La 'canarinha' derrotó a una Alemania que llevaba 22 partidos sin perder
A Brasil no se la descifra, se la acompaña. Al cielo o al infierno, qué más da. Pocos países mezclan mejor la alegría con el tormento. La risa con el dolor. El fútbol siempre fue el espejo de un pueblo que se enorgullece de su pentacampeona. Pero que también obligó a morir en vida a un portero llamado Moacir Barbosa tras su primera tragedia deportiva, aquella del Maracanazo en 1950. "La noche anterior, nadie podía dormir; y la mañana siguiente, nadie quería despertar", que escribió Galeano. Aún queda otra fantasma imposible de olvidar, el nacido en el estadio Mineirao de Belo Horizonte en 2014. Allí donde la canarinha debía dar el penúltimo paso para ser campeona del Mundo en su hogar. Allí donde Alemania (1-7) la incrustó en la desesperación.
Los monstruos del alma, al menos por un tiempo imposible de adivinar, acostumbran a alejarse con el tiempo. Scolari se gana ahora la vida en el cementerio de elefantes chino. Por allí también andan Oscar, un chico que decían iba para estrella, o los bíceps de Hulk. La selección brasileña que ahora tutela Tite es otra cosa. Y así volvió a demostrarlo al enfrentarse contra sus propios miedos. Los que representa la vigente campeona del Mundo, Alemania, derrotada frente a la puerta de Maratón del Olympiastadion de Berlín (0-1). Trapp, suplente en el PSG y que jugó por culpa de la lesión de larga duración de Neuer y las molestias de Ter Stegen, salió señalado en el gol de Gabriel Jesús.
Es cierto. Brasil, que como aquella jornada en el Mineirao tampoco contó con el lesionado Neymar, alineó a su equipo de gala. No podía irle mal. A dos meses y medio del inicio del Mundial, la canarinha no iba a dejar pasar la oportunidad de arrancarse los complejos frente a Alemania. Por mucho que aquello no fuera más que un amistoso de preparación. Así que concedió el mando del equipo al barcelonista Coutinho, una delicia cada vez que se desplegaba por el flanco zurdo, confió el acierto al citizen Gabriel Jesús y edificó ese muro en la zona ancha sobre el que se aposentan Casemiro, Fernandinho y Paulinho. Bajo palos, un portero de verdad. Alisson. El meta de la Roma que viene encadenando exhibiciones en Europa, le sacó el empate a Draxler en el añadido.
Joachim Löw, aunque volviera a confiarle la manija a Kroos, echó mano de la cara B de la Mannschaft, insuficiente para detener a esa Brasil que sigue cargándose de razones para soñar con un gran Mundial en Rusia. Sin Hummels, Hector, Khedira, Özil, Müller o Werner, llegó el turno de chicos como Rüdiger, Plattenhardt, Sané o Goretzka. Incluso asomó Mario Gómez, reclutado a sus 32 años gracias a su buen rendimiento con el Stuttgart.
En cualquier caso, y pese a las embestidas de Goretzka por el flanco que defendía Marcelo, era Brasil quien tenía el partido en la cabeza y en los pies. En el primer tramo, gracias a su presión avanzada. Después, merced a su notable organización defensiva, necesaria para contragolpear a sus anchas. El partido lo decantó Gabriel Jesús con un testarazo que dejó en evidencia a Trapp. Paulinho, Coutinho y el propio ariete del City bien pudieron abundar en el triunfo. Poco importó. Alemania perdió después de 22 partidos sin hacerlo. Y Brasil baila. Ya sin miedo.
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