacional. Luego de Jim
Rooker y Dock Ellis, Brett se estableció como el tercer mejor abridor más
efectivo del roster de los Piratas. El único punto oscuro fue un dolor
en el codo que desarrolló después del receso del Juego de Estrellas.
Afortunadamente, los Piratas rompieron el
patrón de cambiar a Brett luego de una temporada, en vez de eso, lo mantuvieron
en su roster de 1975. Brett continuó su racha de efectividad, aun cuando los
Piratas cambiaron un poco sus funciones porque había aumentado la profundidad
de su rotación. Esta vez Brett hizo 16 aperturas y siete apariciones como
relevo, lo hizo bien como una especie de pitcher utility para el manager
Danny Murtaugh.
Brett lanzó en una variedad de funciones
sin quejarse, pero los Piratas empezaron a preocuparse por la creciente
fragilidad de su brazo izquierdo, específicamente por el codo artrítico, el
cual le había llevado a pasar un tiempo en la lista de incapacitados por dos
temporadas. Además, los Piratas vieron la oportunidad de hacer un cambio
intrigante con los Yanquis ese invierno. Al querer desesperadamente a Doc
Medich, el talentoso joven derecho a quien consideraban una estrella en
formación, los Piratas entregaron a Dock Ellis, el prospecto de segunda base
Willie Randolph, y Brett.
El cambio incluía una clausula interesante:
Si el codo izquierdo de Brett volvía a resentirse, los yanquis tenían hasta el
31 de mayo para regresarlo a los Piratas. Algunos observadores especulaban que
el codo artrítico podría forzar a Brett a dejar de lanzar y concentrarse en
batear, uno de sus otros talentos. Con 10 jonrones y .262 de promedio de bateo
vitalicio, Brett se clasificaba como el principal pitcher bateador del juego.
Si se mantenía sano, un pitcher zurdo,
joven y bueno como Brett debería haber encontrado una larga estadía en Yankee
Stadium. Pero él entendía que los yanquis lo habían adquirido sobre una
base condicional. “Es agradable ser buscado”, dijo Brett sarcásticamente en una
entrevista del entrenamiento primaveral con Phil Pepe del New York Daily
News.
El brazo de Brett pasó todas las pruebas
esa primavera, pero él pronto supo que tan rápido cambian los planes en el
Bronx. Los Yanquis tenían tanto pitcheo abridor que lo relegaron al bullpen.
Mientras tenían un pitcheo superpoblado, necesitaban algo de ayuda en la
ofensiva. Al ver una oportunidad para adquirir el veterano bateador designado
Carlos May de los Medias Blancas, los Yanquis empacaron a Brett y el veloz
jardinero Rich Coggins en un cambio de 2 por 1. Al unirse a su sexto equipo en
seis años, Brett usaría los colores antíguos del uniforme de la banda de
rebeldes de Bill Veeck.
El manager de los Medias Blancas,
Paul Richards, inmediatamente instaló a Brett en su rotación de abridores y lo
vio alcanzar una efectividad que lideró al equipo, 3.32 en 26 inicios. En un
equipo que tenía a relevistas como Terry Forster y Rich Gossage como abridores,
Brett emergió como el as de la rotación. Nadie podía culpar a Brett porque los
Medias Blancas habían ganado solo 64 juegos y terminaron últimos en el oeste de
la Liga Americana.
Aunque los frecuentes viajes de Brett le
dieron la apariencia de un obrero envejecido, él solo tenía 28 años de edad.
Los Medias Blancas estaban tan complacidos con su pitcheo que lo convirtieron
en su pitcher abridor de juego inaugural de 1977. Pero Brett no lució bien,
permitió cinco carreras a los Azulejos de la expansión, quienes lo sacaron
después de tres innings de trabajo.
Ese comienzo resultó ser el presagio de un
verano malo, y de un codo adolorido que afectó su pitcheo. Brett hizo 13
aperturas para los Medias Blancas, tuvo dificultades en la mayoría de ellas, y
su efectividad subió hasta 5.01. Al no ser más el pitcher que había sido en
1976 y mucho menos el as de la rotación, Brett se hizo negociable de nuevo. Así
que los Medias Blancas lo cambiaron a los Angelinos por un paquete encabezado
por dos jóvenes pitchers derechos, John Verhoeven y Don Kirkwood.
Brett siguió siendo abridor para
California, pero no lanzaba particularmente bien. La temporada siguiente, fue
bateado tan duro que perdió su lugar en la rotación. Los aficionados de los
Angelinos toman nota, recuerdan que Brett había firmado un lucrativo contrato
de tres años el verano anterior. Brett odiaba el hecho de que hacía muy poco
para justificar su contrato. “He pensado en enviar mis cheques por correo al
banco en vez de ir personalmente”, le explicó Brett a United Press
International. “Veo a mis amigos en la playa donde vivo, y ellos me miran y
no sé que decir. Bien, no me gusta eso. Sé que no me siento cómodo por el hecho
de que estoy haciendo buen dinero y no produzco de la manera que debe ser”.
Tan difícil como fue para Brett empezar esa
temporada, todo se tornó trágico en septiembre, cuando el compañero de los
Angelinos, Lyman Bostock fue tiroteado y asesinado en Gary Indiana. La muerte
de Bostock, de 27 años de edad, fue una tragedia horrible que parecía más
terrible porque ocurrió en medio de la temporada, su primera con California
luego de firmar un celebrado contrato de agente libre. Muy respetado por sus
compañeros de equipo, a Brett le solicitaron pronunciar la elegía en el funeral
de Bostock. Brett lo hizo con tal elocuencia, que impresionó a la viuda de
Bostock, entre otros, con sus profundas palabras acerca del querido compañero
abatido en sus mejores años.
Dada la posición de Brett como uno de los
líderes del clubhouse de los Angelinos, los eventos que ocurrirían al
final del entrenamiento primaveral de 1979 no le agradaron a sus compañeros de
equipo. Justo antes del día inaugural, los Angelinos dejaron en libertad al
veterano zurdo, citando su pobre actuación de pitcheo en 1978 y sus continuas
fallas esa primavera. Brett permaneció desempleado el mes siguiente, hasta que
los necesitados de pitcheo Mellizos solicitaron sus servicios.
Al fallar en demostrar alguna competencia
con los Mellizos, Brett fue despedido luego de solo nueve apariciones. Una
semana después, los plagados de lesiones los Dodgers lo agregaron a su bullpen.
Quizás energizado por el ambiente favorable a los pitchers de Dodger
Stadium, Brett pitcheo con méritos en 30 apariciones.
Los esfuerzos de Brett en la segunda mitad
bien podrían haber valido para regresar en 1980, pero perdió su trabajo cuando
los Dodgers entregaron el puesto de relevista zurdo a un joven Steve
Howe. Así que los Dodgers lo dejaron libre cerca del final del
entrenamiento primaveral, para marcar su segundo despido seguido en primavera.
Entonces Brett firmó con los Reales, su décima parada en las ligas mayores,
donde lanzó esporádicamente en las siguientes dos temporadas. Brett no pitcheó
particularmente bien para los Reales, pero la experiencia le dio la oportunidad
de jugar con su hermano, George.
En noviembre de 1981, Brett le pidió a los
Reales que lo dejaran libre. Entonces negoció una invitación al entrenamiento
primaveral de los Piratas, quienes lo llevaron a su campamento de Bradenton en
febrero. Brett compitió como especialista de relevo zurdo, pero falló en hacer
el equipo. A los 32 años, Brett había llegado al final, su una vez celebrada
carrera de ligas mayores había terminado.
Luego que terminó su carrera como jugador
activo, Brett empezó a trabajar en una compañía de impresión, pero recibió un
gran impulso cuando Miller Lite le solicitó filmar un comercial para su
cerveza. Como parte del guión, el bien viajado Brett se paraba en un bar,
tratando de recordar el nombre de la ciudad donde está en ese momento. Barajea
los nombres de numerosas ciudades de liga mayores y menores donde había jugado,
antes de terminar su lista diciendo, “¿Utica?”
Un natural frente a las cámaras, Brett se
ganó varios elogios a nivel nacional por su fina y graciosa actuación. Pero la
reacción en el centro de Nueva York fue diferente. Algunos residentes de piel
delgada del area de Utica interpretaron el comercial como un insulto, lo que
motivó que el alcalde de Utica, Louis LaPolla invitara a Brett a la ciudad como
su invitado especial. El alcalde ofreció un almuerzo especial para Brett, le
dio un recorrido por el area, y le entregó las llaves de la ciudad. Brett
disfrutó el tratamiento especial que recibió.
Mientras tanto, el uso de Utica como la
palabra clave del comercial prendió una idea en la mente del dueño de los Blue
Sox de Utica, Bob Fowler, un antiguo periodista deportivo quien había
comprado la franquicia a comienzos de los años ochenta. Más que tomar el
comercial como un insulto a su ciudad, Fowler le ofreció a Brett un trabajo
como manager del equipo. Saltando ante la oportunidad de abandonar el
negocio de la impresión para regresar al beisbol, Brett aceptó la oferta en
marzo de 1985.
Brett dirigió a los Blue Sox por
solo una temporada, pero dejó una impresión vibrante en la comunidad de Utica.
Mientras Brett guiaba a su equipo en los ejercicios previos al juego, él
bromeaba rutinariamente con sus jugadores, desplegaba el sentido del humor que
lo hizo tan popular con sus compañeros de equipo en las ligas mayores. También
desarrolló algunas peculiaridades, como ofrecer sus conferencias de prensa
postjuego mientras solo usaba zapatos y medias, y nada más.
Comn Brett, era más que solo un acto.
Cuando él tenía la oportunidad, se tomaba el tiempo para hablar con los
aficionados en las tribunas, encantándolos con su gracia y estilo hogareño. La
personalidad de Brett se ganó a la ciudad, lo cual llevó a que subiera la
asistencia en el Murnane Field de Utica.
Oi por primera vez acerca de las
ocurrencias de Brett como manager a finales de los años ’80, cuando yo
trabajaba en Utica en la estación de radio que transmitía algunos juegos de los
Blue Sox. Varios años después, Brett regresó a mi consciencia cuando
estaba viendo una transmisión de FOX de su Juego de la Semana sabatino.
Por alguna razón, el mercado del norte de Nueva York no estaba transmitiendo el
juego que comentaban los narradores principales, Joe Buck y Tim McCarver. En
vez de eso, había un juego secundario comentado por dos narradores de reserva.
El analista inmediatamente me llamó la atención, con su habilidad para analizar
situaciones rápida y convincentemente, junto con un estilo agradable y fluidez
para contar historias. Pronto me percaté que el narrador en cuestión era Ken
Brett.
El trabajo de Brett como narrador me
impresionó grandemente ese día, como lo hizo otro sábado, cuando de nuevo
narraba uno de los juegos de respaldo. Pensé para mis adentros, “Brett es muy
bueno para esto. Debería estar narrando el juego principal de FOX”. Para
entonces, él había narrado juegos a nivel local para los Marineros y Angelinos,
pero su talento natural en la cabina parecía tenerlo destinado a aparecer en la
escena nacional.
Pocos años después, tuve la oportunidad de
conocer a Brett en persona. Era enero de 1999, el día después que su hermano
George había sido elegido oficialmente al Salón de la Fama. Como parte de mis
deberes en el Salón, asistí a la conferencia de prensa en el Waldorf Astoria de
la ciudad de Nueva York, donde entrevistamos a George y algunos de los otros
dignatarios quienes estaban ahí.
Una de las personas que entrevistamos fue
Ken Brett. No me sorprendió que fuera tan sociable y divertido. Yo estaba
impresionado por cuan genuinamente impactado estaba por la elección de su
hermano. Me había preguntado si Ken podría haber resentido el éxito de su
hermano, en contraste con el relativo disgusto de su carrera de beisbolista, la
cual nunca llegó a destacar. Ken rápidamente puso tales pensamientos a un lado;
estaba completamente emocionado, y orgulloso, de que su hermano hubiese
alcanzado el pináculo del éxito individual del juego.
Cinco años después, oi la desagradable
noticia que nos golpeó muy duro en Coopertstown. Ken se había ido, había
perdido una batalla con el cáncer cerebral a los 55 años. Algunos notaron que
Brett se había convertido en el tercer miembro de los Reales de 1981, junto al
as del relevo Dan Quisenberry y el manager Dick Howser, que moría debido
al cáncer cerebral. Ese número ha llamado la tención de las personas del
beisbol y la medicina, quienes se preguntan por tan alta incidencia del cáncer
cerebral en tan pequeño grupo de peloteros, coaches, y managers.
De verdad no sé que hacer con todas la
muertes relacionadas al cáncer que rodean a esos equipos de los Reales, pero yo
sabía que Brett había batallado con el cáncer por los últimos seis años de su
vida. Eso significaba que Brett había sido diagnosticado para el tiempo cuando
lo conocí, en 1999, en la ciudad de Nueva York.
Ken Brett, o “Kemer” como era
conocido por sus amigos y compañeros de equipo, ciertamente no lucía enfermo
aquel día en el Waldorf Astoria. Por el contrario, parecía fuerte y joven, la
viva imagen de su hermano George. Para más detalles, Ken no dio ninguna muestra
de que estaba peleando contra una enfermedad mortal. No había tristeza ni
rabia, ni un ápice de sentimiento negativo. Todo en lo que Ken Brett parecía
enfocado ese día era su hermano, George.
Eso, pienso, dice mucho acerca del tipo de
carácter que Ken Brett tenía.
Acerca de Bruce Markusen
Bruce Markusen es el gerente de Digital and
Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete
libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y
Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue
premiado con la Seymour Medal de SABR.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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