El delantero da el pase del primer gol a Giroud y marca dos más con un golpeo perfecto. Lewandowski, muy alejado del gol, se despide con el consuelo de un penalti. Francia jugará cuartos ante Inglaterra o Senegal
Mbappé es el futbolista diferencial. Francia tiene un abanico ofensivo comparable al de Inglaterra o Brasil. Pero metidos en el Mundial de verdad se necesitan los futbolistas capaces de dominar los instantes ganadores. El delantero del PSG es de esos. Como un felino depredador, gasta la mínima energía posible mientras su selección está en los trámites. La defensa no es cosa suya. Que corra para atrás Dembélé, que corre hasta más de la cuenta y no decide siempre como le conviene a su equipo. Esta vez, al menos, lo tenía fácil: Mbappé avanzaba al otro lado del páramo dejado por la desesperación polaca. El disparo sobre la portería fue seco, duro, directo. El siguiente lo mejoró. La sentencia para un Lewandowski que, como otros de su generación, ceden en Qatar el bastón de mando a la generación que viene, la generación Mbappé.
Si el francés puede o no dar nombre también a una era, como hicieron Cristiano y Messi, todavía en el torneo, es pronto para saberlo. El desenlace en Qatar dirá algo sobre ello. Por ahora, ya está en los cuartos, tras la victoria en el Estadio Al-Thumama. En Rusia, donde fue campeón, Mbappé se entregaba a otras tareas, buscaba su lugar. Ahora lo tiene, lo siente y lo ejerce, como goleador, con cinco tantos en el Mundial en tres partidos y 27 minutos ante Túnez, y como asistente para Giroud.
CAMBIO DE RITMO ATROZ
El jugador del PSG busca el hombre a hombre contra un muro, con un cambio de ritmo insoportable para cualquiera. Hasta a 35 kilómetros por hora es capaz de correr con la pelota, como un 'sprinter'. Eso está al alcance de muy pocos, pero existen futbolistas rápidos sin más. En el caso de Mbappé, se añade a su carrera el golpeo no sólo para el disparo, sino para el centro, tenso, preciso. El problema es que sus aceleraciones no son únicamente rápidas para sus rivales, también para sus compañeros. A las dos primeras no llegó ninguno. Ni Dembélé.
A Francia le faltaban más futbolistas que tomaran decisiones de riesgo en el ataque, demasiado paciente, horizontal. Cuando eso ocurre, el partido se espesa, que es lo que convenía a Polonia. La distancia entre las dos selecciones sólo se igualaba cuando la pelota llegaba a Lewandowski, que en el campo da más instrucciones a los suyos que el entrenador. El equipo de Deschamps necesitaba poner en valor la versatilidad de su ataque, buscar filtrados, disparos, alternativas a los arranques de Mbappé.
En cambio, fue el propio jugador del PSG el que dio el primer pase interior ganador. Encontró el pasillo en el bosque polaco para Giroud, que actuó como lo hace el delantero que sabe en todo momento dónde está la portería. El oficio y la percepción espacial permiten que no necesite mirarla. Cruzó al lugar imposible para Szczesny. Con el gol, Giroud supera definitivamente a Henry como máximo goleador de la selección, con 52 tantos. Todavía se pregunta qué señaló el colegiado venezolano para no contabilizar el gol que logró de 'chilena' y no subió al marcador por encontrarse el portero polaco en el suelo, doliente, tras un mal despeje y peor caída. Fue una oportuna caída.
LA PARÁBOLA DEL GOL
La ventaja no provocó un gran cambio en Polonia, para la que la oportunidad era hacer un partido largo, y la mínima desventaja se lo permitía. Otra cosa, al menos en el inicio del segundo tiempo, era un suicidio frente a los 'purasangre' franceses. Cuando no tuvo otro remedio, murió de ese modo. Primero Mbappé fue el último vértice de la contra iniciada por Griezmann. Después, recibió en la esquina del área, desde donde trazó una parábola a la escuadra. Golpear de ese modo y con tal precisión vale millones. Son muchos millones.
Había tenido su oportunidad Polonia. De hecho, una doble ocasión originada en un error de Lloris que el arquero francés detuvo, a quemarropa, ante Zielinski. El retorno lo salvó sobre la línea Varane. Para los polacos había sido como ver el tesoro sin poder abrir el cofre. Eso pasa pocas veces. Cuando Lewandowski se situó en el punto de penalti, por dos veces, ya pensaba en las maletas.
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