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domingo, 27 de noviembre de 2022

Morata es feliz en el desierto: "Yo aquí sólo soy un soldado

 


Estuvo desaparecido el capitán, atosigado por el futbolista del City, y España lo fue acusando con el paso de los minutos. No había entrado esa de Olmo y Alemania prefirió poner los pies en el suelo antes de ir a discutir el partido. Tuvo muy poco el balón, lo tuvo más España, pero la sensación era de estar ante un partido realmente igualado, nada que ver con el paseo ante Costa Rica. En España, Luis Enrique había apostado por mantener casi exactamente el envite del primer día y sólo puso a Carvajal en el lugar de Azpilicueta. El madridista estuvo menos fino de lo habitual, y entre esa mala salida por fuera y el atasco que provocaba Alemania en el medio, España se fue diluyendo.

Obligada a iniciar el juego por sus centrales, con las líneas de pase embarradas, la selección dejó de asomarse por el área de Neuer. Cierto que tampoco pasaba apuros, ni mucho menos. La tensión iba aumentando, y estaba la noche para que cualquier error rompiera las hostilidades. Como resulta que España era quien más arriesgaba en el inicio de juego, era quien más posibilidades tenía de pifiarla. Estuvo a punto de hacerlo en otra faceta que no se le da muy allá. Rüdiger aprovechó un bloqueo sencillo en una falta lateral para rematar más solo que la una, y apenas la intervención del VAR dejó a España con sus tablas. Otro balón parado encontró también al central madridista, que no acertó a rematar con rapidez. España, entretanto, seguía buscándose en mitad de un partido de pierna dura (15 faltas en esa primera parte, 24 en total), un partido de mayores, de los de verdad, de esos que no admiten un tiempo muerto. Un partido a cara de perro. Era un Mundial y era Alemania, suficientes elementos como para abrazar el descanso razonablemente satisfechos con el empate.

Luis Enrique y Sergio Busquets hablan después del partido ante Alemania.

Luis Enrique y Sergio Busquets hablan después del partido

 ante Alemania.JAVIER SORIANOAFP

Ocurre que el juego de España, más allá de la vistosidad o la efectividad, exige al rival un esfuerzo exagerado. Más allá del evidente de correr mucho detrás de la pelota, lo realmente difícil es mantener la atención intacta durante hora y media. Cuando el partido pasaba por el minuto 60, acaso en la primera acción que encontró con algo de tiempo a Gavi y a Busquets para pensar, el balón corrió como casi siempre en este equipo. Terminó llegando a Jordi Alba, que puso un balón delicioso a la carrera de Morata. El remate del delantero del Atlético fue de muchos quilates. Había entrado el 7 de España en el lugar de Ferran, de nuevo ayer impreciso en los controles.

Alemania tiró de lo poco que le quedaba en el banquillo. Entraron Füllkrug, Havertz y Klostermann. Pero para ese momento España, por delante en el marcador, con la inercia positiva que arrastra y un rival tocado en lo psicológico y en lo físico, amasó el partido y lo puso donde quería. Le había costado, pero había sometido a Alemania y veía la noche ya cuesta abajo. Pudo haber sentenciado todo en un remate franco de Asensio desde la frontal que se le fue alto. Pensó entonces en meter el partido en el congelador. Pero no. Entró Koke por un desaparecido Gavi y Nico Williams para tratar de explotar los previsibles espacios que iba a dejar una selección que, claro, tiene cuatro estrellas en el pecho, y es por algo. Sin ningún argumento más que el orgullo y el fútbol maravilloso de Musiala, encontró la jugada Füllkrug para empatar. Un gol que le da la vida a Alemania y que no le quieta demasiada a España, pues sigue teniendo la clasificación a tiro de un punto

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