A los 20
años logra el primer título de Grand Slam para el tenis japonés
Una
intrépida japonesa de 20 años frustró la gran noche de Serena Williams,
que terminó desquiciada después de una actitud reprobable. En su primera final
de un torneo del Grand Slam, Naomi Osaka venció por 6-2 y 6-4, en una
hora y 19 minutos, gracias a una actuación extraordinaria, se hizo con el
Abierto de Estados Unidos e ingresó entre las diez mejores tenistas del
planeta. Es el primer Grand Slam para el tenis japonés. Williams, que montó un
escándalo de proporciones bochornosas por discutir una acción reconocida
después por su propio entrenador, deberá seguir esperando para alcanzar los
24 majors de la australiana Margaret Court. [Narración y
estadísticas (6-2, 6-4)]
Osaka,
que tenía dos años cuando su rival conquistó en Nueva York el primero de sus
grandes, se movió ajena al temor que podría imaginarse en una debutante y
resistió con actitud zen la atmósfera de beligerancia creada por la rabieta de
Serena entre las 25.000 personas que colmaban la Arthur Ashe. Su tenis, que ya
había cautivado a lo largo de la meteórica trayectoria en el torneo, mantuvo el
vuelo en el momento más difícil. Al igual que sucediera hace dos meses en
Wimbledon, cuando se vio superada en la final por Angelique Kerber, Serena
volvió a quedarse en la orilla en su intento de situarse la vera de Court en la
orla más distinguida.
La
colosal irrupción de Osaka en la élite quedó enturbiada por quien fuera su
referente en la infancia, que perdió la cabeza tras recibir una amonestación
después de que Patrick Moratoglou, su técnico, la diese instrucciones desde la
grada. Eso sucedió en el primer juego del segundo set. En el quinto, tras ver
cómo la japonesa recuperaba de inmediato el servicio que acababa de arrebatarle
por primera vez, la hexacampeona en Nueva York lanzó violentamente la raqueta
contra el asfalto. Aplicando el reglamento, Carlos Ramos, el juez-árbitro
del partido, la castigó con la pérdida de un punto. «No he hecho trampas en mi
vida y tienes que pedirme perdón», le recriminó, negando que su técnico la
hubiera asesorado desde la grada.
Penalización
de un juego
El
diálogo se recrudeció tras el descanso del 4-3, ya con un nuevo break y
ventaja de Osaka. Ramos elevó la pena y Serena perdió el juego, quedando 5-3
abajo en el segundo set, al borde del abismo. «Eres un mentiroso y un
ladrón», le dijo, antes de llamar al referee del torneo, frente a
quien esgrimió un discurso victimista de género, apelando a que existía más
permisividad con los hombres. «Hay muchos hombres que hacen cosas peores y no
les sancionan así». Entre lágrimas, fuera de sí, veía cómo se le escapaba la
final.
Serena
Williams se encara con el juez de silla Carlos Ramos. JUSTIN LANEEFE
El
gregarismo de parte del público en poco ayudó a que se detuviese la bronca.
Carlos Ramos recibió continuos abucheos y no apareció en la ceremonia de
entrega de premios. Pero lo más triste fue ver a la gran protagonista de la
noche, a una muchacha de 20 años que acababa de lograr una soberbia hazaña,
también víctima de los pitos de numerosos aficionados. La crónica de su
formidable partido de tenis queda así devaluada por el relato obligado de los
lamentables sucesos que desató Serena Williams, quien trató de redimirse
después, ya al lado de la campeona, reclamando a la grada los honores que ésta
merecía.
Tras su
explosión esta temporada con la victoria en el Premier Mandatory de Indian
Wells, Osaka aún tenía pendiente refrendar su valor en un torneo de rango
mayor. Lo hizo en una actuación soberbia, ante una Serena desconcertada y
errática, que cometió seis dobles faltas y un total de 21 errores no
forzados. La japonesa residente en Florida logró quebrarle el servicio en
dos ocasiones en el primer set y neutralizó en este parcial las dos únicas
amenazas sobre su propio saque para situarse con ventaja.
Rápida de
manos, vibrante en cada una de sus acciones, tan presta a tomar la iniciativa
como a la hora de defenderse de las acometidas de Serena, Osaka derrumbó las
pretensiones de la norteamericana, poco certera con el primer servicio. El
precedente de su único enfrentamiento, con victoria cómoda de la japonesa en
primera ronda de Miami, parecía carecer de excesiva relevancia. La
estadounidense, que el día 26 cumple 37 años, disputaba entonces su segundo
torneo oficial tras dar a luz en un delicado parto a su hija Olympia en
septiembre de 2017. En Nueva York, Osaka demostró que aquello era más que un
indicio. Mantuvo el pulso ante la atmósfera candente provocada por la rabieta
de Serena y levantó su primer grande demostrando. De seguir así, no será el último.
Difícilmente volverá a encontrarse con un espectáculo tan lamentable.
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