Agencia EFE
lun, 14 de febrero de 2022, 5:51 a. m.
París, 14 feb (EFE).- Todas las ilusiones estarán sobre Kylian Mbappé en la noche estelar de Liga de Campeones. Las de los parisienses, que sueñan con ver a su ídolo derribar al todopoderoso Real Madrid. Las de los madrileños, que aspiran a verle vestido de blanco la próxima temporada.
La eliminatoria estrella de los octavos de final tendrá un sabor particular para el jugador de 23 años, el pilar que sostiene al París Saint-Germain de los cataríes, la piedra sobre la que Florentino Pérez quiere edificar su proyecto futuro.
Se dice a menudo que entre Kylian Mbappé y el Real Madrid hay una historia de amor surgida en la infancia, en la admiración de los Zidane, Ronaldo, Figo, Roberto Carlos y, de nuevo, Ronaldo, esta vez el portugués, por quien nunca ha ocultado su adoración.
A la espera de que ese idilio acabe o no en boda, sus trayectorias se cruzarán en una eliminatoria vital para ambos equipos y que, como el propio jugador reconoció, puede influir en la decisión que adopte en su futuro.
Por el momento, Mbappé quiere ser dueño de su tiempo. Vivir el presente. El jugador reconoció que este verano le hubiera gustado cambiar de aires pero toda vez que los cataríes rechazaron la oferta de 180 millones del Madrid, se daría al cien por ciento a su club.
Y lo está haciendo. El joven francés está siendo esta temporada el motor de su equipo, con 21 goles y 18 asistencias, fiel a su compromiso con un club con el que, sin embargo, no quiere renovar.
"Mi decisión no está tomada. El hecho de jugar contra el Madrid cambia muchas cosas", aseguró el pasado día 6, tras la victoria de su equipo contra el Lille. Enigmático y, al tiempo, prudente.
En París pocos dudan de que viven los últimos meses de Mbappé vestido con la camiseta de su equipo. Pero prefieren no mirar de frente esa realidad, conformarse con que, mientras se materializa la pesadilla de perderlo, pueden disfrutar de un jugador excepcional que, además, parece decidido a llevarles a la gloria, a la primera Liga de Campeones del club.
Y el futbolista también sabe que aterrizar en Madrid con esa carta de presentación, la de campeón de Europa de clubes y del mundo de naciones, es la mejor puerta de entrada a un club tan laureado.
Aunque, para ello, tenga de apartar al que parece que será su futuro club de uno de los trofeos que más ansía. Ya habrá tiempo, parece decirse el joven francés, de restañar esa cicatriz.
El destino tiene, a veces, esos caprichos. La historia de amor obliga a hacerse heridas. Mbappé tiene que olvidar su pasión, que nunca ha ocultado, por el Real Madrid, para alimentar su profesionalismo. Y su ambición.
¿A LA TERCERA?
Luego se verá. Ya ha estado a punto en dos ocasiones de llegar al Madrid. Quizá a la tercera...
Cuando tenía 14 años, el Madrid ya trató de seducir al jugador, que fue invitado a la capital española con su familia, coche con chófer, habitación de lujo, visita a las instalaciones, y un guía muy especial, un tal Zinedine Zidane.
A su lado, asistió a un partido contra el Espanyol y, al final, se hizo fotos con algunos jugadores. Sobre todo con su adorado CR7. El icono que adornaba las paredes de su cuarto le dedicaba una sonrisa y el pulgar levantado en una instantánea que haría historia.
Mbappé ya era por entonces una promesa y el Madrid no quería dejarla escapar. Pero sus padres, prudentes, consideraron que era demasiado pronto para que el adolescente diera un salto tan grande.
Así que optaron porque la joya acabara en Mónaco, donde en pocos años su progresión fue espectacular. En 2017 se hizo hueco en un equipo que contaba con Radamel Falcao, contribuyó a llevarlo a semifinales de la Liga de Campeones, con un gol en cada una de las eliminatorias, y a arrebatar al todopoderoso PSG el título liguero.
El Madrid, entrenado ya por Zidane, volvió a llamar a su puerta y, esta vez, con un cheque de 180 millones, para dejar atrás las ofertas de otros grandes como Barcelona o Liverpool.
Pero, con solo 18 años, su padre, acostumbrado a dirigir a niños por su oficio de entrenador de menores en Bondy, a las afueras de París, consideró que su hijo tendría en Madrid una vida más dura. Allí costaría ser titular.
Optó por el PSG, que acababa de fichar a Neymar por 222 millones y que igualó la oferta madridista al Mónaco. Con un plan bien establecido: Cinco años para crecer y toda una vida para triunfar.
La hoja de ruta parece cumplirse. El jugador, agradecido con el PSG, quería dejar el club esta temporada y que el equipo francés ganara algo por su venta.
Pero el dinero no es una prioridad en Catar, que rechazó de nuevo 180 millones del Madrid para guardarlo una temporada más.
El tiempo que se dan para que Mbappé les conduzca a su soñada Liga de Campeones y, quizá, para convencerle de que los amores de juventud no siempre son los mejores. Luis Miguel Pascual
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