Paulino Uzcudun vs. Isidoro Gaztañaga: pegar, amar, comer
'La novela de Joxemari Iturralde reconstruye los años de gloria de los dos boxeadores, vecinos, amigos y después rivales, símbolos de las dos españas y sujetos de un destino trágico.
Hay un momento muy conmovedor y casi gracioso en Golpes de gracia, de Joxemari Iturralde (editado por Malpaso). El boxeador Paulino Uzcudun, uno de sus tres protagonistas, acaba de perder un par de combates. Está en Barcelona, un poco varado. Sabe que su carrera en el ring ha entrado en la cuesta abajo y no se siente con fuerzas para seguir compitiendo. "Lo dejo, dejo el boxeo", dice Uzcudun. "¿Y qué vas a hacer?", le pregunta alguien. "Pues no sé. Me pondré de aizkolari, a cortar troncos".
¿Para esto había ganado millones en Estados Unidos? ¿Para esto se había pegado con malas bestias de medio mundo? ¿Para esto se había acostado con las mujeres más guapas de Francia...? ¿Para volver al pueblo a dar hachazos? Qué destino.
En el pueblo de Uzcudun, en Tolosa, a 20 minutos de San Sebastián, vive Iturralde. 'Golpes de gracia', escrito y editado antes en euskera con un título que se traduce como Perlas, golpes, besos y traiciones (Perlak, kolpeak, musuak, traizioak), cuenta la historia de tres personajes reales que aún flotan en la memoria del lugar. El campeón Paulino Uzcudun; su vecino, amigo y después rival, Isidoro Gaztañaga; y el médico que impulsó sus carreras en sus primeros años, Ladislao Goiti. "Toda mi vida he estado recopilando material sobre esta historia. En Tolosa estaba en el ambiente, los abuelos te contaban cosas de Uzcudun esto, Gaztañaga lo otro...", cuenta Iturralde. Hasta que los abuelos se fueron muriendo y la memoria entró en extinción. "Hubo un momento en el que sentí que tenía que contar esta historia porque si no, se iba a evaporar. Cuando llegó el momento, la novela se escribió casi sola".
A Uzcudun lo ubicamos más o menos todos: un chico de caserío, grande y bruto, bueno para dar sopapos y aún mejor para encajarlos. Fue uno de los mejores boxeadores del mundo en los años 20. Tenía la boca llena de dientes de oro y platino. Combatió con el Ejército franquista y, durante los años de la Victoria, fue un héroe del NO-DO. Acabó de juguete roto.
Gaztañaga, siete años más joven, es menos conocido. Su historia empezó como una réplica de la de Uzcudun, que era su ídolo de adolescencia. Era fuerte y diestro con el hacha, pero quería dedicarse al boxeo porque había muchísimo más dinero y gloria. Se fue a París, como Paulino, contactó con el doctor Goiti y, también como su paisano, tuvo éxito. Pero no fue tan sencillo. Gaztañaga era guapo y encantaba a las mujeres y a él le encantaba encantarles. Salía de noche, se emborrachaba, cogía y perdía peso, cogía y perdía la forma, cogía y perdía fortunas. Era capaz de derrotar al mejor boxeador o de perder con cualquier pobre hombre. Había días en los que se despertaba sin ganas y no le importaba dar la espantada. Su historia parece la de un torero jerezano, más que la de un boxeador de Guipuzcoa, ¿verdad?
No estaban preparados
Paulino Uzcudun |
"Por completo. Un torero o un futbolista o un rockero. A mí, el boxeo no me gusta muchísimo, no se crea", responde Iturralde. "¿Sabe cómo veo a estos dos personajes? como a dos aldeanos que no eran analfabetos pero casi; desde luego que, como mínimo, eran iletrados. Y como eran iletrados, se encontraron con triunfos descomunales que se les fueron de las manos. A Uzcudun lo recibieron una vez, en San Sebastián, después de una victoria, 40.000 personas. ¡40.000 personas convocadas por el boca a boca! Sin medios de comunicación ni internet. No estaban preparados para el éxito. Después, cayó sobre ellos la Guerra Civil, en la que todos tuvieron que tomar una opción dramática. Allí sus vidas acabaron de descarrilar".
"Hay algo barojiano en sus vidas. Esa sensación de que el destino los va zarandeando", continúa Iturralde. ¿En qué cambia Uzcudun durante la novela para que el buen chaval, un poco bestia, de las primeras páginas termine siendo un personaje grotesco y solitario? En nada. Simplemente, toma mal sus decisiones, le toca estar en el lado equivocado de la historia, se deja llevar un poco por el orgullo y un poco por cabezonería... Era apolítico, pero, un día, una cuadrilla de anarquistas lo quiso ajusticiar. Consecuencia: en la siguiente escena, aparece vestido de falangista en Sevilla, más contento que unas pascuas, con dos chicas andaluzas ceñidas a su cintura. ¿Qué iba a hacer? "Escribía este libro y se me acercaban algunos viejos a decirme: '¿No irás a poner bien a ese cabrón de Uzcudun?'. Pero otros me venían y me contaban que era un tío muy humano, que un día los paró en San Sebastián porque se acordaba de que su padre le había invitado a un refresco cuando era un niño y que todavía estaba agradecido. Cosas así".
Gaztañaga también es una víctima de sí mismo. Estaba tan bien dotado para el boxeo que Joe Louis evitó pelear contra él porque no lo veía nada claro (prefirió luchar contra Uzcudun, ya crepuscular; y lo derrotó claramente). Pero había algo dentro de él, una sed, un desasosiego, una necesidad de ser querido... que lo llevaron por el mal camino. La guerra lo cogió en América y no pudo volver a España. Las noticias de los combates lo deprimieron y terminaron con su carrera. Además, como a Uzcudun le había tocado ser franquista, a él le correspondió ser símbolo de la otra España. Tuvo una muerte ridícula en un pueblo en la frontera de Argentina y Bolivia. Un lugar muy extraño para morir.
"Es curioso porque los vascos que estaban en América, en esa época, eran más bien republicanos, gente de izquierda", recuerda Iturralde. "Después, resultó que todos los dictadores que ha habido en América Latina desde entonces tenían apellidos vascos. Pinochet, por ejemplo, era Pinochet Ugarte. Y lo mismo en Estados Unidos, cuentan de millonarios vascos que tienen misiles enterrados en sus casa... Fue una comunidad que tuvo éxito, hizo dinero y se volvió muy conservadora".
En realidad, 'Golpes de gracia', que a ratos se parece a esas biografías noveladas de Jean Echenoz o a esos libros sobre el colaboracionismo de Patrick Modiano, habla más sobre el País Vasco que sobre el boxeo. Esa mezcla de hedonismo y austeridad, de falta de medida, de sentimentalismo, de gente fina de la ciudad y de mozos brutos y nobles, de curas y apuestas... "Sí, lo del juego en el País Vasco es impresionante. Se han perdido fortunas, casas, ganados y hasta mujeres", cuenta Iturralde. Él mismo ha traducido su novela del vasco al español. Sus personajes, por cierto, usan un castellano casi neutro, no suenan vascos ni dicen bueno, pues... "¿Le digo la verdad? Esta gente debía de hablar un castellano muy pobre. Mi abuelo, que era de esa generación, hablaba muy mal en castellano, se burlaban de él cuando lo hacía. Si hubiera recogido su verdadera forma de hablar, hubiera arruinado la novela".
Falta preguntar por el doctor Goiti, el tercer protagonista del libro, el donostiarra que vive en Tolosa como si estuviera en París. Era un caballero y un vividor y un hombre íntegro que no puede ser compasivo con aquellos que lo han traicionado. En la última página del libro se refiere a su antiguo protegido como "el miserable de Uzcudun". Un poco duro, ¿no? "Yo también he acabado por sentir pena por mis personajes", reconoce Iturralde.
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