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viernes, 15 de abril de 2016

Jopie el de la verdulería. Johan Cruyff: Cuando un sueño se realiza.



Bert Hiddema. Selecciones Reader’s Digest. Septiembre 1999.

Gracias a su talento incomparable, fue uno de los mejores futbolistas de la historia.

 Una gran emoción embargó a la familia Cruyff una mañana de abril de 1957, cuando el cartero entró en su verdulería y les entregó un sobre que tenía el logotipo del equipo Ajax.
 La carta iba dirigida a Johan, el hijo menor, a quien de cariño llamaban Jopie. Su padre, Manus, la tomó como si contuviera oro y la abrió con parsimonia. Su esposa, Nel, se acercó.
 __¿Qué dice?__preguntaron ansiosos Jopie y su hermano mayor, Henny.
 El padre leyó en voz alta y Jopie palideció. ¿Sería lo que tanto esperaba?
 __¡Felicidades!__exclamó Manus. Eres miembro del Ajax.
 __¡Miembro del Ajax!__repitió el niño.
 Jopie habría de recordar esas palabras el resto de su vida. Se sonrojó, y, a punto de llorar dijo:
__¿Tendré que jugar un partido de prueba?
 Cada año, cientos de chicos juegan partidos de prueba para el Ajax, y solo cinco o seis son aceptados.
 __La carta no dice nada al respecto__repuso Manus.
 Ni siquiera necesitaba registrar a su hijo. Tenía asegurado un sitio en el equipo. 

 Hendrik Johannes Cruyff  nació en Amsterdam el 25 de abril de 1947. Su familia era apasionada del futbol. Al pequeño Jopie le entusiasmaba todo lo que tuviera que ver con el Ajax. A los tres años estrenó su primer uniforme de futbolista, que su abuela le hizo.
 “¿Cuál es tu equipo favorito?”, le preguntaba Manus. El niño respondía: “¡El Ajax!” “¿Qué vas a ser cuando seas grande?” “Futbolista”.
 Siempre que Henny jugaba al futbol con sus amigos, Jopie quería jugar también. Aunque le decían que se fuera a casa a buscar a mamá, él porfiaba hasta que se lo permitían. 
 Entonces Henny sacaba el pecho y decidía que su hermano jugara…en el equipo rival.
 Jopie admiraba mucho a Henny. Mientras que este era alto y fuerte, Jopie era bajo y de piernas flacuchas. Sin embargo, en las contadas ocasiones en que no lo dejaban jugar, les arrebataba el balón y no lo soltaba hasta que cedían. Lo cierto es que aceptaban gustosos que jugara con ellos, pues así se sentían seguros de ganar.
 ¡Y vaya que Jopie jugaba muy bien! La mayoría de los chicos le llevaban 3 años y eran mucho más altos y fornidos, por lo que tenía que apretar los dientes y superarlos en astucia. A algunos les molestaba que ese “mocoso” jugara, pues se valía de mañas que los dejaban patidifusos : hacía fintas, remataba con el talón o se desmarcaba en el momento oportuno. Además, chocar con él implicaba un riesgo porque era un costal de huesos. Jopie era tan habilidoso que su hermano se enorgullecía de él.
“¿No piensas las jugadas”, le preguntaba Henny admirado, y el niño respondía: “No, porque si las pienso, me quitan el balón”.
 Jopie obedecía su instinto, y, por ende, era más rápido. Intuía que era posible eludir un rival si aprovechaba el instante preciso en que se apoyaba en el pie equivocado. Se lo imaginaba aun antes de tener el balón. Era un observador nato y hacía gala de una memoria asombrosa. Le bastaba ver una sola vez una jugada para imitarla con exactitud y hasta perfeccionarla, Se pasaba horas en el estadio del Ajax, cerca del cual estaba la verdulería de sus padres. Su amistad con Henk Angel, quien cuidaba la cancha, le facilitó el acceso a las instalaciones del equipo. Ayudaba  a Henk a colocar los banderines de corner, a quitar las piedras del césped y a poner arena en el area de meta cuando había lodo.
 No se perdía un solo partido, fuera de la liga infantil o de primera división. Al final de cada juego, mientras otros chicos buscaban envolturas y cajetillas de cigarrillos vacías, Jopie entraba en el vestuario y oía con atención todos los comentarios de los jugadores. 
 En la escuela miraba por la ventana y soñaba despierto.
 __Jopie podría sacar mejores calificaciones__ le dijo en una ocasión el maestro a Manus.
 __Si. Anda pensando en otras cosas__repuso el padre.
 Más de dos años después de haber ingresado en el Ajax, Jopie terminó la primaria. Una noche de julio de 1959, mientras él y su madre asistían a la celebración en un gimnasio, Manus murió de un infarto.

Nel y sus dos hijos estaban desechos. Henny aún era muy joven para hacerse cargo de la verdulería, y tuvieron que venderla. En septiembre de 1959, Jopie ingresó en la secundaria. La muerte de su padre lo afectó tanto, que no podía concentrarse.
 En el otoño lo operaron de las amígdalas. Nel recibió un telefonema del hospital para que acudiera sin demora.
 __Su hijo sufrió una hemorragia arterial__le dijo la enfermera.
  Tuvieron que colgarlo de cabeza para que no se ahogara con su propia sangre. Se debatió entre la vida y la muerte durante una semana. En el curso de los días siguientes lo mantuvieron vivo a base de suero y transfusiones. Para la tercera semana tenía los brazos tan delgados, que ya no podían inyectarlo.
 Cuando le dieron de alta, lo primero que hizo fue ir al cementerio a hablar con su padre.
__Solo estoy un poco enfermo, papá.
__Menos mal, hijo__ se imaginó Jopie que Manus le contestaba.
 __Ya casi me alivio.
  No le contó que iba rezagado en la escuela. Prefirió decirle que habían ganado en el futbol y cuantos goles anotaron. Sabía que eso era música para sus oídos. En cuanto empezó a conversar con su padre, sintió que lo tenía a su lado, vivo otra vez. El último día de clases tuvo que darle malas noticias:
__No aprobé papá.
__Ya lo sabía.
__¿Cómo?
__Entre nosotros no hay secretos.

A Jopie le faltaba motivación para dedicarse de lleno a los estudios, y una vez más no aprobó. Abandonó la escuela y consiguió empleo en una tienda de artículos deportivos. “Me paso el día encerrado en el almacen”, se quejaba. Su corazón estaba en las canchas aledañas al estadio del Ajax. 
 Jopie comenzó a jugar en el equipo juvenil A y debió poner a prueba su cuerpo y su voluntad. Su único punto débil eran los remates en tiro de esquina. Fuera de eso, era un deleite verlo jugar.
 La futura estrella del Ajax firmó un contrato con un salario mensual de 60 florines y 10 por cada entrenamiento. Se sentía un hombre hecho y derecho. Ya no era el pequeño Jopie, sino Johan. Nunca había sido tan feliz. ¿Hacía lo que le gustaba y encima le pagaban! El equipo seguía ganando. Él era el mayor anotador. Cada vez más, la gente iba especialmente a verlo a él. “¡Miren como juega ese jovencito!”, decían.
 Nel se oponía a que su hijo se convirtiera en profesional.
 Muy pocos sabían que, después de cada partido, Johan se iba a la cama con un terrible dolor de cabeza. Nel estaba preocupada porque sabía que su hijo, por más problemas que tuviera, no los exteriorizaba. Además, se esperaba mucho de él. Aparte de la jaqueca, le dolían los pies. Los tenía tan anchos, que debía usar unos zapatos especiales con punteras de acero que pesaban el doble que los normales. 
El médico del equipo, Johan Rolink, también estaba preocupado. “No tiene tono muscular y parece débil. Su pulso es bajo pero su capacidad pulmonar y sus reflejos son increíbles”, dictaminó. Así y todo, nada le impedía jugar. Ni siquiera ser una cabeza más bajo que los demás jugadores. Le administraron fármacos especiales para fortalecerlo y aumentaron su estatura. Creció 20 centímetros en solo dos años.
 Johan vaciló cuando el Ajax le ofreció un contrato profesional, a los 18 años. En Holanda había futbol de paga desde 1954, pero los sueldos eran exiguos.
 En efecto, le ofrecieron menos de  lo esperado. Él sabía bien que cuando se retirara, tendría que mantener una esposa e hijos. No podía dejarlos con las manos vacías. Ahora era el momento de hacer fortuna.
 En vista de su inconformidad, le ofrecieron cuatro tantos,  y él aceptó. Al firmar el contrato, no vio la cara de alivio de los dirigentes. A partir de ese día vivió del futbol.

 El 24 de octubre de 1965,  el Ajax iba a enfrentarse a su archirrival, el DWS. Antes de comenzar el juego, los 55,000 espectadores oyeron un anuncio: “El Ajax sustituye a Klaas Nuninga por Johan Cruyff”. Aquello causó conmoción. Nuninga era titular de la selección holandesa y Johan solo había jugado dos veces en primera división. 
“¿Quién es Cruyff?”, se preguntaban los seguidores del DWS.
 __Algún novato__dijo alguien.
 __Israel se encargará de marcarlo, sentenció otro.
  Rinus Israel era un bloque de concreto que no dejaba pasar a nadie. Johan esperó impaciente en el vestuario hasta que llegó el momento de salir a la cancha. Entonces percibió el olor del césped y la emoción del abarrotado graderío.
 El DWS estaba dando un magnífico partido.
__¡Miren a ese! __gritaron algunos señalando a Johan. ¡Debe de ser una broma!
Johan ni siquiera miró a los jugadores rivales. Tenía los ojos puestos en los seguidores de su equipo, que, vestidos de rojo y blanco, gritaban una y otra vez:
 __¡Ajax, Ajax!
 Un escalofrío le corrió la espalda.
 Johan anotó un gol pero el árbitro marcó fuera de juego. A los cuatro minutos del segundo tiempo, el extremo izquierdo Piet Keizer le puso un pase preciso y de un certero cabezazo batió la meta del DWS.
 La multitud empezó a corear con fuertes gritos:
 __¡Johan!  ¡Johan!
 __¿Donde está Rinus? ­­ __se preguntaban perplejos, los aficionados del DWS.
 Siete minutos antes del final, Johan anotó otro gol. Los zagueros rivales ya no sabían como detenerlo. Miles de voces seguían coreando su nombre.
 Johan no cabía en si de gozo. 
 Al terminar el partido pensó en Manus.
__¿De veras soy yo?__ le preguntó.
 __Si, hijo __respondió su padre.
 Entonces se percató de que estaba en el umbral de algo formidable. Su sueño se había realizado.

 La carrera de Cruyff duro 20 años. Anotó 425 goles en 752 partidos (de liga, de copa, de la Eurocopa e internacionales). Fue campeón de Holanda en nueve ocasiones (ocho veces con el Ajax y una con el Feyenoord) y campeón de España una vez (con el Barcelona). Recibió varios reconocimientos entre ellos el de Futbolista Europeo del Año (en tres ocasiones). Fue nombrado el mejor jugador del mundial de 1974.

 Transcripción: Alfonso L. Tusa C.

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