Cuando Lionel Messi se reincorpore la próxima semana a los entrenamientos de Barcelona, se reencontrará con el director técnico del que pensaba que no iba a verle más la cara después de la reunión que habían mantenido hace poco más de dos semanas. Ronald Koeman le había transmitido al rosarino en ese cónclave privado lo mismo que había dicho públicamente el día de su presentación oficial: "Sólo quiero trabajar con gente que quiera estar aquí, que desee dar el máximo por Barcelona. Si no, que vayan al club y le digan que no están contentos de estar acá". Fue el último empujón que necesitaba Messi para despachar el burofax.
El técnico holandés tiene modales que lo emparentan más con la rigidez de su compatriota Louis Van Gaal, de quien fue su ayudante de campo en Barcelona, que con el paternalismo susurrante de otro holandés, Frank Rijkaard, responsable del debut del rosarino en la primera división. Koeman le expresó en ese cara a cara que lo quería en su proyecto, algo que no evitaba que Messi siguiera viéndose "más afuera que adentro de Barcelona". Sensación reforzada cuando escuchó de Koeman que su amigo Luis Suárez debía buscarse club.
Los rumores del 6 veces Balón de Oro de dejar el equipo en junio conmocionaron al mundo del fútbol. Cuando confirmó que quería activar la cláusula de salida, equivalió a lanzar un éxito de taquilla sobre el Barcelona. Sigo pensando que Messi debería quedarse en barcelona.
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