Y se fue. El mejor, el inigualable, el que sacaba el balón de la chistera de mago para hacerte un gol increíble, se va. Se larga.
Y aún no ha dicho adiós, ni está boca es mía. Silencio.
En este país, siempre dado a la especulación, se barajan muchas hipótesis sobre su adiós al Barcelona. La única y comprensible es que no le pueden pagar lo que pide ni acepta aplazar más la duda que el club tiene con él.
La dura realidad es que el Barcelona está en quiebra económica. La pandemia ha acabado con la huida hacia adelante de un club que de la mano de Bertomeu quiso ser el más grande del mundo. Y lo consiguió: ser el que mejor pagaba a sus estrellas pero el que más dinero debía.
¿Y ahora ?, se preguntan todos, desde aficionados a políticos. No sé cómo va a solucionar el tema económico el equipo culé, santo y seña de una tierra que como Cataluña, que quiere ser independiente, necesita de esa bandera propagandística.
Habrá que esperar acontecimientos. Por ahora ni el Real Madrid se alegra de semejante catástrofe. Ni ellos, ni nadie.
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