Empieza la era Luis Enrique con un partido de altura ante los ingleses. La selección, con muchas incógnitas, busca recuperar parte del prestigio perdido
Para empezar esta nueva era, cargada de ilusiones y también de incertidumbre, España se estrena, nada más y nada menos, que en Wembley, santuario que regala cientos de capítulos de historia y gestas para recordar con el simbólico arco que envuelve a este magnífico estadio como testigo. En este templo, ahora moderno y perfectamente acondicionado a lo que reclama el fútbol de hoy en día, la selección de Luis Enrique echa a andar sin saber todavía muy bien si la realidad es lo que dicta la clasificación de la FIFA, que coloca al combinado nacional en una insulsa y triste novena posición, o si España sigue siendo un equipo de los serios, que no lo parece. Visto lo visto en las tres últimas competiciones (Brasil, Francia, Rusia), resueltas de la peor manera posible, no es exagerado anunciar que esta selección ya ha perdido la condición de favorita, si es que sirve para algo, pero se regenera el personal con la llegada del mencionado Luis Enrique porque al nuevo entrenador se le intuye una disciplina y una intensidad que se perdió en algún rincón de Rusia, o quizá antes de partir incluso a Krasnodar todavía con Julen Lopetegui al frente. El caso es que España se mide hoy a Inglaterra, semifinalista del pasado Mundial, y hay un enorme interés en ver lo que propone, sin tiempo tampoco para los experimentos porque la cita no es un bolo de una noche de verano. Es el primer encuentro de la recién estrenada Liga de las Naciones, que vivirá el martes que viene, en Elche y ante Croacia, su segundo capítulo. Empieza el baile, juega España.
Sería importante que la gente asuma de antemano que la selección es lo que hay, para lo bueno y para lo malo. Cuando las cosas no han funcionado en estos últimos tiempos, la gente solicitaba movimientos y caras nuevas, pero seguramente a partir de ahora esas mismas voces hablarán con nostalgia de Gerard Piqué, Andrés Iniesta o David Silva, los últimos de esa España campeona en jubilarse. Se pierde, y eso no lo duda nadie, un talento imposible de igualar, pero a cambio se abraza a una serie de futbolistas dispuestos a dejarse el alma y lo que haga falta vestidos de rojo. De hecho, en estos días de concentración en Las Rozas, los jóvenes han dado un paso al frente y se les ve entusiasmados con este nuevo proyecto, felices porque ven que con Luis Enrique les llega su momento.
Esilo y evolución
Está por ver a qué juega España, pues se debate sobre el estilo por mucho que el seleccionador anuncie un 4-3-3 con la pelota en el centro de cualquier dibujo, que es la fórmula con la que se abrió la puerta del paraíso. Sin embargo, Luis Enrique es un preparador intervencionista y ya le dio una vuelta de tuerca al manido fútbol del Barcelona, apostando por un juego mucho más vertical en donde la presión era el principio de todo. El rondo y la posesión siguen ahí, pero hay un camino más rápido hacia el gol y el asturiano es de los que prefiere acortar el camino siempre que se pueda y que haya elementos para aplicar esa receta.
Como España se ha encerrado en un búnker, con solo un entrenamiento abierto a los medios, es complicado deducir qué va a probar esta noche en Wembley. Por no saber, no se sabe si quiera si David de Gea va a seguir siendo el portero titular después de su calamitoso Mundial o si bien Kepa, el guardameta más caro de la historia (80 millones), dará el salto pese a tener únicamente una tarde como internacional. Y esas dudas se trasladan también al resto de las líneas, pues nadie suelta prenda.
Empieza una nueva era en donde España deberá paliar cuanto antes un problema serio en la defensa, pues Piqué, más allá de todo lo ajeno al balón, era fundamental en el eje de la zaga junto a Sergio Ramos, al que, por cierto, se le observa con lupa ante el aterrizaje de un jefe que manda más que él. Bien cubiertos los laterales, más allá del lío con Jordi Alba y su ausencia, se busca central de garantía y parece que Nacho está un paso por delante que Albiol, al que se le rescata ante la falta de efectivos.
Isco, el líder proyecto
Hay una serie de nombres llamados a liderar el cambio, o al menos a formar parte activa de esta revolución. El peso del centro del campo, mientras esté sano y bien, siempre caerá en Busquets, pero los Thiago, Sergi Roberto, Saúl y compañía deben alza r la voz después de que se les haya reclamado tanto cuando no han estado. Es más, Saúl, cero minutos en Rusia pese al clamor popular, parece capital en el equipo, ahora falta que lo demuestre.
Del gol siempre se hablará porque no es que España haya ido sobrada, no al menos si se tiene en cuenta la cantidad de veces que pisaba el área del rival en la última década. Con Diego Costa en casa por asuntos personales –estaba esperando el nacimiento de su hijo, pero fue incluido en la lista–, Álvaro Morata tiene la intención de reivindicarse después de terminar el curso pasado con una serie de actuaciones discretísimas, tanto que Lopetegui no le llevó a Rusia aunque fuera uno de los que más utilizó y que más tantos le dio al equipo. Están a su vez Rodrigo y Iago Aspas, muy diferentes ambos y que ofrecen alternativas al plan inicial.
Y hay dos futbolistas que están llamados a ser los líderes de este viaje que empieza hoy en Londres. Marco Asensio, con esa zurda de seda, lo tiene todo para convertirse en una referencia, si bien es cierto que con España aún no ha roto. El otro es Isco, de lo mejorcito del Mundial y al que Luis Enrique le otorga el cartel de líder sin dudar, guardián de las esencias de la buena España que maravilló no hace tanto. Es la otra estrella de este equipo, pues la principal está precisamente en el banquillo y hoy se bautiza en el templo, en donde la selección solo ha ganado una vez.
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