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viernes, 12 de noviembre de 2021

SE FUE RAÚL EL BUENO Por Manuel Pío Rodríguez






Carlitos, Manuel Pío y Raúl Rivero en La Habana, Cuba. 

El malo sigue ahí, mandando. 
El bueno, Raúl Rivero, poeta, periodista, ensayista, nos ha dejado para siempre con el regusto de no haber podido conocerle mejor. 
Raúl Rivero nació en el interior de Cuba y pronto, como tantos jóvenes de la época, abrazó la incipiente revolución, vistió el traje caqui de los campos, luchó por la verdad y la igualdad y fue premiado por su brava poesía. 
 Consechó premios socialistas de poesía y periodismo, fue agasajado en Moscú hasta terminar preso en las lóbregas cárceles castristas. 
 Lo conocí en La Habana, en el verano del 95, en la paladar de Carlitos Téllez, artesano que había sido del cuero y amigo de todo lo bueno que dio Cuba o pasó por ella. Con Raúl y Carlos hablé mucho aquel día, sobre todo hablamos de Nicolás Guillén, del que había sido secretario. De la valentía del poeta de la negritud, que se enfrentó con sus versos a una sociedad racista, poderosa y discriminatoria. Con Raúl bevimos vodka Moskovskaya que conseguí en Caracas unas semanas antes. Recordando el poder omnímodo de la Unión Soviética de antaño, hasta lloramos. 
 Raúl se fue al exilio tras haber sido encarcelado por Fidel y rescatado por Zapatero ( cuando el presidente español era bueno). Vivió en Madrid unos años y después se marchó a Miami, con su familia, exiliada también pero lejos del bullicioso mundo maiamero montado por los cubanos.
 No sé si Raúl Rivero jugó pelota, boxeo o pisó la tarima de una cancha de basket, pero sí es cierto que jugó en las Grandes Ligas de la Libertad, y que lo dio todo por su pueblo cubano.
 D. E. P. 
 Enviado desde mi teléfono Huawei

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