Envío este texto que escribí sobre la atrapada
de Dwight Evans en el sexto juego de la Serie Mundial de 1975, como una muestra
del porque debería ser considerado para ingresar al templo de los inmortales,
ahora que ha sido incluido entre los candidatos del Comité de la Era Moderna
junto a Don Mattingly, Tommy John, Ted Simmons, Steve Garvey, Thurman Munson,
Dale Murphy, Dave Parker, Lou Whitaker y Marvin Miller. Veamos cual será el
resultado de la votación del 8 de diciembre.
Saludos
Alfonso L. Tusa C.
Sexto juego de la Serie Mundial de
1975. Los Medias Rojas habían regresado de la tumba con aquel increíble
cuadrangular del emergente Bernie Carbo para igualar el marcador en el cierre
del octavo inning ante el relevista Rawly Eastwick. Los Rojos
de Cincinnati ganaban 6-3 y solo necesitaban cuatro outs para
alcanzar el campeonato. De pronto Fenway Park pasó de un
silencio sepulcral al momento más histérico y escandaloso desde la temporada
del Sueño Imposiblede 1967. Cuando el juego se fue a extrainning,
parecía que era un asunto de tiempo para que los Rojos ganaran la Serie
Mundial.
En la apertura del undécimo inning,
Pete Rose recibe pelotazo de Dick Drago. Ken Griffey toca la pelota hacia la
raya de tercera base, cerca del plato. Carlton Fisk toma la pelota a mano
limpia, algo fuera de balance, y dispara un balín hacia segunda base. Tal vez
es mejor cuando está algo fuera de control; porque su disparo es perfecto, Rose
es out en segunda. Entonces Joe Morgan espera una recta de
Drago y conecta una línea que lleva etiqueta de sobrevolar la barda del jardín
derecho. Dwight Evans corre hacia atrás, más y más.
Dwight Evans nunca tuvo una
gran velocidad, era una especie de regreso a las épocas de Al Kaline, Carl
Furillo y hasta Babe Ruth. Pero ningún jardinero derecho, desde Roberto
Clemente, ha jugado la posición por tanto tiempo con tanta maestría. Logró
apoderarse de ocho guantes de oro, su presencia en los juegos de
estrellas fue perenne, y en jerga de ajedrez, fue el maestro. Cualquiera haya
sido su edad, rapidez o fuerza de brazo, nadie como él ha expresado tan
sistemáticamente lo que hacen los jardineros derechos. Desde que tiene uso de
razón, Evans dice que siempre tuvo una pelota en sus manos. Como jugador
de futbol americano, en la escuela, fue un gran recibidor, porque según él, le
gustaba atrapar la pelota. Durante la temporada de beisbol, siempre tenía un
guante y una pelota, hasta cuando salía a pasear. Cuando se hizo profesional en
1969, todavía hacía eso, para entrenarse acerca de cómo pasar la pelota
apropiadamente desde el guante hacia su mano derecha antes de lanzarla. La meta
era tomar la pelota por las costuras para efectuar un lanzamiento más rápido
desde los jardines que pudiese rebotar en lugar de rodar cuando aterrizara. Eso
es fundamental para los tiros desde los jardines, pero muchos jardineros tienen
dificultades con eso. ‘He llegado al punto de pensar que lanzo la pelota a
través de las costuras noventa porciento de las veces’, dijo Evans. “Atrapar la
pelota y sacarla del guante, atrapar la pelota y sacarla del guante, ahora no
hace falta mirar las costuras de la pelota, es como si hubieses entrenado tu
mano a pensar por su cuenta”. La ventaja que Evans tiene sobre otros jardineros
va más allá de su fuerte y preciso brazo; siempre sabe que hacer con la pelota.
‘Hay un propósito con cada pelota bateada hacia mí’. Evans piensa que su juego
siempre ha estado basado en su habilidad para anticipar correctamente. ‘La
anticipación es la parte más importante de jugar en los jardines’, dijo Evans.
Eso parece fácil en términos generales, pero no lo es cuando la especificidad
del jardinero para anticipar es tomada en cuenta.
Primero está el fenómeno del
sonido del bate con la pelota. Nadie puede calcular en ese momento con
precisión, hacia donde va la pelota. Hasta las mentes más intuitivas necesitan
fracciones de segundo para descifrar la información recibida. A pesar de eso,
en el transcurso de ese segundo, el jardinero supremo apreciará el ángulo en el
cual la pelota sale del bate y entiende al menos en cual dirección debe empezar
a correr. También entenderá que tan fuerte ha sido el batazo, de acuerdo a si
el lanzamiento fue recta o un envío quebrado, que tan completo fue el swing y
si el sonido de contacto fue explosivo o seco.
Una vez en movimiento,
volteará la cabeza para confirmar que se mueve en la dirección correcta a la
velocidad adecuada, y repetirá eso, modificando su zancada si es necesario,
hasta llegar al punto donde ha imaginado que la pelota caerá. En el momento
final, estirará su brazo y espera que la pelota aterrice en su
guante.
Es una extraordinaria
secuencia compleja de decisiones y ajustes; el tiempo disponible para hacer eso
varía, por ejemplo la trayectoria de una pelota alejándose de un jardinero
puede ser percibida físicamente en cerca de medio segundo mientras que una
bateada directo a él requiere de un segundo completo para ubicarla, pero
siempre es pequeña; y hay mucho terreno que cubrir.
Tomemos una pelota bateada
directamente hacia un jardinero ubicado a 65 pies de una cerca que está a 350
pies del plato y digamos que, si no es interceptada, esa pelota se estrellará
contra la cerca a una altura de 9 pies y medio.
En el primer segundo completo, el jardinero
no puede saber con certeza si correr hacia adelante o atrás (lo cual podría
ocasionar el ocasional elevado mal calculado, donde se arranca en la dirección
equivocada). Pero se asume que hace el cálculo correcto, se voltea, y empieza a
correr hacia atrás, perdiendo solo la mitad de ese segundo en el proceso. Se
asume también que, medio segundo después, es capaz de ajustar su carrera
mientras nota que la pelota se aleja de él. Y se concede que es un corredor muy
rápido.
La cantidad de tiempo que le tomará
a la pelota alcanzar la cerca es afectada por el viento, por supuesto, pero en
promedio será poco menos de cinco segundos.
Nuestro jardinero, arranca
desde la inmovilidad y ajusta su dirección para alcanzar el vuelo de la pelota,
tiene que cubrir quizás setenta y cinco pies en la misma cantidad de tiempo.
Una vez en la cerca, tiene que frenar, ubicarse, saltar tan alto como pueda,
extender su guante justo hacia el lugar correcto, y atrapar la pelota.
Eso es físicamente posible de hacer
en el tiempo disponible (o el beisbol no existiría) pero apenas probable. No
hay margen de error. Aun así, eso ocurre regularmente, exitosamente, y a veces
de manera aún más espectacular.
Evans también desea
impresionantemente que cada pelota sea bateada hacia su posición. ‘Anticipo lo
peor y lo mejor que puede ocurrir. Me preparo para lo peor e imagino lo mejor’.
Para Evans una anticipación correcta significa moverse cuando está en el
terreno. ‘Quiero moverme porque sé lo que hago’, dice Evans. Eso significa que
estará en movimiento en cualquier dirección desde 15 centímetros hasta 4
metros, con cada bateador y a veces con cada lanzamiento. Y casi siempre, su
momento, su salto hacia la pelota, será correcto. Evans ha aprendido la
mecánica de buscar la pelota tan bien como cualquiera. Con esas pelotas
bateadas entre dos, correrá hacia atrás diagonalmente, tratará de rodear la
pelota para alinear su hombro con el lugar donde tiene que lanzar. Estima a que
distancia está de la cerca para saber como se tiene que mover cuando empiece a
correr hacia atrás, y tratará, cuando pueda, correr en paralelo a la cerca con
su mano enguantada hacia el terreno, para estar mejor preparado para lanzar y
evitar soltar la pelota si choca contra la cerca. Hizo de todo esto un
movimiento automático hace mucho tiempo.
Lo que Evans agrega,
yendo hacia atrás o viniendo a tomar la pelota, es una manera especial de
mantener su cuerpo alineado cuando hace la transición desde la atrapada hacia
el lanzamiento. No atrapa la pelota exactamente en una posición erguida, Evans
toma la pelota con su cuerpo semi flexionado y ligeramente inclinado hacia un
lado. Esto podría parecer solo un toque de estilo, como una atrapada con una
mano, pero tiene una razón de ser. Al tomar la pelota en un plano más bajo , se
mantiene abajo mientras lanza la pelota, lo cual le permite tener la fuerza en
su pie posterior, por eso puede controlar mejor su cuerpo y la pelota mientras
se mueve hacia adelante. Evans usa su movimiento alineado, cerca del suelo,
cada vez que puede. Durante su giro en el rincón, no completa la vuelta y
lanza, en vez de eso, se mantiene cerca del suelo, mientras toma la pelota de
su guante para tener la mejor posición para lanzar. Cuando ataca la pelota y la
toma, en vez de mantenerse erguido, se dobla hacia adelante como un pitcher,
catapultando su pie posterior en un movimiento largo y fluido hacia la diana.
En realidad, es la imagen del pitcher, lo que Evans ha mantenido en
mente mientras entrena su cuerpo a través de los años para ejecutar
naturalmente este movimiento de alineación.
A través de muchos años, en
cada entrenamiento primaveral, Evans ha ido al rincón más lejano del terreno
con un balde lleno de pelotas. Allí, cuando nadie lo mira, ordena una línea de
pelotas sobre la grama. Entonces estira sus piernas hasta cierta distancia, la
izquierda hacia adelante, la derecha bien hacia atrás, cercana a la primera
pelota. Después, en un movimiento muy lento, para que el cuerpo pueda recordar,
toma la pelota, mueve su cuerpo hacia adelante como un pitcher empezando
su wind up, lleva su cuerpo hacia atrás sobre su pie posterior,
entonces viene hacia a delante, cercano al suelo y lanza la pelota, mientras
evalúa cada etapa de la transición, el movimiento de su brazo, el punto donde
suelta la pelota, el final del movimiento. Entonces sigue con el resto de las
pelotas hasta terminar la línea. Evans continúa esos ejercicios de baja
velocidad al pedirle a un coach que le batee conexiones de
todos los calibres. Toma pelotas en el rincón, frente a él, donde sea que
sienta la necesidad de trabajar con su lanzamiento alineado. Siempre hay
algunos pequeños ajustes que prologarán su rutina. Con los rodados que tendrá
que atacar, prefiere tomar la pelota a un lado del pie izquierdo en vez de al
frente de este.
Su tiro perderá algo de poder
debido al peso del movimiento hacia adelante y atrás, pero soltará la pelota
más rápido y el lanzamiento será más preciso. En cuanto a los elevados bateados
de frente a él, se ha enseñado que cuando el viento y las condiciones
climáticas son buenas, se debe preparar para lanzar mientras realiza la
atrapada, no después, como hacen todos los jardineros. La meta es hacer una
rutina de esos movimientos, pero una vez sometidos a la memoria muscular, le
dan a Evans una ventaja sobre los peloteros más jóvenes y rápidos. A los 38
años de edad, Evans puede o no estar cerca del final del camino. Nadie en esta
época de Nautilus y Neptuno se mantiene en
mejor forma, nadie estudia con más meticulosidad cada aspecto del juego,
observando cuidadosamente los fundamentos, para ganar ese centímetro extra, ese
giro adicional. Pero este hombre, un devoto infinito de la técnica, al final
está motivado por algo más profundo.
Mientras crecía en California,
hogar del aeroespacio y la industria de alta tecnología, el ídolo de la niñez
de Evans fue Willie Mays, quien sabía más de volar y soñar que Howard Hughes.
Evans es uno de pocos peloteros que usa hoy el mismo número de uniforme, 24
(Rickey Henderson, Barry Bonds, y Ken Griffey Jr. son los otros) y, como su
ilustre predecesor, siempre ha sabido que el juego que practica está
determinado, antes que nada, por lo que ocurre en su mente. Él, como Willie
Mays, ha descubierto el secreto de inventar el espacio que ocupa. Si Evans
juega o no otro juego en el jardín derecho, su manera de jugar permanecería
como un modelo sobre como debería ser jugada esa posición.
Llega a la zona de seguridad,
salta y hace una atrapada increíble sobre su hombro antes que la pelota cayera
en la primera fila de asientos. Entonces cae y choca contra la cerca. Ha hecho
la atrapada. La atrapada del juego y la serie, pero sabe que su trabajo aun no
termina. Inmediatamente rebota desde la cerca y lanza la pelota al cuadro
interior. El tiro está desviado tres metros de la línea de primera base hacia
el dugout. No importa. Carl Yastrzemski está ahí, y Rick Burleson ha cruzado el
cuadro interior para cubrir primera base. Griffey prácticamente se ha
entregado, estaba a medio camino entre primera y segunda base, Yaz lanza la
pelota a Burleson para completar el dobleplay. Esa jugada fue la mejor prueba
de lo que Don Zimmer le dijo a Doug Hornig en una entrevista para su libro “The
Boys of October”; “¿Qué tan bueno era Dwight Evans como jardinero
derecho?” Zimmer contestó con otra pregunta: “¿Conoces la diferencia entre un
doble por reglas y otro por la interferencia de un aficionado?” Hornig dijo que
un doble por reglas era la consecuencia de que la pelota rebotara hacia la
tribuna. Y que habría interferencia si un aficionado tocaba la pelota antes que
esta saliera del parque. “Bien”, dijo Zimmer. “Si la pelota se va a las gradas
por su cuenta, el bateador consigue dos bases ¿Qué obtiene el bateador si un
aficionado interfiere?” Hornig estaba dudoso “¿Un
doble?” “Incorrecto”, dijo Zimmer. “El árbitro principal, en su mejor juicio, coloca los corredores donde
piensa deberían estar. Cuando jugaba Boston y había una interferencia de un
aficionado sobre una pelota bateada hacia la línea del jardín derecho,
¿sabes que pasaba? Hornig encogió los hombros. Zimmer cruzó las
manos. “El bateador era enviado a primera base. Punto. Bien, el manager rival siempre se quejaba,
gritando como un pandillero. . “¡Eso es un doble! ¡Eso
es interferencia del aficionado! ¡Tiene que ser un doble!” El árbitro principal sonreía, señalaba hacia el
jardín derecho y decía: “Ah, ah ¡No con ese tipo ahí!” Lo que quería decir era
que a menos que la pelota pasara sobre su cabeza, Evans siempre la convertía en
sencillo. Si tratabas de alargarlo, él te ponía out en segunda
base”.
Hubo un juego en la temporada
de 1984 donde los Medias Rojas de Boston visitaban a los Atléticos de Oakland
en El Coliseo. Boston ganaba 2-0 en el cierre del noveno inning.
Con dos outs, Carney Lansford bateó un doble para empujar a Donnie
Hill. Entonces Bruce Bochte despachó imparable al jardín derecho, el coach de
tercera base envió a Lansford al plato ¡Suicidio! Evans puso out a
Lansford con un disparo magnífico. “Duele en el alma perder un juego de esa manera
pero no teníamos alternativa”, defendió Jackie Moore su decisión de enviar a
Carney Lansford al plato. “por supuesto que sabíamos del brazo de Evans. Pero
él tenía que lanzar de manera perfecta. Totalmente perfecto”.
Jim Burton le dijo a Doug Hornig:
“Yo estaba en el bull pen, así que tenía uno de los mejores
asientos del estadio. Y lo más sorprendente para mí fue la reacción de Dwight.
Se volteó y empezó a correr en el instante que la pelota fue bateada. No
podía creerlo”.
Se trata de un jonrón, o de un
batazo que pegara en el tope de la cerca del jardín derecho que tiene una
altura que solo llega hasta la cintura. Griffey anota, Morgan o trota hasta el
plato o se detiene en segunda base o tercera. Los Rojos toman la delantera.
Evans va hacia atrás. Atrás, atrás,
corriendo completamente inclinado. Alcanza la zona de seguridad, salta en el
aire, y sobre su hombro, de alguna manera, improbablemente, hace una atrapada
increíble justo antes que la pelota caiga en la primera fila de asientos. Cae y
se estrella contra la cerca.
Evans recordó la jugada:
“Tuve un buen salto”, dijo. “Pero había repasado eso en mi mente que haría si Morgan
bateaba la pelota. Yo estaba observando cuidadosamente el tipo de lanzamiento y
como se movía el bate. Estaba preparado. Sin embargo cometí un error. Si se mira el video, se puede notar. Yo
estaba cargado hacia la línea de foul, porque usualmente cuando un
bateador zurdo hala la pelota le confiere un efecto que va de izquierda a
derecha. Solo que en esta ocasión, Morgan la bateó directa. Así, que si se mira
cuidadosamente, se puede ver que cuando salto, tengo que echar hacia atrás para
compensar. En realidad atrapé la pelota un poco detrás de mi cabeza”.
Alfonso
L. Tusa C.
Referencias:
__Hornig Doug. The Boys of October.
McGraw Hill. 2003.
__Falkner David. The Nine Sides of the
Diamond. Times Books. 1990.
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