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martes, 20 de febrero de 2018

Que el último en irse sea Messi

 

Que el último en irse sea Messi
Es cierto, más allá de Pep, el Barcelona ha seguido siendo un equipo triunfador. Por ejemplo, hoy por hoy, con La Liga y La Copa del Rey casi en el bolsillo, así se podría definir el de Valverde. Y el de Luis Enrique, bueno, ni hablar. De la Champions para abajo, se lo llevó todo. ¡Todo! Quizá porque, al margen de los nombres, el Barcelona encontró la fórmula del éxito. Éxito que, para no ser injustos con quienes se han sentado después en el banquillo blaugrana, tampoco le fue ajeno a Tito Vilanova y al “Tata” Martino.
No obstante hay que reconocer que el éxito del Barcelona durante la Era de Pep, en especial durante sus tres primeros años, tenía un plus. Algo que hacía que su éxito alcanzara otra dimensión. El rotulo de icónico. Sí, porque, a diferencia de las versiones posteriores, ese Barcelona era un símbolo. ¡El símbolo de la perfección! Y lo mejor, tras él, tras ese símbolo, había todavía más significados: el triunfo de La Masía, el del fútbol total y en ese sentido el de Johan Cruyff, el de un idioma sobre otro (aqui es parla català), el de una forma de ser, de sentir y de pensar, el la libertad contra la opresión impuesta por el imperio centralista.
Ahora bien, el problema es que ese símbolo poco a poco ha ido desapareciendo de la escena. Entre otras cosas, porque los símbolos son encarnados por personas. Aquí, por jugadores que poco a poco han ido dejando su lugar. Eric Abidal (2013), Víctor Valdés (2014), Carles Puyol (2014), Xavi Hernández (2015), Dani Alves (2016), Pinto (2014), Masche (2017).
Y es que, sin querer demeritar el talento de quienes han llegado a ocupar estas vacantes, el alma, la mística, la filosofía que, en términos generales, imperaba entonces no era la del hombre mercenario. Me explico, antes, en su inmensa mayoría, los jugadores tenían un vínculo espiritual con el club. Al respecto un ejemplo muy diciente es el caso de Neymar. Donde el crack se va de la disciplina blaugrana por una sola razón: amor propio. Sí, en su corazón jamás hubo una senyera. Todo lo contrario de casos como el de Pedro o el de Abidal o el de Alves o el de Masche, jugadores que se han ido pensando en su futuro profesional pero dejando el corazón en el Camp Nou.

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